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Shimei dirigía sus pasos al saloncito acostumbrado, donde seguramente encontraría los mismos cojines sobre el piso, los mismos candelabros y a su maestros sentado en el umbral de la puerta corrediza cuyos materiales blandos dejan pasar la luz del horizonte. En ese ambiente había crecido Shimei Chan, y lo abandonó en su adolescencia, cuando se fue a estudiar a América en busca de nuevas oportunidades que en su país no se daban, ni se dan, pues la competencia es tremenda, proporcional a su densidad poblacional, claro está. Sólo una cosa había necesitado más que nada de su origen y era justamente esto que hace unos años había hallado: un maestro, un guía espiritual, pero no religioso, no, su interés era saciar la desazón del alma y encaminarse a la sabiduría, lo que no necesariamente se hace con una creencia religiosa. Eso era lo que estaba haciendo hace cerca de ocho años.

Se asoma en el umbral aún sin distinguir la figura de su guía. No era algo común esperarlo, él siempre estaba primero, pero bueno… puede haber excepciones, es un ser humano ¿no?. Así que se interna en ese cuarto que para ella ha sido sagrado y se mantiene de pie frente a las puertas abiertas, divisando el cielo tornasolado cuyos colores cambian de un azul intenso a un celeste apagado, lentamente, y cuando sospecha que definitivamente el maestro no vendrá, se sienta a esperarlo sobre un cojín arrinconado e intenta meditar un poco por sí sola… ¿qué es exactamente lo que la trajo a este lugar? ¿qué es tan importante que está dispuesta a esperar indefinidamente?. Había respuestas en su interior y tenía que encontrarlas. Hasta entonces estaba tan concentrada que tenía cerrados los ojos, pero frente a ella sintió algo, nada más que una presencia, sin sonido, sin aroma, así que abre lentamente los ojos y sube la cabeza para contemplar mejor esa figura a contraluz que parece haber estado ahí desde hace mucho. Era su maestro.

- No te das cuenta, pero has progresado en ocho años lo que muchos no logran en toda una vida.

- Buenas tardes maestro… pero no exagere, realmente aún necesito de usted.

- ¿Ya descubriste para qué has venido hoy? Porque hoy día es por algo distinto, noto algo diferente en ti, es por eso que dejé que primero meditaras unos momentos a solas. Cuando llegaste estabas intranquila, no en tus formas, no me refiero a tu expresión corporal, pero sí a tu aura, hija, eso lo percibe tu maestro.

- ¿Pero es que acaso usted me vio llegar?... ¿y me dejó esperándolo por horas?. ¿No pensó que me podría haber ido?

- No ibas a irte, tenías esto pendiente. ¿Quieres que comencemos?

- Por supuesto, ya hemos comenzado – le dedica una sonrisa al hombre viejo, no es que fuera costumbre entre maestros y aprendices, pero entre ellos había una relación distinta, Shimei era como la hija adoptiva del maestro, y este era para ella lo más cercano a una familia, y lo más próximo también a sus raíces-.

- Muy bien, cuéntame lo que obtuviste en tus meditaciones.

- Pasa que me siento… atrapada, no sé si esa es la palabra, pero la paz que he alcanzado con su ayuda, maestro, se me está escapando entre los dedos como agua. Creo saber el motivo es sólo una hipótesis, pero tal vez no se pueda alcanzar la paz interior si, además de en la cabeza no se tiene paz en el corazón.

- ¡Oh! Ya entiendo… ¡mi Shimei está enamorada! Ya era hora muchacha, mira que ya me parecía raro que ya a estas alturas de la vida…

- Pero… ¡maestro!, he pasado mi vida buscando la paz y resulta que ahora usted se alegra cuando por primera vez creo haber perdido lo que tanto tiempo me intentó enseñar… no creo poder liberarme de esto tan fácilmente, no es que no me sienta dichosa, es verdad que es maravilloso… mientras uno mantiene las esperanzas con fundamentos racionales, y este parece no ser el caso. Por un momento creí que había encontrado la otra parte de mi alma que andaba por ahí dando vueltas, pero ahora que sé que no es así, supongo ¿no?, pues si fuese amor real sería correspondido y no estaría yo sintiendo esto y perdiendo paz a cada momento.
- Primero que nada debes comprender que la paz no es algo que se consigue; siempre está dentro de ti, tu tarea es buscarla en tu interior y no perderla de vista, con el paso del tiempo se acostumbrará a estar bajo tus ojos. Ahora la dejaste de ver porque claro, tuviste algo más interesante que mirar me parece – sonríe por lo bajo casi imperceptiblemente – pero está en este mismo momento escondida en alguna parte de ti.

Para Shimei fue tremendamente tranquilizador escuchar esas palabras de su guía. Gracias a ellas consiguió la seguridad para continuar pensando en el tema y, por supuesto, hablarlo.

- y en segundo lugar, mira hija, estas cosas suelen pasarle a la gran mayoría de las personas, sin que por eso sea algo trivial o menos importante, pero con esto quiero decirte que incluso a grandes maestro les ocurrió y eso no fue impedimento para continuar con su búsqueda de sabiduría, no te aflijas por eso. Sin embargo, veo que tu preocupación va un poco más allá de esto. ¿o me equivoco?

