De vez en cuando, más o menos seguido, mi auto pretendida rudeza se va derechito a la mierda y me da por escuchar cumbias cebollentas, ska y en realidad cualquier sonido que le traiga harto bronce y guitarrita apurada . Ahí es cuando me pongo grasa, flaite y ando por acullá pedaleando cantando a todo hocico en mi bicicleta de niñita, y le bailo con cabeza y guata poniéndole weno. Hasta me invento unas cumbias y les aplico métrica de arte menor. En el camino me viene toda la sed y me da por imaginarme a mi novia bailándome coqueta, mirándome con cara de "ea ea" y le doy apuro al desplazamiento e imagino que se suspende la fricción y voy uniformemente acelerado rumbo a un infinito, que es el abrazaso que me planta mi novia en su puerta. Cuando voy a la mitad tengo la mente caliente y el espíritu tibio, me revisto de templados y les recito ballenato a los zorzales, levanto el brazo, lo agito como si la Unión Española le regalara huasca de boleta al Boca Juniors, pero voy puro llorándoles jarana a las pendejas desclasadas y ricas de la Calle República que me miran con cara de huevonas o como pa' tirarme una moneda. Yo entonces río, me paso su moneda por la raja y les canto: ¡El Gran Silencio es la pura sabrosura!