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La tarea es la siguiente, por favor anoten, dictaba el profesor Montesinos, de sociales.
-Deben averiguar con sus propios medios, ¿cuánto mide la torre de la iglesia?
-Profesor, la torre misma o desde el suelo hasta la cruz?
Se escucharon las voces de siempre que me decían tonteras, pero no me importó
-Silencio por favor, desde el suelo hasta la cruz, Morales y no valen las respuestas, de que me dijeron, de que me contaron. Está claro.
Era la última clase del día viernes, a las 13:30 horas tocaban la campana de salida. Ya no me venían a buscar, el colegio me quedaba muy cerca de la casa. Me iba con mi hermano mayor.
Me puse a pensar cómo iba a medir la torre de la iglesia.
Según mi hermano era super fácil, era cosa de calcular.
-Has una encuesta.
-¿Una encuesta?
-Claro, el día domingo, a la salida de misa, le preguntas a las personas cuánto creen que mide la torre, luego calculas cual es el número que se repite más veces y ahí tienes la solución a tu tarea.
-Pero es que el profesor dijo que había que hacerlo por nuestros propios medios.
- Da igual, total ¿es sin nota o no?
-No sé, el profe no dijo nada.
- Y ¿quien es el profe?
- Montecinos, de sociales.
- churrra, ese viejo es más maricón que la cresta, ponte nervioso Jano.

Ahí se acabó la conversación y yo me quedé con las ganas de haberla seguido, pero mi hermano no me habló más hasta que llegamos a la casa.
Mi mamá me preguntó cómo me había ido en el colegio. Le dije que bien pero que tenía que hacer una tarea para el fin de semana. Jorge me miró con cara de imbécil y me pidió que me callara, haciendo muecas detrás de mi mamá. A Jorge no le iba bien en el colegio, mi mamá se tenía que sentar todos los días con él después de tomar once y le revisaba todos los cuadernos. Ahí se ponían a gritar como perros y Jorge salía castigado. Yo era buen alumno, tenía promedio seis coma dos.
Le pregunté que opinaba de mi tarea. Dejó de lavar los platos un momento y se sentó conmigo.
-Mire Janito, usted sabe que yo no sé de estas cosas, pero si me pregunta, habría que hacerlo con una huincha de medir.
- Cómo la que tienes en el costurero
-Esa misma.
Lamentablemente la huincha medía un metro cincuenta centímetros y yo me daba cuenta que la torre medía mucho más.
-No me sirve mami
-es que no tengo una más larga mi amor
Jorge apareció en la cocina y abrió la puerta del refrigerador. Mientras se hacía un pan dijo:
-Cómprate una lana, la cuelgas desde el campanario y luego la mides por pedazos con la huincha de la mamá.
Quedamos mirándonos asombrados, era de lo más inteligente que le habíamos escuchado a mi hermano.
-Buena Jorge, tienes toda la razón.
Entonces, se refregó su puño contra la camisa y puso una cara de sabelotodo.
-Que habiloso el niño, dijo mi mamá, entonces ocupe esa cabecita que Dios le dio y sáquese buenas notas en el colegio.
-Pero si es desde el campanario, no voy a poder medir la cruz.
Ahí volvimos a lo de siempre: el Jorge dando explicaciones y mi mamá pidiéndole los cuadernos, todo con muchos gritos de ambos.
Igual le pedí una lana a mi mamá.
-Hay una rosada, es para hacerle un chalequito a la guagua de la Sra. Nolfa, pero no creo que te sirva, no debe medir más de siete metros.
Era verdad, aparte de ser muy delgada era muy corta para la tarea.

Fui al centro con la plata de dos mesadas, que mi mamá me daba después de misa. Y me paré al frente de la iglesia. Era muy alta, nunca me había fijado en lo alta que era la torre. Luego fui al bazar de la Sra. Nolfa, tenía una guata inmensa, parecía la guagua se le salía por la boca.
-Vengo a comprar una cuerda larga.
-qué te vendo Janito: lana o también puede ser hilo de volantín.
- Qué bueno no se me había ocurrido, quiero hilo de volantín.
Compré el hilo de volantín y me fui a la plaza nuevamente.
El sol de la mañana le pegaba por detrás de la iglesia.
Entonces, para hacer una primera aproximación, decidí medir la sombra de la iglesia que daba a la plaza.
Tome el hilo y me fui caminando desde la puerta de la entrada de la iglesia, baje doce escalones, esperé que pasara una liebre y crucé la calle, luego caminé hasta la pileta y llegué hasta la punta de la sombra, que se asomaba un poco más allá de un carabinero que estaba parado en la plaza.
-Permiso señor carabinero.
-Qué esta haciendo Joven con ese hilo.
-Estoy midiendo la iglesia, con la torre incluida.
-Pero esta midiendo la sombra, lo que es una distorsión de la realidad.
Ahí me quedé mirándolo hacia arriba, con el hilo colgando de la mano.
-Yo le voy a enseñar una forma mejor de medir la iglesia. Me la enseñaron en la escuela de sub-oficiales y no falla.
-Dígame.
Entonces el carabinero se paró recto frente a la iglesia y levantó su brazo derecho.
Yo pensé que iba a saludar a alguien pero se quedó parado con el brazo levantado hacia adelante.
-Se fija, hay que levantar el brazo a cuarenta y cinco grados entonces se fija bien que la punta del dedo esté apuntando a la cruz. Luego mide desde aquí hasta la puerta y asunto arreglado.
Me pareció excelente, entonces fui caminando mirando mi brazo y haciéndolo apuntar directamente a la cruz, puse una piedra en el lugar y comencé a medir.
Dieciocho como cinco metros, esa era la altura.
Anoté en mi cuaderno de ciencias sociales los datos y puse mi formula de la mano en cuarenta y cinco grados que gentilmente el Sr. Carabinero me había contado.
El día domingo a la salida de la iglesia me encontré con Martinez y con López. Ambos me preguntaron por la tarea.
-es super fácil, pones la mano en cuarenta y cinco grados y mides.
-Pero que buena, nadie tiene las medidas.
- No te creo.
Entonces aprovechando que mi mamá hablaba con el curita, llevé a la mayoría de mis compañeros de curso a la plaza, los hice formar y les expliqué lo de la mano, Entonces cuando estábamos todos parados con el brazo en alto midiendo la torre, se empezó a juntar la gente. Todos nos miraban y murmuraban. El cura Jerónimo pidió silencio a los feligreses y cruzó la calle con sotana y todo.
-¿Porqué hacen ese símbolo niños? Nos preguntó el cura con cara de incredulidad.
-El Carabinero que se para en la plaza, gentilmente nos enseñó.
Entonces el Padre, se puso colorado como tomate y nos gritó:
-Fascistas, bajad ese brazo del demonio delante de la iglesia de Dios y llevaos su ideología desgraciada a otro lugar.
Ahí llegaron los padres de mis compañeros y mi mamá que me pegó el único coscorrón, que tengo recuerdo en mi vida.



Texto agregado el 11-12-2008, y leído por 273 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
16-02-2012 La forma fácil de averigar el resultado de la tarea es buscando en Google. No hay nada que no esté escrito ahí. Me dio gracia la narrativa, es entretenida. inkaswork
24-11-2011 Agradable de leer. Mi problema es el no entender algunas palabras. juanfran
11-12-2008 Muy buen cuento Evaristo, hasta didáctico diría. Muy bien narrado con buenos chispazos de humorismo y un final sorpresivamente hilarante. *****Saludos. sagitarion
 
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