Duelen tus manos. Cansadas de apretar la nada. Duelen esas manos, que tantas veces tus labios han sellado. Que tantas caricias han regalado. Manos delgadas, de dedos estilizados como los pinceles que pintan tus lienzos blancos. Duelen tus manos de guardar en ellas miles de colores apagados.
Pero esas mismas manos, que ahora duelen, son las mismas con las que has pintado tus cuadros. Las que han dado vida a paisajes solo soñados. Con esos mismos dedos que han guiado tus pinceles, derramando colores sobre blanco de nieve, creando mundos de cálidos colores, con esos mismos dedos, has dibujado poemas de amor sobre piel ajena. Has rozado labios amados. Has sentido dedos entrelazados.
Si, duelen tus manos, porque siempre duele el amor derramado como gotas de lluvia en valle nevado.
Ese dolor desparecerá. Formará parte de un recuerdo que será pasado. Volverás a pintar, en lienzos, en pieles, con dedos, con pinceles. Recrearas refugios, lagos, amaneceres. Ocurrirá. Y no volverás a sentir labios vacíos sobre lienzos blancos, ni dolor en tus manos. |