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Génesis 03: El fin de La Madre

La sala era enorme, de forma cúbica. Las paredes estaban cubiertas de engranajes, salvando una de ellas: aquella en la que se hallaba el gigantesco reloj. Un mecanismo extraño, pues era inexistente: el reloj funcionaba sin ningún tipo de aparato, lo hacía por sí solo. La sala parecía inundada en un extraño líquido verdoso. En el interior se arremolinaban gigantescos capullos rellenos de huevos, y dichos capullos estaban conectados a cables que salían de la sala por las paredes. Los capullos tenían grandes membranas, similares a finos hilos, que los conectaban con La Madre: En el centro de la sala, se hallaba una mujer de piel y pelo totalmente blancos. Solo era humana la parte superior del cuerpo: de cintura para abajo tomaba la forma de un abdomen insectoide, con algunas patas desarrolladas.

La dama miraba el techo con misteriosa sonrisa, mostrando en su mirada cierto aire de satisfacción. Pero no era el techo lo que observaba con tanta atención: Un hombre cayó sobre ella, apoyando sus oscuras botas de acero en su cadera, para a continuación apuntar con la punta de su espada al cuello de la mujer. Pasaron varios segundos en esa posición, durante la cual ella miraba fijamente a quien se acababa de presentar con hostiles intenciones: era un hombre de mediana edad, con una complexión atlética oculta por una negra armadura que simulaba osamentas mediante adornos dorados. Su rostro estaba oculto bajo una máscara morada, en la cual había siete ojos grabados, y por dicho objeto lo único que se discernía de la cabeza era la larga y abundante melena plateada, que la joven vio caer sobre la espalda del guerrero, oculta bajo una capa también morada.

Poco a poco la punta del arma se acercó más a su cuerpo: una katana negra, que parecía hecha de obsidiana, y en cuya oscura hoja había numerosas runas azules.

-La Madre... de ti surgen todos los Devoramundos que existen...-Dijo él, sin preocupación alguna por ese líquido verdoso que llenaba el lugar, pues sabía que en su interior se podía respirar a la perfección.

-Así es. He nacido para crear, y a eso me he dedicado durante años. Sin conocer el universo más allá de estas cuatro paredes. Sin siquiera poder ver el rostro de mis millones de hijos...

-Eres una esclava de Gargant... ¿no es así?

-Es una forma de llamarlo... supongo que ese es el motivo de que no oponga resistencia... esto no será mi asesinato, sino... mi liberación. Igualmente, esta es tu liberación, ¿verdad? Sé que vienes a redimir tu error.

-Comprendo... ¿alguna última palabra?-Dijo él simulando que no había escuchado ese último comentario.

La joven sonrió. Le dedicó la más pura sonrisa que un ser puede hacer.

-Gracias... por todo lo que haces... y por lo que harás de aquí en adelante...

Y así, el guerrero, clavó su espada en el cuerpo de La Madre, desde el inicio del cuello la hoja recorrió todo el torso hasta salir atravesando el final de la espalda, donde se perdía también la forma humana de la mujer. Chorros de sangre azul comenzaron a brotar de la herida, especialmente al torcer el espadachín el filo de su katana para rematar la faena. El interior del cuerpo de la mujer comenzó a brillar con cierta intensidad, mientras este se deshacía mezclándose con el líquido verdoso. En ningún momento mostró otro sentimiento que no fuera felicidad: ni siquiera en sus últimos momentos de vida ella dejó de sonreír.

Entonces, el guerrero no pudo ocultar su expresión de sorpresa al ver de donde provenía el brillo del interior del cuerpo de La Madre: Al deshacerse el corazón, en su interior apareció una imponente joya. El impresionante tesoro era de tonos azulados oscuros, con algunos brillos morados y verdosos, estos últimos debido al líquido que inundaba la sala. Por el resto, la gema brillaba con luz propia en el sentido más literal de la expresión, resaltando las mil veinticuatro caras del objeto.

-Así que… este es tu agradecimiento… no temas, lo lograré.

Entonces el joven tomó la joya entre sus negras manos, y numerosos haces de luz multicolor empezaron a impactar en su armadura. El gigantesco reloj situado detrás de él comenzó a funcionar a pasmosa velocidad, tanta que las doradas agujas se convirtieron en estelas de oro, a la par que los áureos números cambiaban a un potente rojo. Los capullos empezaron a derretirse, fundiéndose con la verde sustancia de la misma manera que hizo su creadora segundos atrás.

La armadura negra estaba imbuida en luz arco iris. No podía distinguirse sus formas óseas, ni su oscuro color: tan solo una lumínica silueta cambiante. Pero a su dueño no le importaba. Espada en mano-también cubierta de luz- el hombre dio media vuelta, encarando al reloj. A continuación, tomó impulso en el aire, y se lanzó hacia éste: al tocarlo, grandes manchas doradas se formaron allá donde él palpaba, como si de gotas de pintura diluida se trataran. Y así, el guerrero entró en el interior de las manchas.

-Te estaba esperando… ¡TRUEFAITERMAN!

Del enorme portal surgió él: su armadura era negra, con ornamentos dorados que simulaban cierta osamenta, siendo esta de forma estilizada y un tanto barroca. Su plateada melena caía por encima de la roída capa morada que ocultaba la espalda, y que también escondía el inicio de seis grandes alas de plumas negras. El pectoral de la armadura, que antes poseía un vasto adorno dorado que simulaba un esternón, ahora tenía un simulado rostro humano incapaz de mostrar expresión alguna. El rostro del guerrero estaba oculto por una máscara morada, la cual tenía cinco pares de ojos.

