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Inicio / Cuenteros Locales / el-alberto / Argumento, osamentas y hormigas argentinas

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Le pregunté al Escritor que había sido Curador de museo qué cosa era el Argumento de un cuento.

—Argumento —me dijo, con toda la seriedad del mundo— es lo que queda de un cuento después de la acción de las hormigas argentinas.

Y al ver mi confusión, empezó a reírse como se ríen los Curadores de museo, para que no se les vayan a desbaratar sus queridas osamentas: con delicadas carcajadas, con inmóviles convulsiones, con euforia contenida, con ademán estático.

(Ché, habría que ser Borges para encontrar el oxímoron adecuado).

Después de que se terminó de reír, yo le pregunté que cosa era eso de las hormigas argentinas.

—Verás —me dijo, en tono didáctico—, un cuento es como un ser vivo, como un animalito; cuando lo leemos, crea la misma gama de sensaciones que despierta en nosotros la vista de un perro, o de un gato, león, gacela, conejo, rata, un dinosaurio o unicornio.

—Pero los dinosaurios ya no existen —le objeté—, y los unicornios nunca han existido.

—¿Estás seguro de eso? —me respondió—. Desdeluegamente, en el mundo real, algunos de esos animalitos no existen, pero yo te hablo de la sensación de creer, por un instante, que también esos animales fantásticos existen. ¿Acaso dudas de que, cuando Monterroso despertó, el dinosaurio todavía estaba allí? —No, yo no lo dudaba; y mi mirada se lo dijo.— ¿Ves? Yo hablo de eso, de la magia de un cuento.

Y yo recordé la conversación con el Escritor que había sido Mago, y le di la razón al Escritor que había sido Curador de museo. Aun así no entendía todavía qué tenía que ver esto con el Argumento de un cuento. Porsupuestamente, se lo pregunté.

—Entonces —prosiguió—, si un cuento es como un animalito, las sensaciones que despierta en nosotros dependen de qué tipo de animalito sea. Puede ser gusto, placer, repulsión, intriga, asombro, miedo, fastidio, aburrimiento, perplejidad, rechazo, confusión, respeto; dependiendo de si ves un simple gato, una rata asquerosa o una majestuosa ballena. Pero después de cierto tiempo, el cuento (como todo ser vivo), muere; o sea, el animalito queda tendido en algún prado o selva o desierto, o varado en alguna playa, donde irremediablemente se corrompe. Y aquí es donde entran en acción las hormigas argentinas.

Yo estaba intrigado con las hormigas argentinas, pero por el momento, preferí seguir escuchando la explicación del Escritor que había sido Curador de museo.

—Una vez que el animalito está muerto, las hormigas argentinas atacan por millones y cubren el cadáver, arrancando minúsculos trozos de carne que llevan a su hormiguero, hasta que del animalito (o sea, del cuento) sólo queda un conjunto de huesos, la osamenta. Y sin embargo, si pasamos por ese lugar, y vemos esa osamenta, aún nos podemos hacer la idea de cómo fue ese animalito cuando estaba vivo. Entonces, si un cuento es un animalito, el Argumento es la osamenta del cuento.

Como que todavía yo no terminaba de entender. Entonces, el Escritor que había sido Curador de museo continuó:

—Mucho tiempo después de que hemos leído un cuento, la sensación que produjo en nosotros muere; es decir, vamos olvidando los detalles, las metáforas, las frases brillantes, incluso el estilo en que está escrito el cuento, en el que, paradójicamente, el Escritor puso tanto cuidado al crear. O sea, el cuento se descompone. Pero, en algún lugar de nuestra memoria, quedan esos restos que se resisten a desaparecer al ataque de los millones de segundos que componen el tiempo, y que como las voraces hormigas argentinas, limpian de cosas superficiales al cuento, dejando sólo lo más resistente, lo más importante, los huesos del cuento: el Argumento.

Yo todavía no terminaba de entender.

—Si te pidieran que cuentes “El Aleph”, “La noche boca arriba”, “El gato negro”, “La insignia”, ¿podrías recordar cada detalle, cada signo distintivo del estilo? —me preguntó el Escritor que había sido Curador de museo. Muy-a-mi-pesarmente, aunque tengo buena memoria, le dije que no podría—. Pero, la historia, lo que pasa en el cuento, ¿lo podrías contar?

—Claro-que-sí-mente— le dije, pues esas historias son inolvidables.

—Entonces, eso que no desaparece de la memoria, esos huesos que blanquean en algún lugar de nuestra memoria, son el Argumento: la osamenta de un cuento, después del ataque de las hormigas argentinas.

Y por fin logré entender lo del Argumento, aunque todavía no había satisfecho mi curiosidad por las hormigas argentinas.

—Como los huesos —prosiguió el Escritor que había sido curador de museo—, el Argumento sostiene al cuento. Así como sobre un esqueleto se adicionan capas de músculos y piel que lo recubran adecuadamente, se fijan tendones para dar movimiento a esos huesos, se colocan nervios para comunicar los miembros al cerebro, se rellena todo con unos cuantos litros de sangre, y ¡zas!, ya tenemos animalito; así, sobre un Argumento colocamos palabras y frases, que elegimos cuidadosamente para que lo recubran adecuadamente (a eso llamamos Estilo); escogemos un punto de vista para mirarlo; un tiempo desde donde contarlo; y ¡zas!, cuentum habemus —finalizó, guiñándome un ojo a causa de su poco ortodoxa expresión latina—. Pero si el esqueleto es débil, al menor movimiento el cuento se te fractura, así que un Argumento sólido es el primer requisito para sentarte a escribir. No lo olvides —terminó, dándome la mano para despedirse.

Desdeluegamente, yo no podía dejarlo ir sin preguntarle lo de las hormigas argentinas. El Escritor que había sido Curador de museo sonrió.

—Un famoso escritor argentino —me dijo—, escribió no recuerdo qué cuento sobre unas hormigas que se entretenían en mondar osamentas. Como quiera que mondar significa “limpiar” (por ejemplo, cuando decimos que mondamos un hueso, lo que queremos decir es que estamos comiendo los últimos restos de carne adheridos a él, luego de lo cual el hueso queda mondo); y una osamenta es un conjunto de huesos desprovistos de toda carne; lo que acabó diciendo ese escritor es que esas hormigas estaban limpiando el polvo acumulado en las osamentas, provistas porsupuestamente de escobas y plumeros. Porque si esperaban encontrar alimento en un conjunto de huesos mondos, han de haber quedado chasqueadas. Y como en el museo el polvo se acumula bastantemente en las osamentas que están en exhibición, los colegas y yo pensamos que hubiera sido muy conveniente importar un lote de esas hormigas argentinas, para que ayuden al personal de limpieza.

Y habiendo satisfecho mi curiosidad, el Escritor que había sido Curador de museo se despidió y se fue. Y yo recordé la magnífica imagen de las hormigas coloradas de Gabo, que se llevaban a su madriguera al último de los Buendía, en el cual sí había algo que mondar. Hormigas coloradas colombianas: ¡Excelente! Hormigas argentinas que mondan osamentas: ¡Andá!

Texto agregado el 13-02-2009, y leído por 937 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-02-2009 esta bien, pero le das muchas vueltas para decir que la importancia del argumento en el cuento es básica y trascendente. eh? eh? marxtuein
13-02-2009 Vale, che, vale! beneas
 
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