TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / abin_sur / Dialectica de la angustia: viaje, trabajo y miseria en Roberto Arlt

[C:384612]

Trabajo o miseria en Roberto Arlt



Trabajar para vivir y vivir para trabajar:

“Las ciudades son los cánceres del mundo”
Roberto Arlt



La irrupción de la crónica modernista en nuestro país supone no solo la interrelación entre literatura y periodismo sino también el primer escalafón de un proceso que, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, desembocaría en la profesionalización del escritor. A partir de 1880 el desarrollo urbano de Buenos Aires, la lenta consolidación de la clase media, el proceso de alfabetización, la corriente inmigratoria y el crecimiento de la industria cultural se une con la incipiente idea de la autonomía del escritor y lo que podemos llamar como el hecho literario. Primero José Martí, quién escribe en La Nación desde julio de 1882 hasta mayo de 1891 y luego Rubén Darío darán forma a un nuevo sujeto y a una forma de la literatura de viaje. La crónica modernista responde entonces a las nuevas demandas de la industria cultural en auge pero también supone una forma de escritura que se propone como “literaria”, es decir, se piensa como algo más que una forma de producción sometida al orden capitalista y orientada hacia el consumo de masas.
Si imaginamos entonces una línea de tiempo que marque las etapas iniciales del proceso de profesionalización literaria, a esta primera fase marcada por la crónica modernista le seguiría la aparición de un escritor como Horacio Quiroga, quién comienza a colaborar en Caras y Caretas en 1905. Me permito homologar la figura de Quiroga con la de Edgar Poe: lo que en Poe será la “short story” (a mediados del siglo XIX) que se establece como competencia de la noticia dentro de los nuevos medios de comunicación norteamericanos, en Quiroga será el cuento breve, con su economía narrativa, sus golpes de efecto, la sorpresiva presentación de los conflictos, etc . Ambos, Poe y Quiroga afrontan la miseria y buscan la manera de sobrevivir en la nueva ciudad moderna colaborando en revistas, buscando suscriptores. Quiroga, por otra parte, emprendió una gran cantidad de negocios ajenos a la literatura, en general con resultados tristísimos y desastrosos: plantador de algodón en el Chaco, cultivador de yerba mate, fabricante de yatei, destilador de naranjas, fabricante de mosaicos, productor de cáscaras de apepi: Quiroga fue un especulador extraordinario en materia de negocios y también el primero en buscar darle a la literatura un marco profesional:

Yo comencé a escribir en 1901. En ese año La Alborada de Montevideo me pagó tres pesos por una colaboración, y desde ese instante, pues, he pretendido ganarme la vida escribiendo

Si no la edad de piedra, como Lugones, Payró y Darío, yo alcancé a conocer la edad de hierro de nuestra literatura



Conjuntamente con este momento histórico en que la obra literaria adquiere valor dentro del mercado surgirá como revés una concepción anti-utilitarista que propone deslindar las actividades intelectuales de las especulaciones mercantiles:

Ha llegado el momento de unirnos y emancipar el Arte y los artistas del mercantilismo y sensualidad que caracteriza estos tiempos… Ya hace mucho tiempo que sufrimos en la humillación; a menudo hemos debido ir a mendigar el pan ante los editores, los críticos, los aficionados y los diversos intermediarios, los especuladores del Arte, los peores enemigos de los bello cuya eterna acción es denigrar el Arte. Ya no queremos vender lo mejor de nosotros…

El arte, para esta corriente, será solo Arte mientras no esté envuelto ni sometido a las leyes del mercado. Es a su manera una concepción Romántica del hecho artístico.
Retomando: ya sea la crónica modernista como la figura de Horacio Quiroga, lo que puede notarse es la nueva interrelación entre literatura y periodismo. Si el periódico es una mercancía, lo que hace el escritor es vender su producción.
Roberto Arlt continúa esta tradición, ya sea escribiendo policiales en el diario Crítica o Última hora o, esencialmente, a través de su producción en el diario El mundo, en el cual, durante la década de 1930, publica semanalmente sus aguafuertes. La tensión entre periodismo y literatura, aún más, la esencia y la humillación que Arlt entiende alrededor del trabajo y de las relaciones mercantiles empapará tanto su vida como su obra . El juguete rabioso fue escrito en los tiempos muertos de la redacción mientras que en su aguafuerte “Una excusa: el hombre del trombón” Arlt dará cuenta de la lógica y las presiones del mecanismo periodístico: Arlt tiene que entregar la nota en 25 minutos, el tema no es malo, dirá Arlt, lo que le hace falta es tiempo para desarrollar la idea. La idea de tiempo (más bien su falta) es central para el proyecto estético de Arlt.

