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La princesa Ana Condais

Altavoces ... intenso sol de mediamañana.
Hacia el horizonte, difumándose, corre el humo con olor a eucalipto recién cortado, sobre la silueta del pueblo, pequeño, que sólo son dos calles en cruz; gente y sillas voladoras se hacen uno; la montaña rusa, hecha de fierros viejos, gira y gira incansablemente llevando bocas abiertas y pelos de punta; en los toldos, cubiertos con plásticos de colores, mujeres gordas y trenzas largas, ofrecen el afamado plato principal del lugar: cuy frito con papa picante, que, por cierto, es lo que más se vende, aunque al Panchito, le gusta más el chicharrón con mote.
En la placita, cincuenta personas, ya es gentío.
El gentío, se arremolinó dejando el centro para aquel hombre vestido de mujer (al menos, pienso, no es lo que parecía) con una sola trenza, larga, rematada en un nudo, por varios hilos de colores brillantes, anuncia la presencia del más grande monstruo que se haya visto en el lugar; un ser venido de lo más profundo del bosque Asháninca, trayendo con él los secretos celosamente guardados por generaciones y generaciones de hombres sabios que viven en el misterio.
Una cajita de madera sucia, atada a la mitad, como si fuera un cinturón, con un pedazo de soga de cabuya que ya perdía su color, fue mostrada triunfalmente, como un gran cofre de tesoro.
- Señoras y señores, culto público que me acompaña: En unos momentos, tendrán ustedes a la bella Ana Condais, la princesa de la selva. (Suave, misterioso, como si cpmàrtiera un secreto) Ella necesita de tranquilidad para no despertar su instinto devorador. Sus padres, que en paz descansen, fueron sacrificados para otorgarnos el bien de la cura. (ahora, triunfal) Si queridos paisanos, (Sacó un frasquito oscuro de no sé dónde y lo mostró, agitando vigorosamente, el brazo derecho) ¡Sebo de culebra! El que cura los dolores de huesos, ¡Legítimo, como que hoy es domingo!; (pausa, se seca la frente, con una pose a lo Marlon Brando en el Padrino; gira, se agacha, y se muestra los riñones, fingiendo dolor) Yo sufría de intensos dolores en esta zona y ¿saben lo que me curó? ¡El sebo de culebra! ... Mi mente congeló la imagen, como en el cine, y empecé a caminar por entre la gente, (como camina la María de La pasión de cristo o como la esposa asesinada de Wallace de Brave heart) es decir, sin que nadie pudiera ni verme ni tocarme: señoras y señores de ojotas, harapientos, con cara de muertosdehambre, miraban incrédulos; culto público que jamás había visto un pequeño reptil del grosor de un dedo pulgar y que no pasaba los sesenta centímetros, esperaba el acontecimiento; cachetes agrietados, por el frío, con ojitos saltarines y negros como su suerte, sin zapatos y con el estómago pidiendo a gritos ser llenado, al menos en tiempo de fiesta, cuando el patrón sale en procesión y los cuetes revientan sin parar. La imagen se descongelo y avanzó en cámara rápida, cuando ví al Panchito, ese cachete agrietado, que siempre mostraba casi media nalga, por el huecazo que tenía, de tiempo, su pantalón; sonreía, aunque medio nervioso, cuando la culebra, se movía alrededor de su cuello; la tenia sujeta por la cola y la garganta (bueno, todo el cuerpo de una culebra es su garganta, pero yo hablo de esa parte que está muy cerca de la cabeza) y su mirada de pillo y sonrisa, fijas en los ojos amarillos de la princesa Ana Condais.
A veces pienso, como decía mi madre, que todo aquí se paga. Sólo que yo nunca pude cobrar lo que me debían y creo que nunca lo haré.
Se paga, sí, sólo que cobran otros ¡vaya chiste!.
El hombre vestido ya no como mujer, y sin trenza, caminaba como loco buscando por todos los lugares, hasta debajo de las piedras, a un muchachito, al que se le veía el culo, por haber ahorcado a su princesa ...


Cajamarca, hacia la medianoche del dos de mayo del 2004

Texto agregado el 03-05-2004, y leído por 302 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-05-2004 Tienes el "don" de la narración sin dudas, es un texto con mucho de cinematografico..., y el sabor pintoresco de Latinoamerica. Vale 5*. Un abrazo y mis afectos. CalideJacobacci
 
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