El cadáver de una abeja reposa sobre el suelo
Las pisadas imborrables caminan por sobre las tablas
Que se lamentan del polvo.

La chimenea ilumina con sombras y calienta con frío a los ajados sillones
Que descansan.

El manchado cielo llora lámparas transparentes
Que con nostalgia invitan a la vieja brisa a que las haga repicar.

El piano se aparta impasible
Cargado de eterno orgullo,
Prefiriendo morir en silencio
A cantar danzas disonantes.

Yo, observo.
Y me baño en el estrepitoso silencio,
Y danzo con él en una queda ronda.
Y acaricio las frías llamas, y olfateo la muerta brisa.
Y me mezclo con ellos, para hablarles.
(quiero que me digan...)

Porque todos saben vivir,
Pero nadie me ha dicho
Cómo estar muerto.