Consideremos el prólogo de Los lanzallamas:

Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo

Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero, por lo general, la gente que disfruta tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad


La lógica del periodismo es también la lógica de la ciudad como invención moderna y es esta ciudad, para Arlt, la que a su vez le imprime vectores a la estética: en este caso vertiginosa, hiperbólica , por momentos desaforada. Es así como Arlt comprende su propia contemporaneidad. En esto Arlt se emparenta con los movimientos de vanguardia: no hay tiempo para hacer estilo, hay que escribir, a veces en trance o sumido en cierto sonambulismo.

Ahora, la dolorosa especificidad de la miseria y la angustia dentro de la novelística de Roberto Arlt da lugar a lo que llamaremos ciudad del trabajo. Profundicemos un poco en este concepto: la ciudad como invención moderna propone la miseria y la pobreza ante la falta de dinero; es el dinero lo que pone todo en crisis. La ciudad moderna plantea una solución o una escapatoria a la miseria: el trabajo. El trabajo evita la vergüenza de ser pobre, pero reemplaza esta verguenza con el dolor y la humillación que son inherentes a toda actividad laboral. Convertirse en mercancía humana (“Silvio, tenés que trabajar” ) es síntoma de explotación y de tristeza universal. En términos de David Viñas, la escenografía de la ciudad moderna propone el trabajo, entendido como humillación. El trabajo es la oscuridad, la repetición, los objetos densos, la impotencia, la circularidad asfixiantes. Todo lo que se encuentra en rededor del trabajo alimenta continuamente la necesidad de humillación de los personajes arltianos. Trabajar “de cualquier cosa” para evitar la miseria es humillarse:

Y fregué el piso, pidiendo permiso a deliciosas doncellas para poder pasar el trapo en el lugar que ellas ocupaban con sus piececillos, y fui a la compra con una cesta enorme; hice recados… Posiblemente, si me hubieran escupido en la cara, me limpiara tranquilo con el revés de la mano

Esta es una típica figura arltiana: la humillación más atroz (el insulto, el escupitajo en la cara) debe ser aceptada con resignación. Por otra parte la figura de Erdosain: vestido penosamente a pesar de haber defraudado a la empresa de seguros para la que trabaja, pero con la necesidad de humillarse vistiendo zapatos rotosos.
La angustia de los personajes de Arlt es un sentimiento moderno, que no deja jamás de ser objetivo porque continúa la lógica (en principio capitalista) que impone la maquinaria urbana. Ahora bien, como alternativa al trabajo existe la irrupción de la magia (nuevamente en términos de Viñas) la que asume dos vertientes: el invento o el asalto. Ambos planos, sin embargo, son de alguna manera funcionales a la ciudad moderna. Estos procesos mágicos representan la veloz especularidad del enriquecimiento inmediato, ya sea a través de la imaginación tecnocrática y la posibilidad de la invención (la rosa de cobre de Erdosain) o el asalto/el robo (el primer capítulo de El juguete rabioso) Pero solo la invención propone la posibilidad del prestigio, el respeto y la admiración, nunca el asalto. Bajo estos parámetros también funciona la literatura: posicionarse como escritor y alcanzar así el respeto y el prestigio, si no de la academia, al menos del público mayoritario y popular. Por otra parte las formas de la magia funcionan en Arlt como formas de lo imaginario, no de lo real: la rosa de cobre habita una y otra vez ese terreno del sueño que se presenta como alternativa hermosa ante la desgracia de la humillación, es decir como posibilidad de alcanzar la felicidad a través del enriquecimiento repentino. Como hemos dicho, el invento como alternativa al trabajo pertenece entonces a la esfera del imaginario y no a la esfera de lo real.
Nos resta mencionar una última posibilidad ante el trabajo y por ende la humillación: la idea de la revolución. La revolución (socialista o no) impone una solución a la crisis, es reaccionaria pero no reformista. La revolución, en palabras del Astrólogo, será llevada a cabo por los locos y los criminales, por aquellos que no tienen lugar dentro de la ciudad moderna: los desclasados, los que ni siquiera pertenecen al ejército de reserva en términos de Marx, los que su vez han adquirido conciencia de su no-clase, aunque esto se presuma como una paradoja. Este imaginario revolucionario es el único, entre este compendio de alternativas que presentamos, que rompe con la idea de ciudad: propone la destrucción de las mismas: las ciudades son los cánceres del mundo. No hay miseria o humillación, ni tampoco elementos pertenecientes al orden de la magia, sino una posibilidad superadora que rompe con lo que hemos llamado la ciudad del trabajo. Su aniquilación. El fuego sobre la arquitectura moderna.


