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Mi Última Incursión, ®
(Frente Sur; La Guerra Desconocida)

Diciembre de 1988, el día exacto no lo tengo presente ni en mi mente ni en mi sangre, ni la hora, ni la estación de la luna, ni cuantos éramos; peor todavía cuantos quedamos después de esa Mi Última travesía. El majestuoso San Juan se movía placidamente con su breve y pequeño desnivel; dándonos oportunidad de cruzarlo en lo que yo no sabía sería Mi Última Incursión a través de él hacia las tierras que me amaban y que yo les sigo amando. La Última Incursión que mi cuerpo físico hizo desde ese río hasta el final de la guerra. Y sigo soñando con todo lo que viví. Y las pesadillas resuenan en los torrentes de mis venas fastidiosas.

Muy de oscuro comenzamos el inicio en cruzarlo a bote, con un solo canalete, con un solo botero, con una luna casi clandestina como los jóvenes que estábamos cruzando. El silencio de la noche se podía escuchar, sin brisa, sin aves sonando, sin tiburones o lagartos chapaleteando, sin temor; sin completo temor de uno en uno nos fuimos montando al bote. Los primeros 7 o 10 guiados por el “Gallito” iban dejando sus huellas en el lodo eterno de la ribera, sin linternas, sin sonidos poco a poco los pasos se fueron juntando uno tras uno.

Ahora puedo hablar otro idioma en este exilio que yo mismo he buscado, y en este año (2008) escribiendo mis “babosadas” y “pendejadas” estaba escuchando “Fernando”, y todo mi reloj biológico me traslado hacia aquella época. Los combates los podían escuchar, los podía sentir, los sentía en mi propia carne, en mi propia sangre y sobre todo en mi propia cobardía. “Ganso” y yo platicamos de tantas cosas en esa noche, que hasta el silencio se quedaba quieto para poder entender lo que decíamos, no hubo fogata como en la canción, pero si tanto él como yo tarareábamos quizás nuestra canción favorita. Y es ahí que el recuerdo me vino en este año.

“Puedes escuchar los tambores Fernando,” siguen sonando en mi corazón.

Todos y cada uno de nosotros logro cruzar el San Juan, los pasos continuos y seguidos de tantos jóvenes ( yo era uno de los mas viejos, para ese entonces acababa de cumplir mi numero 28 ), enrumbamos hacia la oscuridad infinita y fuimos escalando y bajando pequeñas colinas que eran un mar de fangos interminables, creo que mucho después del medio día dejamos de hacer eso, eso de subir y bajar colinas cubiertas siempre de un fango odioso, con Suitas, lodos, agua, espinas, etc., de inicio a fin y una canción mas vino a mi mente:

“Desahuciando esta el que tiene que marchar a vivir una cultura diferente”

Y “Ganso” y “Gallito” y “Pantera” y “Hamilton”, y tantos más en total silencio marchábamos al unísono guiados por el primero, dejando sus huellas indelebles.

La marcha se nos hizo mas dura y duradera de lo que esperábamos el huracán había hecho tantos estragos que los caminos estaban perdidos, los ríos por donde los cruzábamos eran distintos. Seguimos en conjunto los primeros 5 o 7 días de marcha con un peso en las mochilas de más de 70 libras, yo, quizás era el que menos cargaba. Un radio de comunicación, las claves, un codificador, su impresor, un uniforme de mas, mi hamaca, mi poncho “Lyner”, mi capote, mi champa, 5 o 6 relojes Seiko 5, una batería de repuesto para el radio, un dinamo para el radio, una placa solar para el radio, talvez unos 300 o 500 tiros a granel, mas de un medicamento que me pudiera ayudar en el futuro, cigarros, encendedores, baterías Alcalinas tres o cuatro paquetes de estas, 3 ICOM para la comunicación interna, y fuera de ella el fusil fiel de mis noche que ya todos sabia que su nombre era “Catalina”, mi mujer de tantas aventuras, 6 cargadores, un foco, una cantimplora, una bolsita plástica con mas tiros a granel en una de mis cananas, un vaso de “Viterra” vacío de vitaminas pero lleno de pasta de diente “Colgate”, mi cuchara, un repelente para zancudos, 3 vasitos de “Sacarina”, y mas que nada lleno de moral libertaria y combativa como muchos jóvenes delante de uno y también detrás para ayudarnos en cualquier situación.

Los recuerdos vienen y se quedan en mi sangre, no se alejan, por el contrario se pegan hasta en lo más recóndito de mí ser. Y cuando escucho una de aquellas canciones me acuerdo de todo lo que sucedió en “Mi Ultima Incursión”

“Can you hear the drums Fernando?”

Y lloro con ese redoblar al inicio de ella, la suave voz me transporta hacia el año 88, en el mes de Diciembre, en los días de Mi Última Incursión, y sigo con temor a pesar de que ya no soy el joven impetuoso de esa época y la guerra se acabo.

