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ENTROPÍA

Entropía: medida de la incertidumbre existente ante un conjunto de mensajes del cual va a recibirse uno sólo. ///Medida del desorden de un sistema. (Dicc. de la Real Academia Española, 1997)


Esa noche, antes de abrir la puerta, él supo que Elena se había ido. Lo supo como una madre sabe que el hijo está enfermo, o como el hombre de campo intuye la lluvia por el olor de la tierra que, aún seca, llama a las gotas.

Él esperaba algún detalle, sin embargo. Una nota; una explicación o una excusa; algún indicio. Sobre la mesa diaria , el juego de llaves que ella tenía desde el primer día que había pisado su casa, confirmaba su ausencia. Todo estaba prolijamente muerto, escandalosamente ordenado, silenciosamente estéril.

Hace tres años, cuando por primera vez desde su timidez se había animado a pedirle que le hiciera saber si había algo que la incomodara, la respuesta de ella no podía haber sido más honesta: “el día que yo no me sienta cómoda , me voy”, le había dicho. Él lo tomó como una afirmación de principios, como los últimos resabios de autonomía de una mujer a la que no le gustaba someterse. Estuvo seguro entonces de que era la persona que él había esperado tanto tiempo.

Y desde aquel ínfimo y único gesto de libertad, él no había tenido ningún motivo de reclamo. Amaba la ausencia de sonidos y la presencia de ella en la casa era imperceptible, como el rocío desplegado del invierno. Elena caminaba casi sin rozar el piso, y más que caminar parecía que se deslizaba por medio de algún mecanismo perfecto e invisible. Las cosas que llevaba parecían no pesarle entre las manos, y aumentaban la gracia y ligereza de su andar. Ni siquiera el subir las escaleras le requería esfuerzo alguno, como si por arte de magia los peldaños comenzaran a rodar en subida o en bajada, según su voluntad.

Pero esa ilusión de elegancia se había terminado. Las llaves sobre la mesa y la comida en el microondas era sólo símbolos de la decadencia de la distinción. Ahora entonces ansiaba que Elena lo perturbase, lo molestara, le hiciera saber de alguna forma que esa, esa que se había ido no era ella. Que durante tres largos años la ficción de ese fantasma de voz suave y armoniosa, de esa compañía de susurros y cuidados había mutado en una realidad de mujer activa y algo descuidada, impetuosa y decidida; una mujer un poco fastidiosa, sí; pero de carne y hueso, que volvería con pasos resueltos a golpear la puerta.

Como a las tres horas de dar vueltas en vano por la cocina vacía, y de subir y bajar las escaleras contando una y otra vez los peldaños que se obstinaban en permanecer en número constante, supo que la salida estaba, literalmente , al alcance de su mano. Sin mirar el teclado y a contramano de lo que indicaba el reloj de péndulo de la sala, llamó a su amigo. Tres, cuatro rings más cerca de su desconsuelo, una voz vencida por el sueño se escuchó lejana al otro lado.

- Juan, tenés que ayudarme. Elena se fue.
- Cómo? Pero...
- Sí; ya sé, no me preguntes cosas que no te puedo contestar. Hoy llegué a casa y ya no estaba.
- Estás seguro?
- Me dejó sus llaves sobre la mesa
- A lo mejor se las olvidó y se quedó afuera...
- No, Juan; hoy llegué un poco antes del trabajo, y a esa hora ella siempre está. Si hubiera ido a buscar algo, al mercado por ejemplo, y se hubiese quedado afuera, me habría visto llegar, guardar el auto...Además, de todas formas, ya habría vuelto de cualquier parte donde estuviera.
- Por qué no la llamás para ver dónde está?
- Hace menos de una semana cambió de celular y no tuve la precaución de anotar el nuevo número. Como siempre la encontraba acá...Nunca tuvo otro teléfono.
- Ahí está. ¡Andá a buscarla a la casa, entonces! O también me vas a decir que vendió la casa donde la llevaste los primeros días?
- No. Pero no voy a ir.
- Por qué?
- Sé entender.
- Y entonces para que me llamás a esta hora?
- Pensaba que a lo mejor vos...
- ¿Yo qué?
- No sé... me ayudabas a encontrar otra persona como Elena...no digo físicamente, no; pero sí en su forma de ser.
- Vos sabés bien que estuviste casi dos años buscando hasta que la encontraste...Además....tampoco es tan urgente...por ahí un poco de soledad te viene bien.
- Pero es que no entendés... yo no puedo esperar más tiempo... cuanto más ocupado estoy, cuanto más cosas tengo para hacer, más necesito la presencia de alguien como Elena.
- Tal vez deberías tomarte el tiempo para tener tiempo. Pero bueno ¿ que querés que haga?
- Estuve pensando mucho en Elisa. ¿Sabés? Hasta tiene nombre parecido...
- Ni lo intentes. No te la aconsejo.
- Por?
- Vos sabés bien que ella estuvo conmigo unos meses...
- Sí, hace como dos años ya. Y?
- Y.... no es lo que estás buscando...
- Estás seguro? No te la estarás reservando, no?
- Yo? Por qué? A diferencia tuya, estoy muy bien desde que se fue. Para mí es historia terminada. Lástima que tardé mucho en darme cuenta que no era lo que yo quería. Desde entonces me las arreglé solo. Y querés que te diga algo? Es mucho mejor así.
- Me das el teléfono de alguna agencia, entonces?
- No.
- Por qué?
- Porque te aprecio mucho...y estoy convencido que eso tampoco es para vos. Mirá, a ver si entendés: después de tres años no podés reemplazar una mujer como Elena, que era casi tu segundo yo, con alguien al que sólo le importa cuánto le pagás, y que; a menos que le arrimes unos manguitos más, nunca te va a dejar conforme. Aparte sería lo opuesto en cuanto a discreción y a silencio.
- Bueno ... y entonces???
- Entonces qué?
- Me querés decir entonces como hago para zafar y conseguir contratar antes del lunes una mujer mayor que me planche, me cocine y me ordene la casa tan bien como la hacía Elena?


® 2004

Texto agregado el 12-12-2008, y leído por 62 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-12-2008 Una historia que trata un tema cotidiano y trascendente ...me gustó... naiviv
 
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