Dialéctica de la angustia:


La primera posguerra está marcada, en Buenos Aires, por el surgimiento de una cultura popular que puede definirse por oposición a la que primaba a principios de siglo XX. El progreso social, la educación popular de las nuevas generaciones, la alfabetización, la asimilación de nuevos valores e ideas da lugar a los sectores populares, a una nueva sociedad que se caracteriza por ser más abierta y móvil que aquella formada por la gran masa inmigratoria de principios de siglo: inmigrantes carentes de una identidad que los amalgame, marginados de la política, dominados por la ideología anarquista. Además, se da un corrimiento espacial: de los conventillos del micro-centro porteño y de la Boca hacia los barrios (en el caso de la familia de Arlt, las inmediaciones de Flores y Floresta) Se da entonces una expansión de Buenos Aires y un corrimiento paulatino hacia la periferia: el casco urbano comienza a expandirse. Por otra parte será en los barrios donde se manifieste la heterogeneidad de la nueva sociedad popular y sus respectivas redes sociales. Cambiaran, asimismo, los tipos: habrá trabajadores, pero también operarios, empleados, maestros, profesionales, pequeños comerciantes. Arlt (1900-1942) hijo de un oficial prusiano y una mujer italiana, es contemporáneo a estos cambios sociales que marcan la vida en Buenos Aires. Otra vez la tensión e interrelación entre trabajo (entendido como labor periodística) y literatura nos brinda una pauta de lectura para analizar este proceso: será el trabajo periodístico el que focalice en la heterogeneidad y los distintos tipos de individuos, en las relaciones sociales dentro del barrio, mientras que, por otro lado, será la novela la encargada de poner en primer plano a la ciudad opresiva, la ciudad como prisión y generadora de la claustrofobia urbana que también es una de las causas de la angustia de los personajes arltianos.

Comencemos con las aguafuertes: estas funcionan como una descripción de los personajes que habitan los barrios, como hemos dicho, Flores y sus inmediaciones. Las crónicas se mueven mediante tipos o figuras, de acuerdo con la profesión o las características singulares de los sujetos: el enfermo profesional; el relojero; el hombre que se tira a menos; el siniestro mirón; el hombre corcho etc. Las aguafuertes porteñas funcionan como una descripción intramuros de lo que sucede dentro de los límites del barrio y, para esto, es fundamental una figura que Arlt se encarga de representar en una de sus crónicas: el vagabundo (o el vagabundeo, en todo caso)

Escribe Arlt, en “El placer de vagabundear”:

Sin embargo aún pasará mucho tiempo antes de que la gente se dé cuenta de la utilidad de darse unos baños de multitud y de callejeo. Pero el día que lo aprendan serán más sabios, y más perfectos y más indulgentes sobre todo

Para vagabundear se necesitar excepcionales condiciones de soñador


El vagabundo es aquel que descubre lo extraordinario de la ciudad porque sabe mirar (y porque a su vez posee el tiempo para hacerlo, el mismo tiempo del que carece el escritor moderno para trabajar su estilo; pero el tiempo uno, el del vagabundo, entra en relación con los tiempos del periodismo mientras que el tiempo dos se construye con los despojos del tiempo anterior) Entonces, ¿cuales son las características del vagabundo? Estar bien vestido, ser un soñador, estar despojado de prejuicios y ser escéptico Para el vagabundo arltiano la ciudad desaparece:


