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UNA VIDA UN MINUTO.
Era de noche, aun lo recuerdo, todas la preguntas venían, me miraban y se quedaban quietas frente a mi...

Pasaba las tardes, los días y las horas, pensando ¿Por qué esperanza se había marchado?

En el fondo todos imaginamos la verdad, llegamos a una conclusión que suena lógica pero inmediatamente la descartamos, no la queremos ver, pensamos que mañana todo estará mejor y las cosas que nos aquejan desaparecerán, pero no es así hay cosas que no. Esperanza se fue, como las cosas buenas de la vida se fue, duro un instante a mi lado y desapareció, la compro el dinero, se la llevo una cara bonita en una camioneta del año, un día como cualquier otro tomo su abrigo y se fue, no dejo una explicación atrás solo se fue. No lo podía creer era lo único que parecía importante y me dejo atrás con una sonrisa gélida y una mirada sin palabras. ¡Que impotencia me daba mirar la misma banca, en el mismo sitio, pero sin la misma persona¡

Deje a los amigos atrás, ¿no sé por qué? Pero con el paso de las semanas solo dos amigos se quedaron a mi lado Soledad y Efebo, era una sensación extraña estaba solo pero acompañado, una tristeza inmensa se aferraba a mi me entraba por los poros y yo con una sonrisa, me engañaba soñando siempre mi propia realidad.. Con uno de esos amigos solía pasar la mayor parte de mi tiempo, parecía no aburrirle la misma historia que siempre le contaba, nos sentábamos en las bancas cerca del rió durante mucho tiempo para ver pasar las personas, las mirábamos atentos algunas veces ellas también volteaban su mirada, nos miraban sin mirar, pasábamos los días en los mismos sitios, las mismas formas cada noche en la cama y a mi que me daba por llorar cuando ella me abrazaba. Ella era todo lo contrario a la pequeña esperanza pero aun así prefería estar con ella que salir como loco a buscarla.

Había algo que me agradaba de Soledad, ella no tenia que fingir la risa al escuchar mis estúpidos chistes, los cuales a nadie les parecía graciosos solo a los dos, no me preocupaba la forma en como me vestía para verla, ni los modales que tenia que usar cuando estábamos juntos y nos comunicábamos sin la necesidad de usar las palabras, estar con ella era como estar conmigo.

Fue en ese momento en que mi vida no parecía tener control, cada decisión me alejaba más de Esperanza, las acciones me hacían caer una y otra vez, los caminamos me llevaban a un lugar cada vez peor. Era como si una maldición hubiera caído sobre mi, sentía que los demonios me tomaban de las extremidades e intentaban llevarme aun lugar que no tenia nombre y al que estoy seguro no quería ir, ellos me mordían el cuerpo con un veneno que enfermaba mi cuerpo. ¡si! Me encontraba enfermo de desilusión con una fiebre de odio y un dolor agudo muy parecido al silencio. Los demonios se fueron y los malestares se quedaron eran la causa de que en las noches las lagrimas me brotaran por el incesante dolor, llegue a pensar que vomitaría el corazón por la garganta, se sentía como un fuerte apretón en la garganta que me impedía emitir palabra. Y es que parece extraño estar rodeado de tanta gente y que nadie sienta tu dolor, que todos juzguen tus acciones te miren y nadie entienda tu llanto, que mueras y que nadie te recuerde.


Recuerdo que una mañana vi a Esperanza abrazando, amando, siendo feliz. Nuestras miradas se cruzaron un instante pensé que saludaría, yo tenia la mano apunto de salir de la bolsa, ella solo me dio la espalda y siguió abrazando al amor. Solo seguí mi camino sin palabras y sin nadie ni siquiera Soledad.

La tarde se hacia casi noche cuando Efebo llego mi casa. Bebimos tanto alcohol que dolor y alivio se turnaban en mi cuerpo. Aquella noche di el mejor discurso: ¿ por qué no vale la pena vivir en un mundo miserable?, donde la gente se conforma con la realidad. Efebo me miraba como aquel que ve una cosa que le parece curiosa, no me interrumpía dejaba que mis palabras subieran a tonos que parecían casi los ruidos de una bestia. Empezaba amanecer cuando Efebo se despidió de mi, pero antes de marcharse dejo una calibre 22 en la mesa con una bala, me miro y en sus ojos pude ver todo mi pasado desde el comienzo de la memoria, cuando llegue al momento en que vivía quise ver mas adelante pero él cerro su mirada dio la vuelta y se fue.

Coloque la bala en el cargador y segundos después el cargador en el arma, apunte directo a la cabeza, cerré los ojos en un momento de total silencio un instante en el que se comprimieron todas mis ideas y desaparecieron en si mismas, escuche el sonido que perforaba carne y hueso y sentí un dolor inmenso pero contrario a lo que esperaba no desaparecí. El sonido quedo retumbando en mis oídos, el dolor me desgarraba. Abrí con pesadez mis ojos y vi a Soledad junto a mi, mirándome con una tristeza colosal y los ojos llenos de lagrimas. Sentí correr la sangre por mi cuerpo, cada momento de mi vida, cada aliento los sentía irse, pero no hacia nada para detenerlos. Cerré los ojos y ella apareció, era Esperanza con su dulce sonrisa y ya no sentí dolor...

Texto agregado el 05-12-2008, y leído por 145 visitantes. (0 votos)


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