| María y el hombre en la esquina
 
 La tarde dorada y tibia avanzaba
 contorneándose empujada por la noche
 que ansiaba instalarse...
 Aquel hombre estába sentado en una esquina,
 vistiendo un pantalón de color camuflasheado
 por la tierra y una camisa a la cual se le olvidó
 que hace lustros fué azul, en la cabeza traía un
 sombrero de paja que seguramente le pidió prestado
 al espantapájaros de los campos cercanos.
 Me acerqué a él, por que ví que tenía una herida en
 la mano, lo saludé y ni me miró, le ofrecí ayuda,
 dinero, transporte y mis palabras fueron como insectos
 revoloteando a su alrededor, desesperada le dije:
 _Señor, acepto su negativa, tiene usted todo el derecho
 del mundo y mas, de no querer nada, pero por favor,
 le ruego, acepte al menos mi pañuelo para parar ese
 sangrado.
 Mis palabras iban acompañadas con el acto de sacar
 mi hermoso y perfumado pañuelo de lino.
 El hombre no se resistió, tomó mi pañuelo, lo olió,
 levantó la mirada, mostrándome unos hermosos ojos
 color violeta y derramando una lágrima de lodo, me
 dijo_ ¡gracias ángel!.
 Me retiré sintiéndome miserable, yo
 solo le dí un pedazo de tela y el me dió unas
 palabras que nadie me había dicho antes y que
 jamas olvidaré.
 De regreso a mi casa, me acordé de Margarita,
 Margarita Zamudio, la querida cuentera sensible,
 y amorosa de cuya serie de "Galería de retratos"
 he aprendido tanto. Seguramente, ella hubiéra hecho
 una belleza de este encuentro.
 
 
 Dedicado con admiración y respeto a Ma.del Carmen Guzmán O.
 
 
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