La ciudad desaparece. Parece mentira, pero la ciudad desaparece para convertirse en un emporio infernal. Las tiendas, los letreros luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias bonitas y regaladoras de los sentidos se desvanecen para dejar flotando en el aire agriado a las nervaduras del dolor universal

Para el que vagabundea la ciudad se esfuma, se colocando en un segundo plano que deja a la vista a los nuevos sujetos y a las nuevas relaciones sociales que transcurren en el barrio. Que son, finalmente, las que le interesan al sujeto Arlt periodista. Pero no solo eso, lo que se esfuma es la ciudad real, la ciudad moderna, y lo que se pone delante del sujeto es la ciudad infernal que también es la ciudad del trabajo: aquella que contamina de dolor y de angustia a los individuos. La ciudad se coloca fuera de la vista (la ciudad ausente) y de esta forma se percibe lo que ella misma irradia. Aquí aparece, diferenciándose así del plano novelesco, una figura esencial: el sujeto contaminado por la miseria que propone la ciudad.

En el plano literario funciona la figura contraria: la ciudad alimentada y contagiada por la angustia del sujeto arltiano. Es esta, entonces, la ciudad marcada por el realismo alucinado e hiperbólico que produce la angustia y el dolor de los personajes de Roberto Arlt: es la ciudad imaginaria cuya descripción aparece unida a los estados de conciencia de los personajes. La ciudad que, dada su expansión, comienza a crecer tanto hacia arriba (los cielos) como hacia abajo (los subsuelos) y amenaza con traer el Apocalipsis tecnológico. La ciudad cobra la forma de un laberinto oscuro que oprime y encierra. Así, el personaje arltiano (Astier, Erdosain) sufre los desajustes con la ciudad y propone, a través de su angustia, una nueva lectura semiótica que funciona rechazando estos signos: la ciudad imaginaria, que también es la ciudad tecnocrática.


Huída:


¿Cómo escapar entonces de esta tipología de la ciudad infernal, marcada por los estados de conciencia de los personajes arltianos y descripta como la metrópolis tecnológica?
Beatriz Sarlo, en “Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930”, escribe:

El paisaje tiene una importancia fundamental en las utopías rurales de las primeras décadas del siglo XX, justamente porque parece una alternativa frente a la ciudad surgida de las prácticas urbanísticas, tecnológicas y laborales, que son la anti-naturaleza por excelencia. La oposición más aguda es entre paisaje “natural” y “paisaje tecnológico”

Esta oposición es central en Arlt: la ciudad (Buenos Aires) funciona como una maquinaria construida sobre lo que antes era el paisaje natural y se opone a este; la naturaleza, como parte de la utopía rural, se vuelve engranaje. La huída supone entonces un movimiento hacia la naturaleza, hacia lo que está fuera de la ciudad moderna. El viaje hacia otra ciudad queda descartado de lleno como posibilidad de salvación. Es más: el viaje hacia una nueva ciudad no tiene sentido para Arlt ya que los signos urbanísticos se repiten. Además, por sobre todo, lo que encontraríamos siempre es la ciudad del trabajo, la ciudad del dolor y de la miseria. Se desvanece la posibilidad de escapatoria. Quizá por esto mismo Roberto Arlt es un pobre viajero: vivió escasas salidas de Buenos Aires, apenas a Madrid, Santiago de Chile y poco más.

Las tiendas, los letreros luminosos, las casas quintas, todas esas apariencias bonitas y regaladoras de los sentidos se desvanecen para dejar flotando en el aire agriado a las nervaduras del dolor universal. Y del espectador se ahuyenta el afán de viajar. Más aún: he llegado a la conclusión de que aquél que no encuentra todo el universo encerrado en las calles de su ciudad, no encontrará una calle original en ninguna de las ciudades del mundo. Y no las encontrará, porque el ciego en Buenos Aires, es ciego en Madrid o en Calcuta…

