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No le gustó cuando le dijo que al día siguiente, por la mañana, tendría que ir el solo a recoger los resultados. No podría acompañarlo esta vez. Quiso protestar pero dado el carácter del “Comanche” Acosta como querían que lo llamaran, prefirió aceptar “sin dudas ni murmuraciones”, como sabía lo hacían los de uniforme.
¡Pero volver a ese lugar lleno de militares! ¿Y si descubrían el entripado? Ya se veía con su traje a rayas tras los barrotes de alguna prisión de mala muerte.
Nunca supo ciertamente qué o quién era en realidad Ángel Acosta, pero por algunos detalles, de hecho, no hacía para nada honor a su nombre. Cuando lo conoció y se enteró que era odontólogo recién recibido, el Comandante decidió que el flamante saca muelas Federico Lewis tenía que asimilarse a la gloriosa Marina de Guerra. Eres colorado, tienes buena talla y eso es más que suficiente, le dijo sin esperar para nada su opinión. Tú sólo encárgate de traer estos documentos que del resto me encargo yo y le entregó una lista. Lo tenia todo, todo menos el certificado de estudios pre militares universitarios.

-No lo tengo-lo dijo casi con escondido beneplácito.
-No jodas pues Fede- le dijo confianzudamente. ¿Y se puede saber por que carajo no lo tienes?
-Es que yo no he estudiado en el país Don Ángel-le contestó respetando la diferencia de años.
-¡Puta madre! A mi dime Comanche o si te chupas, Comandante. Eso de Don es para los huevones. Pero no te preocupes, esta cojudez no va a impedir que vistas el impecable uniforme blanco de la marina. Anota la dirección, a las 8 de la mañana en punto estas plantado en la Superintendencia Militar Regional, allí arreglamos la cosa.

Lo vio venir con el pelo recortado y con ese aire apurado del que tiene agendas recargadas. La seguridad que mostró con los soldados que custodiaban el ingreso les franqueó fácilmente la puerta de entrada y ya dentro del local pidió hablar con la máxima autoridad.

-¿De parte de quién?
-Del comandante Acosta asesor del Ministro de Defensa- e hizo el ademán de sacar la documentación confirmatoria.

No fue necesario. Los hicieron pasar a una sala de espera de mullidos sillones, decorado con gobelinos y una hermosa lámpara de lágrimas de cristal. Después de unos minutos pasaron a la amplia oficina del Jefe de La Superintendencia Militar Coronel Ignacio Avelino Barrios Alburquerque. El “Comanche” se acercó con paso firme-

-Buenos Días Coronel. Seré breve y concreto en honor a su tiempo y el mío. Nuestro amigo el Ministro Almirante Segismundo Bawer, miembro del triunvirato, tiene sumo interés que su sobrino aquí presente integré las filas como asimilado de la gloriosa Marina de Guerra. Todo está listo solo falta el documento que acredite que ha realizado los estudios pre militares universitarios que por haber estudiado en una universidad extranjera no lo tiene. Mi almirante confía que usted le resolverá el problema.

El Coronel les quedo mirando largo tiempo sin pronunciar palabra. Tocó un timbre que estaba debajo de la mesa y al momento se acercó un asistente. El coronel lo llevó a una habitación contigua y Federico sintió terribles ganas de huir.

-¿El almirante es mi tío por parte de padre o madre?- le dijo por hablar algo, sabiendo que era una pregunta estúpida.

-Cállate carajo que puede haber micrófonos- le respondió el "Comanche" acercándose a su oído.

El coronel y el asistente se acercaron. El rostro adusto del subordinado aumentó el nerviosismo de Francisco.

-Por favor acompañen al teniente-afirmó el Coronel.

Caminaron por intrincados pasillos hasta que entraron a una habitación donde se apreciaba una gaveta para documentos, tres sillones y una silla. En ella hicieron sentar a Federico. El teniente al frente al lado derecho y el “Comanche” al izquierdo quedando el del medio desocupada. Cuando el silencio se hacía insostenible ingresó el Coronel en persona.

-Quiero que me expliquen con detalle qué es lo que están solicitando- exigió el Coronel mirando el empalidecido rostro de Federico.

-Coronel, creo que he sido claro-le respondió el “Comanche Acosta”- No tengo tiempo que perder. Si desea le comunico al privado del Almirante, tío del doctor, para que él le explique.

A una orden el asistente alcanzó tres hojas correspondientes a una prueba objetiva.
Federico miró las veinte preguntas, con gráficos de armamento:

-Lea la primera pregunta-le indicó el coronel

I.- El sistema de armamento consta de elementos estándar principales:
A) Una ametralladora M3M de calibre .50, que dispara con el bloque de cierre abierto
B) Una cabeza de afuste que absorbe las fuerzas de retroceso
C) Todas las anteriores
D) Ninguna de las anteriores.

-La respuesta es C, márquela con un círculo.

Y así fueron contestadas sucesivamente hasta que el Coronel anunció que ya tenía 17 sobre 20.

-En la Marina son muy exigentes mi Coronel, mínimo 19- expresó el “Comanche”.

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La garúa persistente de ese jueves le mojaba el terno que le prestó su hermano. Miraba el edificio transitado por un sinnúmero de militares y sintió que se le congelaban los escrotos. Quiso por un momento olvidarse y regresar a su casa donde le esperaba la desocupación pero con libertad. Sin embargo, decidió jugársela y recabar las notas del examen.
Se acercó tímidamente a vigilancia donde le pidieron sus documentos que quedaron en resguardo después de sendas llamadas que le permitieron el ingreso.
El teniente lo esperaba.

-El coronel necesita hablar urgente con usted -le dijo, siempre con cara de pocos amigos.

-Se jodió la Francia- pensó resignado Federico

Entró sin hacer antesala. El coronel lo recibió amabilísimo.

-Doctor aquí tiene usted el documento que nos solicito. No sabe el gusto que nos da poder servir al Almirante.

-Soy yo el que le agradezco por las molestias, mi coronel- le respondió algo sorprendido.

-Hablando de molestias, doctorcito, quisiera aprovechar para pedirle un favor. Usted disculpe pero necesito una audiencia con el almirante, no se si usted como su sobri…

-No faltaba más, mi coronel. Lo que usted diga- Lo interrumpió con una seguridad de la que el mismo se extrañó- Escríbame por favor todos sus datos que justo esta noche tengo una reunión familiar en palacio con mi tío y tendremos tiempo suficiente para charlar.

Se despidieron con un fuerte apretón de manos.

-¡Puta madre! Ya me contagió el “Comanche” -murmuró cuando abordó la calle.

Texto agregado el 14-11-2008, y leído por 252 visitantes. (0 votos)


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