El lobo ya no quería ser el mismo, ya no más… Noches enteras de insomnio lo mantenían enfermo, y su fachada, todo lúgubre y patético. Se avecinaba un nuevo año, uno que tenía que ser diferente; ya no más mordiscos, ladridos y engaño. No más. Su paisaje tenía que cambiar…
Entonces caperucita roja (como siempre) apareció, saltando y cantando, junto a los negros árboles. El lobo tenía que actuar diferente. – Brillando sus ojos como faros, el lobo, destruyó la piedra que tenía de corazón y sus aceitosas lágrimas al fin habían comprendido tal acontecimiento. Y abriendo sus patas, también saltando, se dirigió a abrazarla… Sus uñas nunca más las usaría para hacer daño, Caperucita tenía que entender… Ahora el lobo era diferente.

Ese día había terminado y un nuevo año había comenzado. No había pavo en la mesa de la abuela, más bien lobo relleno, que con mucho condimento era sin duda, el plato más exquisito.

Will