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La Historia de Rosario?

Tan pronto se encontraron vio en sus ojos lo que había sido su propia vida exactamente un año atrás. Cuando Rosario empezó a hablar él sintió que las palabras sobraban; podía anticiparlas, darles el contexto que ella estaba tratando de crear para el; podía, si hubiera querido, completar sus frases y agregarles formas y colores de acuerdo a su propia experiencia o, más bien, de acuerdo a su propio sufrimiento.

No la interrumpió; eventualmente respondía a sus preguntas con frases cortas, o reiteraba lo que ella estaba tratando de decir; quería que ella supiera que él había estado allí. Él había golpeado las mismas puertas, hablado con la misma gente, se había sentido igual de miserable, había luchado, gemido, llorado, pero igualmente, con el tiempo, lo había empezado a olvidar todo. Desde hace unos meses no volvió a pensar en aquel abismo de tristezas y soledades; había iniciado nuevos planes, su vida tomaba un rumbo diferente y, aunque conservaba un eterno rencor, cada vez ese pasado le era más lejano. Al principio simplemente se obligó a evadirlo; se obligaba a caminar de más para evitar espacios comunes, a fingir una llamada telefónica para no tener que saludar a una forma humana que se acercaba, o a cambiar intempestivamente el tema cuando alguien más lo traía a la mesa. Sin darse cuenta había sido relativamente exitoso en su pobre intento: ahora no pensaba más en eso. Pero el miércoles apareció Rosario y entonces recordó todo como una película que pasa en un segundo; recordó el frío penetrante, la soledad indescifrable, los caminos tortuosos, la indiferencia agobiante, el egoísmo, la ignorancia, la impotencia, las ganas de gritar, de ser capaz de una vez por todas de mandar todo a la mierda. Recordó el dolor. Sin embargo, esta vez reconoció en si mismo a alguien diferente, se dio cuenta de que había estado allí pero que ahora podía ver la foto desde otro ángulo. No se sentía como-si-hubiera-superado-una prueba, lo que vivió se parecía a todo menos a superar algo, pero sentía cierta indiferencia, cierto desprecio, cierta suficiencia que ahora le permitían vivir. Le permitía sobrevivir, por lo menos.

Hablar con Rosario -o escucharla hablar- fue su primer reencuentro con esa fase oscura de su vida. La vio metida allí, consciente de que había una salida pero sin la menor idea acerca de cuál era. Ella quería conocerlo, le habían hablado de el, le habían contado parte de su historia y ella quería completarla; quizá por ese camino encontraría la tan anhelada salida. Pero también quería desahogarse, encontrar alguien que le permitiera descargar su odio, sus rencores, su período de sufrimiento gratuito, su infinito engaño. Él la dejó que hablara y cuando vino el momento indicado se remitió a contar los pedazos que completaban su historia ante ella. En ese momento empezó a dudar de su propia existencia, de su capacidad de decisión, de haber hecho con su propia vida lo que él creía ser hoy. La cuestión era muy sencilla: esta vez se aparecía ante él alguien que cruzaba el mismo camino que el cruzó hacía un año. Podía sentir y revivir cada momento; esa fue una experiencia especialmente importante en su vida, luego era fácil recordarla. Pero, ¿qué sería de todas aquellas situaciones que no lo eran? Cuando Rosario contaba cada uno de sus pesares él se veía a si mismo con los suyos; cuando hablaba de sus posibles planes, él reconocía su misma lista de opciones; cuando ella cambiaba el tono para no estallar en lágrimas, él recordaba su propio dolor; se veía reflejado en el espejo de sus ojos. Entonces pensó que todo era un engaño; que él, como había creído ser hasta ahora, no existía, sino que había situaciones pre-determinadas en las cuales, ayer él, Rosario hoy, mañana cualquier otro, encajaban a la perfección, mientras tenían la ingenua idea de estar haciendo su propia vida; de estar tomando sus propias decisiones. Todo la mentira apareció clara ante sus ojos. Se odió por su inocencia, por su inmensa ingenuidad.

Supo entonces que en ese mismo momento alguien más se estaría preparando, estaría "tomando la decisión" de entrar al oscuro laberinto para, un año mas tarde, preguntar a gritos por la salida. Entonces llegaría Rosario y vería en el, o en ella, su propia vida pasada. Escucharía sus palabras, se sentiría con la capacidad de completar sus frases, de darles el contexto que este trataría de crear para ella. Todo volvería a ocurrir como ocurría en ese preciso instante, como seguramente tantas veces ya habría ocurrido antes. Después de frases sin terminar, con más ideas inconclusas que con soluciones viables, pagaron los cafes que se habían tomado, se despidieron, y al empezar a caminar él pensó que esta sería una buena historia que escribir. Pensó una vez más, recordó su ingenuidad, y se dio cuenta que, aunque el no la hubiera leído, esta historia ya estaba escrita.

Texto agregado el 28-09-2008, y leído por 255 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
03-12-2008 Interesante ,,pero no deja nada claro ,,, apneazul
28-09-2008 muy bonito texto exelente un abrazo sapoeta
28-09-2008 Esta buenisimooo...me gusto muchisimo LlenadaCorreCaminos
 
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