| Cada mañana, más dormido que despierto, se levantó de la cama sin ilusión ni esperanza. Salió a la calle desierta, sin ver a nadie ni a nada, caminando hacia la esquina cubierta de niebla y agua. Una moto, sólo una moto de un joven conducida por un casco, vacío seguramente, que pasando por allí en aquel mismo momento, acercándose a la acera, le salpicó de agua fría.
 Sorprendido, sin la esperanza de que se detuviese, le gritó esa frase tan instantánea y española que recuerda a la santa madre de los otros, . Se sacudió el pantalón y las mangas de la chupa, pero el agua resbalaba entre cueros y zapatos. ¡ Hijo de... ¡ , volvió a repetir.
 
 ¿Qué te pongo? - le preguntaron cuando ya entraba en la tasca. Y él respondió con desgana, me pones lo que tú quieras.- Y luego sin hablar más, después de tragar el brebaje de anís, depositó sobre el mármol dos euros que eran franceses.
 
 ¡Cómo va ¡ se pronunció un cliente desconocido -Va como siempre, es muy raro, le aseguró el de la barra-
 
 Los pasos de cada día, la calle de cada día, y un paso de peatones, tan raro que a esas horas de la mañana aparece vacío. Cruza con tiempo y sin ganas y, un perro que va detrás, muerto de hambre y escocido, se le mete entre las piernas, y da al suelo con el tío. ¡ Hijo de... ¡ insiste en repetir para terminar gritando –
 
 Se levanta compungido cuando la sangre del perro, que por él ha muerto en vivo, enrojece sobre la acera. Sale a la calle la gente del dormido vecindario. Cuando llega la ambulancia y el coche de la perrera, sin entender qué pasaba, lo envían al dispensario.
 
 No tiene nada, qué raro, ¡si el coche está destrozado ¡ comenta un facultativo
 
 Algo mareado estaba, cuando un desconocido, a quién nunca había visto, muy triste y muy compungido, se dirige a él diciendo ¡Aunque haya matado a su perro, le juro que no le he visto ¡Se lo juro.¡
 
 ¿Y qué habrá que hacer ahora? - comentó por decir algo- con franca resignación.
 
 -No se preocupe señor,- para eso está el seguro
 
 Unos meses más tarde, le asignaron tres mil euros, sin saber si eran franceses o bien de otra procedencia, seguramente españoles, vete a saber, ¡ qué chorrada ¡
 
 Y cuando cobró del seguro, aún debiendo el alquiler, los muebles y otras gabelas se interrogó con alivio ¿para qué trabajar tanto?
 
 Pero dos días más tarde, se persona en la perrera; para adoptar un cachorro. ¿Cuanto valdría ese perro?
 
 ROBERT BORES LUIS
 
 4-04-2004
 
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