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Esa mañana Jack no se despertó del todo bien. Eran las 10:30 y uno podía sentir que una parte de él seguía aletargada por la bebida y el insomnio de la noche anterior. Tiró las sabanas hacia un lado y se quedó un instante contemplando el sucio techo. No quería levantarse, pero ahí estaba, tirado en la cama sin nada que hacer, sin nadie en que pensar, sin sueños en que soñar. Alargó su brazo izquierdo y tomó la botella que estaba a medio caer junto a su cama. No tenía el corcho puesto. Fácil. Empinó al botella y sorbió un trago seco que lo devolvió un poco a la realidad. Encontró un cigarro mal apagado en el cenicero y trató de encenderlo. Nada. Buscó entre el espacio de su cama y la pared, y además de recuperar un poco de yerba olvidada en su pipa, encontró dos cigarrillos en perfecto estado. Fumó de la pipa y encendió un cigarrillo. Una espesa bocanada de humo comenzó a subir por la habitación hasta estrellarse en el techo. Jack estaba pétreo, sus músculos estaban completamente tensos, el vino lo ayudaba a despertar, pero al mismo tiempo lo iba sumiendo en una espesura que lo devolvía a su cuasi-realidad. Comenzó a notar la suciedad del techo, comenzó a contar las manchas mortuorias de insectos: polillas, zancudos y diminutas libélulas lo acechaban desde lo alto de su habitación.
Cuando salió de su cama era pasado el medio día y el calor del lugar lo llamaba a hacer algo... cualquier cosa menos permanecer allí estancado.
Se levantó torpemente tratando de no peder el equilibrio. No fue suficiente. Trastabilló en sí mismo y la botella comenzó a vaciarse sobre la alfombra. Con movimientos de marioneta Jack trató de salvar lo poco que quedaba en el receptáculo. “Mierda!” - Exclamó mientras bebía las últimas gotas que no alcanzaron a derramarse.
Sonó el teléfono y una pizca de esperanza le llenó el corazón... “¿Tiene teléfono celular?” - oyó, y eso fue suficiente para que tomara el auricular y lo lanzara con todas sus fuerzas contra la pared. El teléfono dio un golpe hueco en la pared, y rebotando por sobre su cordón de espiral fue a caer sobre el pie de Jack. “Mierda!!!” - Fue todo lo que alcanzó a decir... luego de eso todo se vuelve un poco confuso y denso. La visión se le nubló y sus brazos estaban ahora tibios, la sangre le bombeaba con fuerza en el pecho, y destrozado por la nada comenzó a dar feroces manotazos a todo lo poco que quedaba en la habitación. Botellas vacías, ceniceros derramados, ampolletas, lápices, diarios sucios, orina, sangre... ilusiones... jadeante, Jack se desplomó sobre la cama. Un punzante dolor en el estomago lo hizo reaccionar, pero solo para resucitar aun más enajenado que antes. Era el auricular del teléfono que se le hundía indescriptiblemente en el estomago. “NO TENGO UN MALDITO TELEFONO CELULAR!!!” y esta vez el cordón se desprendió de la pared junto a un gran trozo de papel mural y restos de cemento mezclados con yeso barato.
Jack se debatía entre la realidad y su ficción. Golpes en la puerta lo trajeron de vuelta.
Secándose las lagrimas trató de permanecer en silencio. Pero le resultó infinitamente difícil, quería gritar, quería llorar a gritos, destrozar la vida, aniquilar su sentido común.
“Abra de inmediato señor Olmos!” - oía desde su habitación....
“¿Abrir de inmediato?” - pensó Jack ahogado en su llanto silencioso.
Se paró de la cama, se puso calzoncillos y se abalanzó pesadamente hacia al puerta.
“¿Si?”- preguntó pegando la oreja a la puerta.
“Sr. Olmos, ¡¿Qué demonios está pasando aquí?! Está Ud. Loco o qué?!” – gritaba la voz tras la puerta.
Jack no comprendía nada, ¿por qué estaba parado allí?, ¿qué hacia semi desnudo hablando con una voz enfermiza al otro lado de la puerta?. Dio media vuelta y se dirigió a la cocina. Buscó por todos lados pero no encontró ni una sola botella que aun contuviera algo.
“¡¿Sr. Olmos!?” - La voz seguía incesantemente al otro lado de la puerta. Jack no podía imaginar cual era el gran problema, que demonios hacia aquella persona intentando echar abajo su privacidad, o lo poco que quedaba de ella.
Estaba completamente desesperado, volvió a su habitación y todo estaba echo un desastre.... todo destruido, todo en lugares equivocados.... la pared de enfrente tenia un agujero enorme por donde se escapaban un par de cables azules y amarillos... la vida no era buena para Jack, la vida no le jugaba de su lado.
Se arrodilló como pudo, encendió el otro cigarrillo y mientras aun podía escuchar en el pasillo la voz de “¡¿Sr. Olmos!?” Jack pensó que tal vez si necesitaba un maldito teléfono celular.

Texto agregado el 07-05-2004, y leído por 287 visitantes. (0 votos)


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