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PERDON MI AMOR

Esquivando las mototaxis y los venteros callejeros, se escondía de los fulminantes rayos del sol atravesando los toldillos de los almacenes de la calle del comercio, en esta mañana complicada de un pueblo infestado de caños pestilentes que de alguna manera marcan la historia de la zona de Urabá. Sus cabellos alborotados se mecían con el viento, y por su rostro blanco juvenil le corrían inclementes gotas de sudor. – Pitos, gritería, anuncios, mofles bulliciosos de las motos, aturdían el pensamiento de Melinda mientras competía con el tiempo.

- Pum! Un estruendo, un golpe contundente y seco; silenció la orquestada algarabía de los transeúntes que vieron volar por los aires una bolsa de leche y un pan de tres mil.
- – ¡Auxilio, auxilio¡ gritos, asombros y aglomeración. -Hay que levantarla, esta viva, corran, corran, por favor; gritaba una anciana desde su puesto de ventas de aguacate, no la dejen ahí. El joven del mototaxi, después de ser arrastrado por el pavimento con su vehiculo, se levantó cojeando, con su cabeza ensangrentada, trató de apresurar el paso hasta donde se encontraba Melinda tendida, abrió camino entre la muchedumbre, la tomó entre sus brazos con la ayuda de otro motociclista y la montaron en el carro de , don John el propietario de uno de los almacenes más grandes del pueblo, y a gran velocidad pitando sin descansar se dirigieron hacía el hospital.

Melinda estaba inconciente, y muy lastimada, la entraron por urgencias, un médico joven que estaba de turno la atendió, la examinó y de inmediato dio instrucciones a la enfermera para que le tomaran los exámenes necesarios y para que le suministrara la droga que una hora mas tarde la hizo reaccionar. Melinda despertó, borracha y sin fuerzas debido a los medicamentos, no entendía que estaba haciendo en ese lugar; bastó solo unos minutos para que la bella joven se levantara de la camilla, sumamente asustada y angustiada se retiro el suero y salio como alma que lleva el diablo, corriendo por los pasillos con su rostro bañado en lagrimas llego hasta el acopio de taxis.- Moto, moto; aquí¡, lléveme por favor al centro por la pescadería , yo le indico, pero rápido por favor; recordó entonces el pan y la leche, cerró los ojos para acariciar el rostro de su pequeño hijo dormido, minutos antes de salir al encuentro de su nefasto destino.
-Melinda, llegamos. – Mire le pago, muchas gracias. No esperó la devuelta, subió los escalones de dos en dos hasta llegar a la puerta, introdujo las llaves y al tratar de abrir algo la atrancaba, empujó suave, asomó la cabeza; y vio a su hijito con los ojitos hinchados de llorar sumido en el profundo sueño de la muerte que le sorprendió mientras esperaba a su madre. Melinda se arrodilló en el piso tomó el cuerpecito sin vida lo acurrucó entre su pecho y con profunda tristeza le susurró al oído: - Perdón mi amor, solo salí a comprar la leche.

Autor

Patigo

Texto agregado el 28-02-2009, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-02-2009 Estremecedor relato. ejemplo de la vida de muchas madres.***** dzamiliah
28-02-2009 Muy buen cuento,doloroso y crudo que hace pensar en cuantas realidades semejantes,=D mis cariños dulcequimera
 
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