Por otra parte, Arlt nos orienta a una figura ya descripta con anterioridad en este trabajo: el vagabundo. Aquel que “es ciego” y que no descifra su propia ciudad será ciego en cualquier ciudad del mundo. Entonces no tiene sentido el viaje de una ciudad a otra, ni para el vagabundo ni para aquel que no lo es. Tampoco, como hemos dicho, funciona como posibilidad de huída ya que la ciudad del trabajo es siempre la misma: todo el universo encerrado en las calles de la ciudad propia es también el dolor universal que flota en el aire de todas las ciudades del mundo.
Ahora, si la ciudad es aquello que aniquila la relación del hombre con la naturaleza, si la ciudad propone la alienación técnica, la objetivación y el despliegue de las relaciones mercantiles, la periferia será la salvación. La novelística de Arlt es impensable sin los medios de transporte modernos: el tranvía (bondi) pero especialmente el ferrocarril. En la periferia de Buenos Aires (Temperley), a partir de un viaje en ferrocarril, se dará el encuentro con el sujeto revolucionario (El astrólogo), con la subjetividad. Y a partir de este encuentro Erdosain conocerá al Rufián melancólico, quién le prestará el dinero que necesita, es decir, será en la periferia donde Erdosain encuentre la solución a su problema: la salvación (momentánea) Fuera de los límites de la ciudad El astrólogo puede leer los signos de esta e idear la aniquilación de las ciudades modernas: es necesario el distanciamiento.
Por otra parte, el viaje de Silvio Astier hacia la escuela militar de aviación también es un viaje en ferrocarril hacia la Paternal y luego un viaje en tranvía: en el Palomar de Caseros Astier descubrirá la posibilidad de cumplir sus deseos, la posibilidad del triunfo que le evitará ir de puerta en puerta suplicando un trabajo. En otras palabras, en la periferia estará la posibilidad del ascenso social. El traslado hacia la escuela de aviación supone una modificación: de la ciudad al paraje natural:

Caminaba. El viento removía los follajes resecos de los eucaliptos, y cortándose en los troncos y los altos hilos del telégrafo, silbaba ululante. Cruzando el fangoso camino, palpando el alambre de los cercos…

El buscador de oro, por otra parte, es aquel empujado de los límites de la ciudad hacia el territorio de la naturaleza, hacia el desierto, donde puede encontrarse la felicidad. El desierto es el estado de la naturaleza que constituye al hombre nuevo y se diferencia del cobarde que vive en la ciudad moderna. Es la utopía rural y a la vez religiosa que constituye al hombre no urbano:

Hay que haber estado allí para darse cuenta. Y en esas circunstancias uno concibe la necesidad, la imprescindible necesidad de una aristocracia natural. Desafiando la soledad, los peligros, la tristeza, el sol, lo infinito de la llanura, uno se siente otro hombre… distinto del rebaño de esclavos que agoniza en la ciudad. ¿Sabe usted lo que es el proletariado, anarquista, socialista, de nuestras ciudades? Un rebaño de cobardes. En vez de irse a romper el alma a la montaña y a los campos, prefieren las comodidades y los divertimientos a la heroica soledad del desierto ¿Qué harían las fábricas, las casas de moda, los mil mecanismos parasitarios de la ciudad si los hombres se fueran al desierto…?

A su vez, el final de El juguete rabioso nos deja entrever otro viaje fuera de Buenos Aires: el viaje hacia el Sur, hacia Neuquén, representa la oportunidad (el imaginario de la oportunidad) para Astier de abandonar por fin la angustia. Por que en Neuquén hay cielo y nubes y montañas y justamente lo que desaparece ante la sombra de la montaña es la arquitectura siniestra de la ciudad moderna.
La huída, para los personajes arltianos, está en la periferia, en el movimiento hacia la periferia: en la metrópolis no existe salvación posible ni felicidad. La miseria o el trabajo.






Notas al pie:

