Y bajo esa verdad innegable, consistente en que entre tú y yo, y los conceptos opuestos de vida con que hemos sido formados, existan irremontables kilómetros de distancia, me parece una divina gracia, casi inexpresable, que hayamos conectado unas cuantas centenas de minutos en la zona achurada aquella, para terminar sembrados, sin darnos casi cuenta, en la planicie sudorosa de estas sábanas de hotel, a medio camino de nada, pieza 14, amaneciendo, 8:30 am, con el desayuno continental servido a nuestros pies.