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El dolor era insoportable, si no fuera porque ya no podía caminar, pospondría la visita al médico una vez más. No era la valentía lo que le ataba a la cama, sino la idea de enfrentar a un médico (de pensarlo padecía alucinaciones), y no porque se tratara de un médico, rehuía del contacto con cualquiera persona. 25 años de trabajo en una empresa no le fueron suficientes para forjarse alguna amistad. A su cuartucho entraba solamente la dueña de la pensión, una vez a la semana, para ordenarlo. De camino al médico consideró la posibilidad de esperar un día más, pero el dolor le desmayaba. Tocó a la puerta. La secretaria, mujer corpulenta y de seño fruncido, respondió con el correspondiente pase. Abrió. Los pacientes ancianos y jóvenes de la alta sociedad, estaban sentados educadamente y en silencio; el lugar era excesivamente lujoso, se sintió pequeño, los nervios lo atraparon por completo. Las miradas lo inspeccionaron al instante, el trayecto hasta la secretaria le pareció eterno.
-Estee, yo, señora…
-¿Una cita? – preguntó la secretaria sin ocultar su asombro
-Es quee el dolor…
- Déjeme ver… Se tomo su tiempo para ver una libreta con unos nombres, en verdad sólo pensaba: Cómo se le ocurre venir aquí, con esa facha, y precisamente hoy que está de visita “el amigo.”
-Siéntese y espere a que lo llamen.
Tomó el asiento del fondo, donde casi no llegaba la luz.
Todos fueron atendidos. La secretaria informó al doctor que sólo quedaban “el amigo” y un paciente del barrio. – ¿Y por qué vino aquí? -Dijo que tiene un dolor y que esta clínica le queda más cerca. (En nuestra ciudad con atravesar una avenida o un matorral se puede estar en otro lugar de clase social totalmente diferente) -Qué espere –dijo el profesional- Pase al General. Los dos amigos charlaron hasta más no poder, se pasearon por los momentos de la juventud, rieron hasta brotar las lágrimas, en ocasiones reinaba una pausa prolongada, el doctor casi olvida que su amigo una vez más lo visita para humillarlo. Su mayor anhelo fue concluir la carrera militar, pero un accidente donde perdió un ojo, le truncó sus sueños, y allí estaba “el amigo” para echarle en cara sus medallas y ascensos. Por fin el frustrado médico se acordó del último paciente.
Amigo, la sociedad está mal. Y está mal porque las personas no ocupan su lugar. Mientras no se respete el espacio del otro, el país irá al caos – decía el médico poniéndole entusiasmo a sus palabras. Este tema siempre lo concluía afirmando: tenemos que resolver esto.
Mandó a pasar al último paciente, a la vez que pidió al amigo se quedara.
Cuando el último paciente se plantó ante los dos amigos, el médico lo miró de arriba abajo y el militar no pudo simular una sonrisa.
Mirando al General, dijo con aplomo: - lo que te decía amigo, la gente no se ubica, no va a donde tiene que ir, no se puede mezclar una cosa con la otra, esto va a acabar con el país. Amigo, tenemos que hacer algo… – concluyó con aire de superioridad.
-¿Qué desea usted? –indagó el médico clavándole el único ojo.
A esa altura, el paciente estaba vuelto un manojo de nervios. El puñito de valor que le quedaba se había esfumado. Lo que más ansiaba era huir de aquel lugar.
-Doctor, la pierna, el dolor, estee, me corre por…
-Veamos, veamos –dijo el doctor como si se tratara de alguien con rango inferior. Miró aquí, apretó allá, aplicó radiografía, pensó, seguía comentando los males de la sociedad al militar, volvía al paciente, así se estuvo por un largo tiempo, finalmente concluyó: No tienes nada, esa pierna está bien, no hay nervios, huesos o músculos insanos…
-Doctor, pero, verá, es la otra pierna…
-Pero porque diablos no me dijo antes… si serás menso, después de tanto tiempo examinándote esta pierna, dices que es la otra – Dijo el médico con el ojo lleno de sangre.
La ignorancia, la ignorancia, amigo, -viendo al General- es lo que mata a la gente.
El paciente sentía que desmayaba. En efecto, cayó de largo a largo. Por un momento, el doctor pensó que puso mucha autoridad a su voz, miró de soslayo al amigo, sintió un alivio.
Le aplicaron suero. Despertó al momento afirmando que ya estaba bien, que no siente dolor. Le dieron de alta. Salió cojeando para el barrio.

Texto agregado el 05-01-2009, y leído por 129 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
06-01-2009 un cuento tan bueno que me produjo sentimientos diversos, bien por el narrador!! divinaluna
06-01-2009 Excelente relato. Duro, grotesco, pero sin golpes bajos. Me gustó leerlo. ***** permiso
05-01-2009 Tu cuento ,es una denuncia,tan clara.Me dieron ganas de sacudir al medico y a su amigo. Que poco importa el dolor de un ser ,de menor valia ,segun opinan algunos. Gracias por este cuento,da para reflexionar,cuantas veces ,tomamos actitudes similares Menospreciando a otros .****** SHOSHA
 
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