Cuento sin sentido

Era una pareja muy unida, a pesar del ego del marido. Un día, limpiando, la mujer tropezo con una maleta, trastabilló y quebró un trofeo que parecía estar desde siempre en el centro de la pared de la sala. Nunca supo lo que significaba, tampoco se interesó en preguntarlo. Ni siquiera sabía si alguien aparte de ella -que lo pulía a diario dejándolo reluciente- se percataba de su existencia. Pero el traspiés había sido serio y el trofeo se hizo añicos, no había otro remedio que salir de él -y de la maleta-, total, nadie notaría su ausencia.

Recogió presta y afanosa cada pequeño trozo, metiendo uno a uno en la vieja maleta. Volvió a pulir y a limpiar... Al terminar dio una mirada alrededor... todo en su sitio. Sólo la maleta y su extraño contenido desentonaban, pero ni aún así nadie notó el faltante en la pared.

A la mañana siguiente, presuroso, el marido partió -maleta en mano- rumbo al trabajo... Ella abrió las cortinas, y aun sin comprender lo que la sombra de aquellas tres letras -E.G.O.- significaban, pulió y limpió nuevamente.

Él nunca regreso. Ella nunca cerró las cortinas. De alguna manera esa pared limpia reflejaba muy bien la luz del sol, el brillo de las estrellas y el resplandor de la luna. Lo demás ya no tenía sentido.