“Ganso” me llama por teléfono, me envía e-mail, y de esa u otra manera nos mantenemos en contacto, siempre.


“I could hear the distant drums.”

La primera noche casi nadie durmió tranquilo, acabábamos de cruzar la zona dominada por el piri, la posta era inevitable de eliminarla, antes de irnos todos a la “cama” se comió lo único que se podía, una porra llena de arroz y con uno que otro sobre de “Sopa Maggi” y mas de un suertero se comió una lata de atún, pero todos disfrutamos un delicioso café; preparado en una olla mas pequeña. La ropa húmeda, todos lavamos nuestros uniformes, nuestros cuerpos, y con la hamacas guindadas uno a uno fue limpiando su propio fusil, yo me tome todo el tiempo con mi “Catalina”, quedo reluciente de bella, limpia y siempre dispuesta para todo.

“Ganso” y yo dormimos bastante cerca como para seguir en platicas sin importancia, fumando unos “Marlboro”, y café heleado (el siempre me decía que lo importante del café es el que sea agua “Chacha”. que tenga otro sabor que no se agua), frío no tibio, caliente mucho menos, en pocas platicas nos fuimos quedando dormido, y así pasaron muchas noches mas; talvez unas 4 o 5 noches hasta que llegamos a Río Indio, la división de nuestro poder y el de los piris. Después de esta “frontera” militar nos podríamos sentir en nuestras propias casas, comimos un venado y varias iguanas, un día entero de descanso y la marcha prosiguió; unos cuantos de los jóvenes de esta incursión debían de quedarse en ese puesto de retaguardia, así que ya no éramos todos los que marchamos, también debido a que algunos de ahí partían hacia otra zona, y entonces la marcha se bifurco.

` Como al medio día llegue al Maíz, fui el ultimo en llegar, estaba cansado y bastante zafornado, ahí un pequeño descanso y de nuevo a encender la radio para ver como estaba la situación, “Conejo” (La base de comunicaciones) estaba pendiente de mi entrada que de inmediato me envío un QTC (léase mensaje) de mucha urgencia y a través del DATODEX, (codificador/descodificador), para ese entonces muy pocos sabíamos usarlo en la profundidad de la montaña u yo era el único que lo sabia usar en el Frente Sur, y me lo entregaron debido a que yo debería de andar con “Ganso” (el comandante en jefe), y los QTC par él debían de ser mas explícitos y seguros. Cuando el sol lo tenía en mi frente me acerque para darle la mala noticia. Había muerto uno de los Comandantes Regionales, “Pajarillo”. Y la mayoría de los soldados que andaban con nosotros estaban bajo su mando. Había que informarle a la tropa. El silencio fue total, de la misma manera cuando cruce el San Juan en “Mi Ultima Incursión”, mas de uno lloro por la perdida de uno de nuestros mejores combatientes, uno de los mejores amigos, uno de los verdaderos hombres había muerto después de que habíamos cruzado El San Juan, cuidando nuestras espaladas. Continuó la marcha, la infinita marcha que nos esperaba a todos los involucrados en esa ardua lucha, uno menos con nosotros en al férrea oscuridad.

El Maíz, punto de un pequeño descanso de nuevo, años atrás era cuestión de no mas de un día de camino, esa vez en Mi Última Incursión nos tomo casi tres días en llegar a él, perdida de tiempo y alimento, casi como un puñado de harapientos nos juntamos a comer lo que había, plátano verde, mas bien plátano tierno, tres o cuatro malangas, y moral en alto, solo pude escuchar entre murmullos “buenas noches”, y así “Ganso” y yo con él “Gallito” nos quedamos dormido, y también repetí lo que escuche.

El Diamante sería el punto de reunión, y así fue.

Recuerdo los helicópteros sobre nuestros pasos, ya la oscuridad era de nuestro poder, nuestro recurso natural inagotable. Las fogatas nocturnas fueron producidas por las bombas incesantes del día claro, estábamos en desventaja. Y “Ganso” con su firme conciencia ya había desde hacia horas la orden de emprender la retirada, sólo recuerdo que desde El Subterráneo escuchábamos las ráfagas mortíferas del enemigo, muy lejos de sus objetivos, lejos de peligro alguno para nosotros.

Se me van las ideas, se me van los años, pero aún estoy vivo. Y Mi Última Incursión sigue latente en mis dedos. Fueron días que nos quisieron aniquilar, estábamos todos los Jefes del grupo de la zona, del Frente Sur, sólo un hacia falta para la reunión, “Pajarillo”, ya el suplente de él estaba con nosotros que había emprendido el mismo viaje de esa Mi Última Incursión con todos nosotros. El verano seguía nuestras espaldas, las lluvias hacían crecer más los ríos de una manera torrencial que nunca antes había visto que nunca había figurado que fuera posible. Él Altísimo cubría nuestras espaldas, de eso no tengo duda alguna.