1:Luís Pardo, secretario general de Caras y Caretas, le exigirá, como el mismo Quiroga confiesa en una de sus cartas, “un grado inaudito de severidad”.
2: Citado por Jorge Rivera, El escritor y la industria cultural, Editorial Atuel, Buenos Aires, p. 47
3:Ibid
4:Citado por Jorge Rivera, El escritor y la industria cultural, Editorial Atuel, Buenos Aires, p. 51. Se publica en el primer número de La Montaña (revista fundada y dirigida por José Ingenieros y Leopoldo Lugones) y aparecido inicialmente en la revista francesa Le Plume.
5:Los redactores de Le Plume, como menciona Rivera, proponían la creación de una colonia de artistas en la cual estos pudieran dedicarse sin preocupación a su labor intelectual.
6:En este trabajo monográfico no consideramos obra y vida como esferas independientes.
7:Roberto Arlt, Los lanzallamas, Centro editor de cultura, Buenos Aires, 2005, p.7
8:La hipérbole es una amplificación creciente de los aspectos singulares dominada por la intención alienante de trascender la verosimilitud. Es la exageración de los rasgos mediante representaciones que superan la realidad
9:Roberto Arlt, El juguete rabioso, Ediciones Rueda, Buenos Aires, 2003, p.64
10:Roberto Arlt, El juguete rabioso, Ediciones Rueda, Buenos Aires, 2003, p.99
11:Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas, Editorial Losada, Buenos Aires, 1996, p. 94
12:Ibid, p. 92
13:Por supuesto se pueden establecer relaciones con el flaneur de Benjamin, representado en la figura de Baudelaire: aquel que puede empaparse de multitud y sabe leer los signos de la ciudad en la que se encuentra. Aquel que después expone sus experiencias a través de la producción de textos periodísticos. Arlt, por su parte, había leído a Baudelaire en su juventud. Algunas biografías sitúan a estas lecturas (el decadentismo y los poetas malditos) como una de las causas del temprano abandono de su casa paterna.
14:Ibid ,p. 94
15:La ciudad creciendo hacia los cielos me recuerda a otra tipología de ciudad de un escritor contemporáneo a Arlt: Louis Ferdinand de Céline y su descripción de New York como una ciudad “erecta” que apunta hacia los cielos. Por otra parte, la ciudad creciendo hacia abajo es también la ciudad subterránea y oscura: “las memorias del subsuelo” en Dostoievsky.
16:Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, en Ediciones Nueva Visión, 1988, Buenos Aires, p. 34
17:Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas, Editorial Losada, Buenos Aires, 1996, p.94
18:Roberto Arlt, El juguete rabioso, Ediciones Rueda, Buenos Aires, 2003, p.112.
19:Roberto Arlt, Los siete locos, Centro editor de cultura, Buenos Aires, 2005, p. 108.




Bibliografía:


Capdevilla, Analía (1999): “Arlt: la ciudad expresionista” en Boletín 7 del Centro de estudios de teoría y crítica literaria, Facultad de humanidades y artes, Universidad nacional de Rosario.

Prieto, Adolfo (1986): Prólogo a Los siete locos y Los lanzallamas, Biblioteca Ayacucho, Editorial Hyspamerica, Buenos Aires, 1986.

Ramos, Julio. “Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana” en Desencuentros de la modernidad en América Latina, México, Fondo de cultura económica, 1989.

Rivera, Jorge: “La forja del escritor profesional” en El escritor y la industria cultural, Editorial Atuel.

Romero, Luís Alberto (1986): Libros baratos y cultura de los sectores populares, Editorial Cesea, 1986.

Sarlo, Beatriz (1988): “Respuestas, invenciones y desplazamiento” en Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.

Simmel, George: “Las grandes urbes y la vida del espíritu” en El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la cultura, en Ediciones Península, Barcelona, 1986.

Viñas, David: “El escritor vacilante: Arlt, Boedo y Discépolo” en Literatura argentina y realidad política: de Sarmiento a Cortázar, Ediciones Siglo veinte, Buenos Aires.

Texto agregado el 17-12-2008, y leído por 1342 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
13-07-2010 Interesante propuesta. Filiberto
30-01-2009 Como dice nenaboba, con perdón... creo que no son solo las ciudades los únicos cánceres. Pero es un buen trabajo. Saludos. nomecreona
05-01-2009 Se puede decir entonces que: Si el cáncer del mundo son las ciudades, las cabañas rusticas entre las montañas una especie de quimioterapia. Y los árboles que caen y se apilan para la madera y la leña para la chimenea (como la que impulsó a Descartes), podrían ser el pelo de un mundo que se va quedando calvo y que por dentro sabe, lo sabe muy bien, es terminal, porque el doctor le dijo algo de la metástasis por el impulso constructor de la soja. Cáncer de continente, es el nombre especifico. nenaboba
19-12-2008 jajajajaja, yo te prometo que lo voy a leer, con ese título debe estar bueno, pero dame tiempo que mañana viajo a rosary ysillueventoncesi
19-12-2008 andá a leer a Coelho, benévolas. Ahí vas a estar en tu salsa. jauregui
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]