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Domingo por la tarde, es casi las 4 de la tarde. El cielo de lima permanece aún muy claro, como si estuviera amaneciendo. Pamela le pide a Sebástian que la acompañe a la casa de su tía Laura (la doctora). Él acepta la idea pero le dice muy enfáticamente que no dispone de mucho tiempo y hay que aprovecharlo. Tal vez haga algo más tarde, no estoy muy seguro aún – dice Sebástian. Ella corre de un lado hacia otro, metiéndose en el baño, saliendo de él, y volviendo a repetir esa escena un número incalculable de veces. Bueno es el gran acto que realiza ella cada vez que se dispone a bañarse. Es uno de las cosas que no hace muy seguido, porque es muy floja y le gusta – de cierta manera – saberse a sucia.

Después de una hora, Pamela grita: Sebástian ¿ya estás listo?. Hay que ir temprano, sino mi tía se va y la cagada. Ya escuché, en 10 segundos me cambio – responde enérgicamente él.

Ya en el autobús. Sebástian está intranquilo, un poco ofuscado, porque el domingo está llegando a su fin, y mañana será otra semana llena de trabajo, y a él no le gusta trabajar. Si lo hace es por tener dinero. Comprarse sus cosas y no estar mendigando nada a nadie. Si el pudiera conseguir un trabajo que sólo lo mantenga ocupado 4 horas a la semana, y pueda ganar como si laborara sus 48 horas, él lo haría. Lo aceptaría gustosamente, porque a él le gusta dormir hasta muy tarde, ver películas, y comer muchos postres: si es arroz con leche o un delicioso Tres leches, sería mejor. Es uno de los grandes placeres de su vida.

Sebástian le pide prestado el Nestlé a Pamela. Ha recordado que tiene que llamar a una persona con la que estuve hablando ayer, y habían quedado para verse hoy. No recuerda muy bien el número, así que recurre a su celular y ve entre sus últimos marcados, el nombre de Benja (de Benjamín), porque lo escribió abreviado, por su flojera de no escribir el nombre completo. Acto seguido, marca el número y manda una alerta, no recibe respuesta. Manda una segunda alerta (pensado que será la última si Benjamín no contesta), y luego de 15 segundos se oye una voz - como si recién se estuviera levantando

– Sí, adelante.

– Entonces Sebástian dice – con una voz tímida – Hola que tal Benjamín (no lo quiero llamar por su diminutivo para no exceder las confianzas).

– ¿Quién habla? – exclama extrañado. Yo, Sebástian. ¿te acuerdas de mí?. Quedamos para vernos hoy día, en la tarde. Espero no lo hayas olvidado – pronuncia con una voz cada vez más baja.

– Ah ya, sí claro que me acuerdo de ti, “brother”. Qué hay,¿nos vemos hoy? ¿Qué estás haciendo?.

– Bueno, estoy acompañando a mi prima a la casa de mi tía, pero me desocupo en menos de una hora. Nos podemos ver más tarde ¿qué te parece?.

– Sí, chevere, buena idea “brother”, aunque no sé si sea la voz más tarde, estoy un poco cansado, pero si tienes tiempo “fácil que la hacemos”. ¿Cómo a qué hora nos veríamos? – pregunta con una voz animosa, Benjamín.

– Se escucha un silencio. Sebástian presiona el botón del nextel con dificultad, y les responde: yo creo que nos podemos ver a eso de las 6 de la tarde. Y no puedo quedarme hasta muy tarde, Máximo hasta la 9 y media. ¿Te parece?

– Sí, me parece una buena idea. Entonces quedamos en vernos a esa hora. Bueno te dejo que tengo que terminar algunos pendientes y de ahí, irme a bañar.

– Okay, nos vemos entonces, hablamos más tarde.

– Hablamos, finaliza la conversación Benjamín.

Pasaje, pasaje – anuncia el cobrador, con una voz como de borracho, estirando las manos callosas y luciendo un desgastado uniforme de color azul claro. Sebástian saca los dos soles que tiene en su bolsillo y se los da. Unas cuadras más allá, se escucha una voz que dice: baja, en la esquina…antes de cruzar..baja aquí...Pareciera que los conductores no entiendes, o no hacen caso a las peticiones de sus pasajeros. No tienen ningún tipo de educación – piensa Sebástian.

Al bajar de carro él piensa que todo tiene que ser rápido, que no se puede demorar. Aunque por momentos, medita: ¿Qué voy a hacer un domingo por la noche con un chico?. Acaso estoy loco. Además me siento muy cansado y no tengo ganas de hacer nada. Quiero acostarme temprano y no tener sexo, no quiero jugar al niño bueno que escucha la vida de sus acompañantes casuales y tener que soportar los halagos y en el peor de lo casos, las llamadas futuras donde me piden para volver a salir o intentar otro tipo de relación. Eso no es para mí. Ellos tienen que comprender que no soy un chico para relacionarse. Detesto esas cosas. Como dirían los argentinos: no me quiero enganchar con nadie, sólo garchar. Pero ya decidió hoy: Lo veré a ese tal Benjamin.

30 minutos antes de la hora pactada, Sebástian se percata, y se alista para encontrase con aquel muchacho del nextel. Consigue subirse a un combi (no está llena, por ser día domingo), y se dirige hacía el distrito de La Victoria. Su punto de encuentro es en “Metro” de la avenida Arriola. La velocidad de la combi ha sido extremadamente veloz. En menos de 15 minutos he llegado a mi objetivo. Bajo de aquel potente vehículo (pero, a veces mortal) y me dirijo a la puerta central de Metro. Saca su celular y lo llama, le dice que ya llegó y que venga enseguida. Pasan los minutos, y en eso se escucha una voz bastante animosa:

- Hey, Qué tal. Sebástian, verdad? – exclama Benjamín.

- Sí, ese soy yo. ¿Cómo estas? – responde con…

Texto agregado el 22-12-2008, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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