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Inicio / Cuenteros Locales / sergio_vizcarra / REDENCIÓN 4º parte

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23:30 horas.

El detective Ariel Campos llegó a la escena del crimen y su compañero, Esteban Sandoval, ya estaba en el lugar. Ariel miró la casa y los “adornos” característicos de estos casos; la cinta amarilla de la policía que delimitaba el actuar de los distintos grupos de peritaje que funcionaban en su área, las patrullas de la policía uniformada, el ir y venir de los laboratoristas en sus trajes plásticos para no contaminar el lugar y a los curiosos apostados en el exterior de la cinta. Se acercó a su compañero que terminaba de hablar con un uniformado.

-¿Qué tenemos?-. Preguntó.
-Disculpa, no te hubiese llamado de no ser algo complicado este asunto, entiendo que esta noche es especial para ti.
-No te preocupes por eso, debo superarlo.

Esteban miró a su compañero y amigo unos segundos en silencio, ambos sabían que aquella noche se cumplía un año desde la muerte de Diana, la novia de Ariel, asesinada por un ladrón que los asaltó fuera de un restaurante justo después que él le pidiera matrimonio a ella y que ella aceptara. Ariel decía y parecía estar bien, pero los años juntos le decían a Esteban que faltaría mucho tiempo para que realmente las cosas estuviesen relativamente bien en la vida de Ariel.

-¿Qué tenemos?-. Volvió a preguntar el recién llegado.
-Mujer, Catalina, según el dueño de casa, pero no han encontrado ningún documento que lo avale, de entre veinte y veinticinco años de edad, sin causa aparente de muerte, la encontró el dueño de la casa al llegar del trabajo. Dice que le arrendaba una pieza y que pensaba que era estudiante universitaria o algo así. No hay signos de violencia ni de haber forzado alguna entrada, se sospecha de un conocido de la mujer. Hora de la muerte indeterminada pero pudo ser hace unas seis a cuatro horas, luego que una vecina dice que vio a la joven regando el jardín.

Ariel miró a su compañero y de nuevo la casa un instante. Caminó hasta la ambulancia donde todavía estaba el cuerpo de la mujer.

La joven estaba pálida y pese al tiempo que podría llevar muerta no había signos del rigor mortis en ella. Su piel estaba apenas fría al contacto y su rostro no expresaba nada, absolutamente nada. Por un instante, menos de lo que dura un pensamiento, el rostro de la joven era el de su amada Diana, pálida como la noche del asalto, muerta, Ariel cerró los ojos y al abrirlos vio nuevamente a la muchacha. Estaba vestida con una camiseta de un grupo de rock del estilo metal y jeans azules, descalza.

-¿En qué piensas?-. Preguntó Esteban, acercándose.

Ariel miró a su compañero, sin estar seguro de la idea en su cabeza, y llamó a uno de los paramédicos que estaba en la ambulancia.

-¿Podría girarla por favor?-. Preguntó Ariel.

El paramédico se encogió de hombros y dio vuelta el cuerpo de la joven. Ariel subió entonces a la ambulancia y levantó la camiseta de la joven hasta sus hombros. Esteban se acercó para ver mejor la espalda y miró a Ariel. El paramédico frunció el seño intrigado al notar lo que ambos detectives veían; dos cicatrices en la espalda de la joven. Ariel volvió a acomodar la camiseta y bajó de la ambulancia.

-Esas marcas no son nuevas-. Dijo a su compañero.
-¿Habías visto algo así?-. Preguntó Esteban.
-No estoy seguro-. Dijo Ariel algo confundido y luchando por recordar-. Pero el rostro de la joven me dio una sensación de déjà vú, cómo si alguna vez la hubiese visto o a alguien parecida a ella, lo de las cicatrices fue parte de ese recuerdo borroso.

Esteban asintió en silencio y se dirigió al paramédico de la ambulancia.

