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CAPITULO 10



En aquel espacio reducido Porfirio vivió más de 180 días más bien sobrevivió. Magullado, golpeado y triste por que lo único que hizo según su juicio fue defender a Soledad de una agresión y le costo aquello, la gota que insistentemente caía sobre su cabeza y aquella luz que cada media hora se prendía unos momentos y después se apagaba, era difícil saber ahí si era de día o de noche todo era oscuridad, su enorme cuerpo encerrado en aquel espacio pequeño apenas podía mantenerse sentado con las rodillas flexionadas y pararse solo era un deseo, al principio intento descansar dormir un poco para alejar el taladro que le hacia aquella gota sin tregua, cerro los ojos e intento no pensar pero el ploc, ploc, ploc, implacable de la gota le regresaba a ese sitio y le intentaba arrancar la cordura. Aquél sitio le recordaba su refugio de niñez cuando su padre rutinariamente propinaba golpizas a su madre, había un espacio debajo del lavabo donde el se protegía tímido ante aquel horrendo espectáculo; la gota de agua era la misma solo la luz hacia la diferencia, y comenzó a escuchar los golpes secos contra el rostro y el cuerpo de su madre y los gemidos y gritos de dolor acompañados por olor a sangre excremento y miedo la única variable del lugar era la luz intermitente. Porfirio comenzó a rezar como en aquellos días la única oración que su madre le enseño aquello lo tranquilizaba y lo sumía en un sopor parecido al sueño que le permitía descansar un poco.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
No nos dejes caer en tentación,
y líbranos del mal.
Amen.

Lo repitió hasta que el sopor llego y le permitió descansar un poco. Aquella gota y la luz lo alertaron para recordarle donde estaba.
Se hizo amigo de la intermitente luz y esta le ayudo para medir el tiempo en su simple lógica tuvo el tiempo para medir los segundo y los minutos de intermitencia y se aproximo bastante a la realidad así que entendió que cada dos veces que se prendía y pagaba la luz significaba el transcurso de una hora y que doce eran un día o una noche y 24 el día completo y así fue llevando las cuentas del tiempo que estuvo ahí arranco un guijarro de la pared y fue escribiendo los días trascurridos, se hizo amigo de la gota y la tomo en lugar del sonido enloquecedor como el único sonido compañero algo así como su música privada y aprendió a disfrutarlo, comenzó a pensar cada vez más en Soledad y a recordar como se le había acercado y con tanto tiempo disponible llego a la conclusión de que ella también sentía algo por él y desmenuzo quirúrgicamente sus palabras cada una que ella le había dicho, y entendió que lo aceptaba tal cual; así en su naturaleza, de hecho sus palabra eran en el sentido que no quisiera hacerse el fino con ella. El recuerdo de su roce y su cercanía le hizo tener una erección era la primera vez que Porfirio veía con sentimiento carnal a Soledad siempre la había idolatrado como algo inalcanzable y ahí en su locura en ese confinamiento que tal vez le dio ese atrevimiento se comenzó a tomar su miembro a auto complacerse recordando la cercanía de Soledad, y lo hizo una y otra vez, como la vez que Soledad se atraco de autocomplacencia recordándolo en su cama, y esto lo dejo inconciente y fuera de aquel mundo cruel por unas horas, un paraíso para aquel infierno.

Lo despertó el ruido del plato de comida que le llevaban por la mañana o por lo menos eso creyó, ya que era una ración pequeña y posteriormente una más grande y después nuevamente una pequeña, era un verdadero suplicio tratar de comer ahí con tan poco espacio y con nula higiene y posteriormente las tareas corporales había que acomodarse como pudiera cuando se defecar se trataba y expulsar los desechos del cuerpo y luego con la mano hacerlos hacia un agujero que se encontraba en la esquina, la situación liquida era más cómoda pero hacia que aquel lugar se saturara de olores fétidos a los que Porfirio ya se había acostumbrado. Del lugar donde extrajo el guijarro Porfirio siguió arrancando pequeños trozos de material de construcción y ahí encontró una roca, esta roca común tenia un buen tamaño no era tan pequeña como la graba y la podía usar para seguir marcando los días y aparte de la música de la gota ahora tenia una compañera esa roca dura y vulgar que en su locura onírica causada por el cautiverio, pensó que era como él; dura, burda, corriente pero fuerte.

Texto agregado el 30-12-2008, y leído por 142 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
31-12-2008 Gracias por tu invitación a leerte, leí los 10 capítulos Por momentos tu relato me ha parecido casi una sesión de Freud con su paciente, deseos incestuosos en los juegos sexuales de tu protagonista, sentimientos de culpa, religión, conflictos neuróticos, bien desarrollado un tema tabú, y me gustó como incorporaste a Porfirio, espero la continuación. lihue-aj
31-12-2008 Sigo enganchada a tu novela. Me ha gustado la comparacion que has hecho de tu protagonista con esa roca. 5* klotilde
30-12-2008 Yo sigo esperando el final, córrele a escribir mactub20
30-12-2008 pobre Porfirio,que tristeza profunda.Lo narraste con tanta profundidad que senti su pesar ****** shosha
 
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