-¿Por qué tanto esperar a tu muerte, Gargant?

Truefaiterman miraba hacia abajo, a bastantes metros de distancia de su posición, donde otro guerrero había estado esperándole: Su siniestra armadura blanca era aquel exoesqueleto que simulaba la coraza del joven. En sus fuertes brazos, Gargant sostenía un gran espadón de filo óseo, y cuya hoja se componía de numerosas tiras de carne y extraños ojos que parecían moverse con vida propia. El engendro también parecía llevar una máscara, también blanca, con solo dos ojos rojos y numerosos cuernos, aunque en este caso era imposible saber si no era su auténtico rostro.

-Eso es algo que tenemos que comprobar, p

-¡NO SE TE OCURRA LLAMARME ASÍ, MONSTRUO!

-Vaya, ¿tanto te avergüenzo? Debería ser a ti mismo a quien odiaras, y no a los demás.

-Cállate. Vosotros, los Devoramundos, provocáis el caos más absoluto. Acabáis con miles de vidas sin importaros las consecuencias, destruís todo lo que se os pone por delante. Semejantes abominaciones no tienen derecho a vivir.

-No diferimos tanto de vosotros, habitantes de mundos. Nacemos, nos alimentamos, nos reproducimos, y morimos tal y como hacéis. Es más, nuestra existencia supone la eliminación de toda maldad en el universo y en los meta versos existentes dentro del primero: si no os destruimos nosotros, los humanos os acabáis autodestruyendo. Y lo mismo sucede con todas las demás razas existentes en el universo, pues todas son meros derivados y sucedáneos. Vuestra codicia os lleva a dañar a otros seres por más que el hecho de saciar vuestras necesidades básicas, haciéndolo incluso por PLACER.

-¿Con qué derecho hablas tú de codicia, Gargant?¡ Siendo como sois un grupo de monstruos insaciables! ¿CUÁNTOS MUNDOS HABÉIS DEVASTADO? ¿MIL, DOS MIL? ¡HABÉIS DESTRUIDO MILLONES DE VIDAS, DE FAMILIAS! ¡NO SOLO DE MALDAD HABÉIS PURGADO EL MUNDO, TAMBIÉN DE TODO LO BUENO QUE TIENEN LOS SERES HUMANOS Y LAS DEMÁS RAZAS DEL UNIVERSO!

Entonces, Gargant ensartó su espada en la roca sobre la que estaba, partiéndola en dos. En ese mismo momento, de su acorazada espalda surgieron dos pares de alas, de color de oro y forma insectoide.

-¡JA! Dime entonces, Truefaiterman, ¿Qué es un hombre? Yo te lo diré: un hombre es un pozo de mentiras, dudas, maldad, codicia… que son incapaces de actuar por su cuenta, y se refugian en sí mismos o se regodean del sufrimiento ajeno para generar una falsa autosatisfacción. Son animales que destruyen la naturaleza a su alrededor para su propia comodidad, poniéndose siempre por encima de los demás. Son seres que no buscan la evolución para ser mejores, sino para ser mejores que otros. Criaturas infames cebadas de egocentrismo e hipocresía, entes que organizan un verdadero caos que nunca intentan detener a menos que este les afecte a ellos, momento en que crean unas normas que solo se cumplen para mejorar su imagen o satisfacer sus intereses. Los hombres son la lacra de este universo, una lacra que busca invadirlo todo sin compartir nada, una lacra que elimina sin piedad todo elemento que salga de sus esquemas de su falsa perfección.

-No te lo niego… somos monstruos. Pero no solo somos eso, porque igual que provocamos el caos, también creamos el orden. Porque nos hemos convertido en los primeros seres puramente racionales nos impusimos el deber de mejorar nuestra forma de pensar. Porque somos seres con pensamientos y sentimientos, criaturas que amamos tanto como odiamos, entes que damos igual que negamos, porque somos más que animales, somos…

-¿Lo ves? Somos, somos, SOMOS, ¡SOMOS! El ser humano no hace más que pensar en sí mismo. Es ese pensamiento el que hunde todo lo existente, ese pensamiento es el que acabará con el universo antes de que nosotros lo devoremos por completo. ¿Y a pesar de eso os defendéis escudándoos en vuestra hipocresía?

-Los sentimientos son algo que jamás podrás comprender, Gargant. Porque es algo que solo poseen los seres humanos. Jamás comprenderías lo que es llorar de tristeza, u odiar a alguien hasta el punto de querer arrebatarle la vida… pero tampoco puedes entender lo que es ser feliz, ni en qué consisten cosas como la amabilidad o el amor. Por eso, y por mucho más, no puedes entender que es sentir, tanto en lo bueno como en lo malo. Acabemos con esto de una vez.

-Como desees, prepárate para enfrentarte al verdadero Gargant. Esta… ¡ESTA ES LA AUTÉNTICA FUERZA DE LOS DEVORAMUNDOS!

Texto agregado el 20-02-2009, y leído por 59 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-02-2009 Un relato muy interesante, me gustó mucho. Se parece a las sagas japonesas, con sus seres fantásticos y sus cuestionamientos al comportamiento humano. Mis más sinceras felicitaciones Siemprelvira
 
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