Todos nos fuimos replegando hacia nuestras respectivas zonas de operaciones, con “Ganso” solo quedamos unos cuantos, y pasamos metidos en un rancho abandonado mas de 6 días comiendo de desayuno, de almuerzo y de cena garrobo e iguanas, sancochadas, sin bastimento, sin nada mas. Ya nuestros estómagos estaban acostumbrados a todo tipo de comida y nuestros cuerpos a las espera de cualquier oportunidad de marcharnos.

En menos de un mes, en los medios días del mes de Abril se debería de dar la reunión que no fue posible, todos los Comandantes estaban informados, menos uno “Pantera” el que repuso a “Pajarillo”, por falta de comunicación no sabia absolutamente nada lo que teníamos planeados. Casi como dos días antes de dicha reunión se pudo tener contacto con él, nos informo que andaba en una misión y que había conseguido destruir una panaza y recuperar otra en perfectas condiciones y hasta con el combustible para una emergencia o cualquier orden que se le indicara. Además de ser el radio operador de “Ganso”; yo también era miembro de los Comandantes de la Estructura De Apoyo, y como tal le ordene que nos viéramos en el lugar destinado para la reunión que hasta ese momento el se estaba dando cuenta.

Nos tomo varios días desde donde él estaba hasta donde nosotros meses atrás cruzamos y nos encontrábamos, me dijo que seria imposible para él estar en dicha reunión debido a que le tomaría de 4 a 5 días llegar al punto indicado. Cuando se emitía una orden había que cumplirla y le dije que tomara la panga recuperada que se lanzara en ella a través del Maíz, que siguiera sobre el mar para entrar sobre el Punta Gorda que ya esa barra estaba libre de los pirí cuacos y se enrrunvara hasta Caño Chiquito; que desde ese ultimo punto no seria mas de 5 horas en llegar a donde nos reuniríamos.

Mi Última Incursión fue muy dolorosa, físicamente, me dolió mucho, todavía cargo la cicatriz que la mochila dejo en mi espalda, residuos de hongos y malaria, lagrimas y noches de temor. Muy triste y dolorosa la recuerdo.

“Pantera” tomo la lancha, saliendo de la barra del Maíz, los tumbos eran enormes según me contaron después, y el panguero lucho contra ellos de la mejor manera posible, sin resultados positivos, no podía ni regresar ni avanzar el furioso mar parecía que se los quería comer, hasta que uno de los tumbos volcó la panga, agarrados de uno bidones de combustible, todos se aferraron a los que les quedaban al alcance, así también lo hizo “Pantera”. Lucharon por más de media hora contra los tumbos y el temor, “Pantera” no sabía nadar y su temor era todavía más grande que cualquier otro que estaba con él. Wilfredo Roblero Medina nunca aprendió más a nadar.

Mi Ultima Incursión siempre la recuerdo, uno murió por darnos protección, de los piris que venían tras nosotros, el otro murió por la orden que yo le ejecute,

Tres meses después uno de esos jóvenes me contó que el cadáver salio a flote y a finales de es año de 1989 llegue al Maíz en otra misión y me tomaron una foto, cerca; muy cerca de donde quedaron los resto de mi gran amigo. En mi cuarto en la casa mis padres ahí tengo la fotografía de un tamaño bastante grande, cada vez que mis hermanas viajan a mi tierra natal, le pido que le tomen una foto a esa fotografía. Hace pocos días el 26 o 27 de Diciembre la quede viendo y en un llanto solitario fui al patio para ver la luna y decirle a “Pantera” que conseguimos nuestro objetivo.

Mi Ultima Incursión la recuerdo cada día y en los días de Abril mucho mas que cualquier otro. Me dolió y me seguirá doliendo hasta que mi cuerpo yazca junto con el cuerpo de “Pantera” no con el de “Pajarillo” que nunca pudimos recuperarlo.

Esa fue mi última incursión, perdí dos grandes amigos hace ya unos 20 años atrás. Y “Fernando” me produce temor.


Diciembre 30, 2008
3:15 AM

Texto agregado el 05-01-2009, y leído por 146 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
06-01-2009 Hermosas descripciones van acompañando al relato, que se torna muy interesante por las constantes apreciaciones del narradorl. El tema de por si es movilizador, dado que no siempre se tiene conocimiento de lo que son y de cómo se desarrollan las guerras en nuestra américa Latina. Vivir los acontecimientos de esa contienda cotidiana (¿cuál fue?) con sus hechos trágicos como lo es la muerte de dos compañeros, y con sus nimiedades cotidianas, conversaciones, compartir una comida o un café, es una experiencia que deja al lector reflexionando y con deseos de saber más sobre ese hecho. Felicitaciones, 5* sara_eliana
 
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