-Pueden llevarse el cuerpo para que el forense nos diga quién era y que la mató.

Mientras la ambulancia se alejaba, Ariel y Esteban fueron a interrogar al dueño de la casa, un hombre ya entrado en la tercera edad, de aspecto amable y visiblemente afectado por el asunto de descubrir una muerta en su casa.

-No sé que decirles-. Dijo el hombre-. Ella era tan buena persona, nunca un problema.
-¿Cuánto tiempo estuvo viviendo acá?-. Preguntó Esteban.
-Casi un año.
-Y dice usted que su nombre es Catalina.
-Es lo que ella me dijo, no tenía razones para dudar.
-Y para el arriendo de la pieza ¿Le pidió usted algún papel de identidad, referencias?-. Preguntó Ariel.

El hombre se acarició la barbilla tratando de recordar, al parecer sin éxito.

-Es extraño-. Dijo al fin-. Pero de alguna forma es como si no recordara cuando llegó. Sé que llegó hace casi un año, pero no consigo recordar fechas ni momentos, sólo recuerdo que ella siempre estaba alegre y era muy amable y otros muchos bonitos recuerdos, como si hubiese estado acá por años.

Ariel y Esteban se miraron un instante, le dieron las gracias al hombre y una tarjeta para que los llamara si conseguía recordar algo. En ese momento se les acercó uno de los peritos de criminalística metido en su traje plástico.

-Lo siento, detectives-. Dijo el hombre quitándose los guantes-. No encontramos huellas de ningún tipo, ni sangre, pólvora, toxinas, nada fuera de lo normal. Excepto que la habitación de la mujer ni siquiera tenía huellas de ella.
-Eso sí que es extraño-. Comentó Esteban-. Casi un año viviendo acá y ni una huella, o documento, nada de nada.
-¿Por dónde empezamos?-. Preguntó Ariel.
-En la comandancia, revisando en el sistema la foto de la occisa para ver si aparece como desaparecida, quizás alguien la estaba buscando.
-¿Quién tomó las fotos de la escena?-. Preguntó Ariel al laboratorista.
-Las traeré enseguida.

El hombre se fue. Esteban revisaba sus notas mientras Ariel miraba distraídamente a los curiosos tras la cinta amarilla. De pronto se giró rápidamente.

-¿Pasa algo?-. Preguntó Esteban.

Ariel miraba hacia la calle oscura, en la dirección que había tomado la ambulancia.

-No estoy seguro-. Dijo-. Es que me pareció haber visto alguien. Apenas, con el rabillo del ojo. Pero no hay nadie.
-Es tarde-. Dijo Esteban mirando la calle también-. Quizás fue una sombra por las luces de las patrullas.
-Seguro fue eso-. Dijo Ariel.

En ese momento regresó el encargado de criminalística con uno de sus ayudantes. Portaba una cámara digital profesional en las manos.

-Tenemos un problema-. Dijo al llegar junto a ellos y en voz baja-. No quedó registrada ninguna foto de la mujer.

Ariel frunció el ceño. Esteban tomó la cámara.

-¿Cómo es eso posible?-. Preguntó-. ¿Falló la cámara?
-No-. Explicó el ayudante-. Si mira la cámara verá las fotos del exterior de la casa y las que tomamos de la escena después de sacar a la mujer, pero las fotos del cadáver están negras, absolutamente negras y solamente esas, no fue falla de la cámara.
-¿Se velaron?-. Preguntó Ariel.
-Las fotografías digitales no se velan-. Dijo el ayudante, algo molesto por la pregunta.

Esteban le devolvió la cámara al hombre.

-Tendremos que esperar las del forense. Dijo, mirando a Ariel.
-Primero veamos la casa mientras terminan de interrogar a los vecinos-. Respondió Ariel-. Está será una de esas noches largas.

Texto agregado el 14-01-2009, y leído por 85 visitantes. (1 voto)


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