Mario se levantó esa mañana con una gran opresión en el pecho, apenas conseguía respirar, sentía como la estabilidad de su cuerpo iba desapareciendo, apoyado con ambas manos en el armario de su dormitorio se sentía incapaz de mover un solo dedo, su corazón cada vez latía más apresurado, sus manos parecían contener un centenar de hormigas moviéndose con alguna clase de objeto punzante, hasta el mismo aire parecía atentar contra su cuerpo, entonces cuando cree que va a desplomarse en el suelo, rompe a llorar, como todas las mañanas desde hace dos años, ataques de pánico, de ansiedad o quizá la misma soledad, como siempre coinciden en diagnosticar todos los psiquiatras a los que ha acudido.

Mario era un hombre de unos treinta y ocho años, inteligente, dicharachero, con un gran sentido del humor, un excelente trabajador y mejor padre y marido. Era auditor y se dedicaba al control de calidad de las pequeñas y medianas empresas, no le disgustaba su trabajo, además era una de las personas más queridas y valoradas de su entorno laboral, pero en realidad su gran pasión era la música y en concreto el jazz. Le encantaba llegar a casa sentarse en su sillón favorito y escuchar durante horas grandes clásicos como Bill Withers con su tema “Ain´t no sunshine”, que además tenía una gran carga emocional para el, era el tema con el que conoció al gran amor de su vida, así le gustaba referirse a Alicia.
Ella, era una mujer encantadora, dulce, entregada a su familia y plenamente feliz por tener un marido al que adoraba y dos niñas estupendas que eran su vida Sara y Marta de 2 y 4 años respectivamente. Era florista, tenía una pequeña floristería a las afueras de la ciudad, allí conoció a Mario hace ya más de 9 años mientras sonaba su canción en la emisora. Cuando Sara nació lleno de luz sus vidas, ese fue uno de los momentos más felices de la pareja y sin duda dos años después llegó el culmen de la felicidad, que tenía nombre propio y se llamó Marta. En ese momento Alicia decidió dejar las flores que proporcionaban un pequeño desahogo a la economía familiar y dedicarse en plenitud a sus dos florecillas. El Matrimonio adoraba a sus hijas y se adoraban entre ellos, en su hogar se respiraba la alegría.

Uno de esos días en los que Mario estaba en la oficina redactando los informes de las auditorías realizadas el día anterior, recibe la llamada de Alicia:

-Tengo una sorpresa para mi maridito!.
- Que sorpresa cielo? Dime! Me tienes en ascuas!!
- De acuerdo, no seas impaciente, te cuento. Esta mañana mientras les daba el desayuno a las niñas, he escuchado un concurso en un programa de radio, en el que tenías que llamar y decir algún gran clásico del jazz, así que he llamado y con el repertorio que tienes en el salón era difícil no acertar la pregunta, así que he ganado!!
- Y se puede saber que has ganado? Venga vamos!! Suéltalo!
- Está bien!! Allá va!! He ganado una entrada para esa banda de jóvenes promesas del jazz que tanto te gusta, “Another Dixieland Band” se llama?
- De verdad?? No me lo puedo creer!! Eres la mejor mujer/concursante del mundo!! Pero solo una entrada?
- Si cariño, solo una, pero no te preocupes las niñas y yo vamos a ir a ver a mamá y llegaremos un poco tarde! Tu disfruta del concierto y recuerda pasar a recoger la entrada por Radio 7, antes de las seis.
-Está bien, nos vemos esta noche entonces, a la vuelta del concierto, por favor dales muchos besos a las niñas de mi parte y en ese reparto quédate mucho de ellos.
-Eso está hecho, te quiero amor!!!
-Hasta la noche, mi vida, yo también te quiero!

Esa tarde Alicia a eso de las seis ya había llegado a casa de su madre y ambas disfrutaban de la espontaneidad y la alegría de las niñas. Mientras tanto Mario recogía la entrada que su mujer había ganado para el esa misma mañana, y se disponía a coger el coche y dirigirse al concierto, nervioso como un niño al que le entregan un juguete nuevo llega al auditorio en el que se va a realizar el concierto.
Después de dos horas y media de jazz, del bueno, de ese que le gusta a Mario, sale pensando en las ganas que tiene de llegar a casa y darle un gran abrazo a su mujer por el regalo y ponerles a las niñas uno de sus clásicos.


Alicia llevaba un rato conduciendo, las niñas ya estaban dormidas en sus sillitas en la parte trasera del coche, parecen ángeles pensaba ella mientras las miraba por el retrovisor. De pronto una luz intensa se abalanzó sobre el coche y un sonido ensordecedor paralizó a Alicia.


Mario ya había llegado a casa hacía más de media hora, llamaba con insistencia a su mujer al teléfono móvil, pero ella con las prisas, se lo había dejado en la cocina, acto seguido llamó a la madre de Alicia que le confirmó que ya se habían marchado hacía más de media hora, lo que provocó que Mario empezara a estar realmente preocupado, ya no recordaba el concierto. Pensaba que quizá había encontrado tráfico en la entrada de la autopista, era viernes y sería lo más normal, pero en el fondo solo intentaba convencerse a si mismo e intentar mantener la calma, ya que en el fondo sabía que de casa de la abuela de las niñas a la suya propia no podían tardar más de veinte minutos.
Una hora después decide coger el coche e ir en busca de su mujer y las niñas, recorre el camino de ida y vuelta, pero no hay rastro de ellas, así que dándose por vencido decide volver a casa con la esperanza de que hayan llegado ya. Abre la puerta con nerviosismo, entra en la casa, que seguía vacía, llega hasta el salón, se sienta en el sillón quedándose totalmente inmóvil, entonces la luz del contestador le llama la atención, alguien había dejado un mensaje mientras que el había estado fuera, se dispone a escucharlo:

- Este es un mensaje para el señor Mario Murillo, le rogamos se dirija con urgencia al Hospital General de San Rafael, su esposa ha sufrido un accidente.

En ese momento deja caer el teléfono absorto por la noticia, se dirige al Hospital a gran velocidad haciendo caso omiso de los límites. Al llegar al Hospital, enloquecido busca a sus seres queridos, hasta que las enfermeras lo dirigen a la consulta del psicólogo, el Dr. Balaguer, y sin más preámbulos lo hace participe de la noticia:

- Sr. Murillo, su esposa y sus hijas han sufrido un accidente cuando se dirigían hacia la ciudad, en la autopista el conductor de un camión cisterna ha perdido el control del vehículo colisionando fuertemente con el vehículo en el que viajaba su familia, las niñas han quedado atrapadas entre el amasijo de hierros y han perdido la vida en el acto, por otro lado su mujer se mantuvo con vida hasta la llegada de las ambulancias, pero desgraciadamente el fuerte impacto del volante sobre su pecho provocó que sus costillas perforasen los pulmones y desgraciadamente los médicos no pudieron hacer nada para salvarla, irremediablemente también murió.



Todas las mañanas la misma opresión en el pecho, todas las mañanas los llantos, todas las mañanas el desconsuelo, todas las mañanas Mario quiere morir, desde hace ya dos años. Esa mañana, tras su crisis, coge su coche, se dirige hacía el punto exacto en el que el destino truncó sus vidas, se va acercando a gran velocidad, casi puede verlas, tan cerca casi puede sentirlas como cuando estaban vivas, que soledad, que vacío, a esa velocidad y en esa autopista, Mario ya no puede más, cierra los ojos y vuela. Ya no recuerda el concierto