| Atorado me encuentro hoycasi vomitado,
 aun peor
 esto que escribo no es nuevo
 ayer lo hice
 también anoche
 hace días igual
 y mañana quizá.
 Mientras sean los amores
 correrá la pluma
 y mientras no
 el doble será.
 
 Cuando las miradas buscan tierra
 y las caricias no concretan,
 cuando los dedos empuñan el brazo
 para luego ser desvelo.
 
 Con la cabeza en la mano
 la boca en el piso
 y las córneas en el habitáculo del yo,
 observo:
 hombre caminando por desiertos,
 volcán de pólvora y metal,
 rápido, pero cobarde.
 a paso lento por el estadio de infierno,
 mayor duele un pecho que los pies
 y, sin saberlo,
 Leonor encontró al hombre de sus sueños,
 en ese preciso momento,
 hombre que camina lento
 la cabeza cuelga en el desierto.
 
 “Te espere siempre mi buen mozo
 detrás de mis párpados y ojos,
 en las noches estremecidas del cuerpo,
 necesitando tus galantes besos”,
 “sólo quiero tus entrañas”
 le decía el buen mozo,
 ¡yo también te amo!
 le responde ella,
 “sólo quiero suavidad a mi mano”
 ¡yo también te amo!
 
 Los jotes y los cóndores le daban sombra
 pero aún seguía…, tambaleante,
 pero lo hacía.
 
 Tocando sus dedos
 se acercaron sus cuerpos
 la mirada atravesada por un lazo
 poco a poco la amarraron,
 aumentaba la respiración
 y el latir aceleraba.
 
 La piel comenzó a descascarársele
 cayendo pedazos de sudor y sangre,
 los negros seres bajaban
 y se los comían,
 pero él seguía…
 aún lo hacía…
 aún quería…
 
 Bocas irradiadas
 cuerpos homogéneos
 consumiendo el aire único,
 sus dientes alimentados
 de labios y saliva.
 
 Cayó,
 te amo… le susurro al oído,
 luego de un respiro
 intentó moverse entre la arena,
 con una sonrisa se miraron,
 pero su brazo se hundió,
 se acariciaron las mejillas,
 su rostro en la playa sin mar
 algo exclamó,
 y se volvieron a besar,
 a eso un jote escuchó:
 “oh Leonor…
 ¿no es tan bello el amor?”
 
 
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