La Reflexión.


Todo su cuerpo descansaba pesadamente sobre sus endebles brazos que temblaban ligeramente ante el último dejo de voluntad. Las gotas espesas como ácido se deslizaban por sus mejillas y se colaban por la comisura de sus labios con un sabor tan salado, que le hacía sentir cada impulso eléctrico emitido desde el costado de su lengua hacia su cerebro como si fuere al pinchazo de un fino alfiler.

Tomó fuerzas y bajó tan rápido como pudo para intentar el último empujón hacia arriba; apretó los dientes, tensó sus mejillas como si estuvieran hechas de un durísimo caucho y comenzó el ascenso. Sus brazos le temblaban tanto que parecía sentir el suelo moverse inestablemente como en un sectorizado sismo solo preparado para el.

Levantó poco a poco su cuerpo con la ayuda casi insignificante de las puntas de sus pies, finalmente estaba arriba…se desplomó sobre la fría baldosa que parecía estar jugándole una broma al calor sofocante de su pecho; descansó los brazos a sus costados de la manera más inerte en que jamás lo había hecho; suspiró su último aliento y se tumbó boca arriba al tiempo que sostenía el aire apretando sus fosas nasales. Miró hacia el techo blanquecino de la solitaria habitación y con una sonrisa en los labios que no mostraba nada distinto a la satisfacción del deber cumplido, exclamó vagamente – Uff!! Que reflexión!! -