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Ocho minutos hasta despertar

“La experiencia me enseña, mi buen Alex, que el hombre que vive sueña lo que es hasta despertar.”

“¡No mames! ¿Cuál experiencia? ¿De dónde sacaste esa pendejada, pinche Paco?”

Paco se incorporó sobre el cofre del coche mientras Alex continuaba reclinado contra el parabrisas.

“De ‘La vida es sueño’, me lo aprendí una vez que me lo leyó mi papá” dijo y le dio un trago a la cerveza. “Me la jalé ¿verdad?” sonrió.

“Te la jalaste” contestó Alex. “Salud” alargó el brazo para tocar el hombro de Paco con el cuello de la botella. Gotas de humedad se acumulaban sobre el cristal en el calor de la noche.

Alzó distraídamente la suya en respuesta mientras miraba en dirección al único otro coche en la explanada. La luz de la luna era apenas suficiente para alcanzar a distinguir el lento movimiento que ocurría en la cabina. Las luces de un coche que torcía la curva de la carretera inundaron momentáneamente el interior casi al tiempo en que se separaba en dos la figura que momentos antes era una. Los haces de luz continuaron su camino sin detenerse. Cuando sus ojos se acostumbraron nuevamente a la oscuridad notó que la figura había vuelto a ser una, se movía lenta y rítmicamente.

“Otros” dijo hacia adentro, demasiado bajo para que Alex pudiera escucharlo.

“¿Ya sabes lo que vas a hacer?” Preguntó Alex.

“Pos igual y me echo un cigarro” estiró la mano para agarrar la cajetilla y el encendedor que se encontraban en el centro mismo del cofre, a mitad de camino entre los dos.

“Ya en serio, güey”

Paco encendía el cigarro. La pequeña llama dejaba ver el ceño ligeramente fruncido.

“El papá de Aitana quiere que me meta a chambear con él en la constructora. No sé, yo creo que eso.”

“¡A toda madre!” expresó Alex con gusto. “Ganar tu propia lana en vez de tener que pedírsela a tus papás.”

“Sí, ¿verdad?” sonrió Paco.

“A mi me va a tocar chingarme tres años más de universidad antes de hacerlo.” Empinó la botella hasta terminarse lo que quedaba de su contenido. Después soltó un eructo largo y sonoro. Arrojó la botella vacía en dirección a las luces de la ciudad que se expandían bajo ellos. “¡Ni modo!”

La sonrisa de Paco se desvaneció.

“¿Sabes si al final el Fer se va a cambiar de carrera?”

“Según él, sí. ¡Buena onda! Va a estar bien tenerlo de compañero ahora que tú ya no vas a estar.” dijo Alex.

“Ya” susurró. Aspiró una bocanada del cigarro que poco a poco se acortaba.

“Oye güey ¿Ya se le nota a Aitana?”

“¡No pendejo! ¿Cómo se le va a notar si no van ni tres meses?” dijo molesto.

“Yo que voy a saber” reclamó sin prestarle importancia a la molestia de Paco. “Se me viene una temporadita buena. Primero tu boda, el fin siguiente la novillada en el rancho de los Uranga y luego una semanita en Puerto Vallarta con lo cuates antes de entrar a clases.” Se bajó del coche y caminó los dos metros que lo separaban de la hielera. Sacó una botella y la abrió.

“Como quiera las fajas y madres que le ponen a los vestidos hacen que se vean flacas aunque no lo estén” dijo mientras Alex se volvía a acomodar sobre el coche.

“¡No hay pedo, güey! De seguro se va a ver a toda madre. Ni te preocupes por eso.” Apuró un largo trago. “¿Vamos mañana a jugar tenis?” preguntó.

“No. Mañana no puedo. Tengo que ir con Aitana a ver unos refrigeradores.”

“Pos ni modo. ¿Qué se le va a hacer? A la mejor le hablo al Fer a ver si él se anima. Sirve de que vamos armando ambiente.”

Paco aspiró una vez más el humo del cigarrillo.

“Está a toda madre esto ¿No crees?” preguntó sonriente Alex.

“¿Qué?” respondió Paco.

“Aquí, sentados, platicando y echando unas chelas. ¡A todísima madre! ¿Tú crees que ahora que estés casado seguiremos haciéndolo?” dijo y arrojó un eructo, esta vez más corto que la anterior.

Paco no contestó. Acercó el cigarrillo a su boca. Lo sostenía con las yemas de los dedos pulgar e índice. Las últimas virutas de tabaco se agarraban tercamente a la colilla. Aspiró profundamente. El tabaco brilló con fuerza por un momento. Separó la colilla de sus labios y la arrojó con fuerza hacia la izquierda. Cayó a unos tres metros y comenzó a extinguirse. Paco mantuvo el humo dentro lo más que pudo. Después lo soltó lentamente y vio como desaparecía hasta convertirse en la oscuridad misma. La colilla dio los últimos destellos y se apagó. Con la mirada buscando el humo que ya no estaba habló:

“Tal vez no”



Texto agregado el 17-05-2004, y leído por 228 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-05-2004 Muy bien narrado tu cuento. El texto denota graficamete el vivir del estudiantado, y las peripecias que conlleva a esa edad. La ortografía y la puntuación:impecables. Gracias por compartirlo. Saludos. Raymond
 
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