- Usted nunca se equivoca… pero no creo saber con exactitud qué es lo que me tiene intranquila, tal vez sea sólo un “efecto secundario” de todo esto. Lo que sucede es que, sí, estoy… enamorada – no pudo evitar sonrojarse al decir esta palabra, pero continuó como si nada – y el hombre es maravilloso, sé que yo lo veo así y tal vez sólo yo, pero como sé que no es algo compartido, digo, no me corresponde, por más que yo lo quiera, decidí continuar mi vida como si nunca lo hubiese visto así, usé la cabeza y me distancié espiritualmente de su recuerdo y su esencia, pues además está lo suficientemente lejos como para no verlo nunca tal vez. Pensé que había logrado escapar de sufrir como he visto que lo hacen muchos otros individuos en situaciones similares, pero la verdad, sinceramente lo paso mal, siento en mi pecho que mi corazón protesta todo el tiempo y mi cerebro intenta ignorarlo sin mucho éxito. He pensado darle una oportunidad a otros chicos que hace tiempo pretenden que lo haga, y en serio lo he intentado, pero por respeto a la verdad, respeto a mi misma y, (tercamente) por respeto al recuerdo de ese hombre, no soy capaz de mirar de ese modo a ningún otro ser, no le veo el fin a eso, maestro, no sé cuando acabará.

- Abre tu mente

- Sí maestro.

- Busca esa paz que se te perdió en tu interior.

Hubo momentos eternos de silencio que ni al viejo ni a Shimei incomodan jamás, así, en silencio, pasaron horas. La primera en volver a hablar fue ella:

- Maestro… no logro soltar a ese hombre, es como si estuviese fuera de mi y tengo que soltarlo para ir a buscar mi paz, dentro de mi misma. Tengo que decidir, o lo uno, o lo otro.

- Decide entonces

- ¿Es estrictamente necesario?, ¿no hay otro modo?

- Ninguno

Pero él sabía algo que Shimei no sospechaba…ni debía sospechar, la clave estaba en la elección, pronto se daría cuenta del secreto de todo esto…
Hubo más horas de silencio, daba la impresión de que Shimei estaba en una lucha interior, muy concentrada. El maestro la observaba en silencio, alternando, de vez en cuando, la mirada en el horizonte obscuro. Nuevamente, la primera en romper el silencio fue la chica:

- Estoy con ella

Se había decidido por la paz, había soltado a su amor y se había internado en busca de la paz más profunda, lo había arriesgado todo.

- Muy bien, ahora lentamente y con mucho cuidado comienza a salir de ahí, con ella de la mano, toma a tu paz de las manos y tráela aquí conmigo.

Más silencio, pero este fue más corto que los anteriores. La chica continuaba con los ojos cerrados, concentradísima, pero no luchando, su cara estaba distinta, traía a su paz entre sus manos.

- Estamos con usted Maestro, está aquí conmigo- dijo aún con los ojos cerrados.

- Muy bien Shimei, ahora te pediré que hagas algo un poco arriesgado, mas eres muy capaz de hacerlo, sé que no significará un problema para ti. Mira a tu alrededor, no abras los ojos mira con los ojos del alma a tu alrededor… tu me informas lo que suceda.

Pasaron unos segundos, tal vez un par de minutos y la aprendiza exclama realmente sorprendida.

- Dime, qué sucedió – inquiere el Maestro.

- Él está aquí, aún sigue aquí.

El viejo sonríe nuevamente, era eso lo que esperaba.

- Ahora, hija mía, debes tomar otra decisión, la última de todas.
- ¿Cuál es?

- Eres capaz de soltar una mano y ofrecerla a él.

- ¿Cómo? ¡no! Porqué sigue ahí, porqué no se fue cuando lo dejé solo, qué es lo que sucede, tuve que elegir ¿no?, y fue difícil renunciar a él, no esperaba verlo otra vez, esto pone en jaque todo.

- Tómalo con calma, piensa que tuvo un motivo muy grande para quedarse, ahora está en tus manos que se quede o no. Puedes ofrecerle tu mano, si la coge, puedes estar segura de que ese hombre te ama y ha sido tu mente la que te ha hecho creer lo contrario. Vamos, averígualo, es tu prueba de fuego, la valentía y el coraje que tienes se ponen a prueba ahora… mantén tu paz contigo, si el joven rechaza tu mano, cosa que sería muy inconsecuente de su parte, no sería una buena noticia saber que tu paz se te escapó, recuerda que al cabo de un tiempo ya no tendrás que vigilarla, y estas muy cerca de ello.

Hubo un momento de cavilaciones por parte de la aprendiza, otro momento de silencio absoluto… las velas comenzaban a extinguirse, el cielo comenzó a aclarar…

- ¿Lo lograste? ¿Está contigo?

Era extraño que el maestro preguntase antes de escuchar hablar a su alumna. Pero eso no pareció sorprender a ninguno… el cielo aclaraba, el rostro de Shimei se hizo cada vez más suave y tomó, poco a poco un color distinto, tal como el horizonte que aclaraba, y al tiempo de la salida el sol desde la tierra los ojos de la joven se abren llenos de vitalidad y de paz.

- Sí.



Texto agregado el 20-12-2008, y leído por 209 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-12-2008 Quedé absorto, pegado a mi pc mientras leia el relato. Logras transmitir a tu lector todos los sentimientos de tus personajes. Te seguiré leyendo ronaldhao
20-12-2008 Masravilloso texto, muchas felicidades, el amor, el amor, el amor, suspiro cada que leo estas cosas. ***** JAGOMEZ
 
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