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 “De los andes”
 
 Cordillera virtuosa que extendidas tus ramas belicosas, lanzas llamaradas de fuegos gélidos,
 No te dejas avasallar traspasas con tu filo de muerte
 los aires otoñales de las auroras perennes.
 
 
 Cuando frente a tu hálito recuerdo trágicas canciones
 que acunaste en tu cima vertiginosa
 Yergan pensamientos elevados, como los cantos de los lirios que nunca te conocieron,
 
 Como el canto de los soldados que no puedo olvidar
 que remecen mi alma de frío y dolor
 como el tesón de los conquistadores que durmieron vivos
 en algún sitio ínfimo de tu cara.
 
 Rocas resbalosas, manantiales cristalinos pureza blanca
 casi inmaculada. Casi blanca, casi inmaculada.
 
 Protectora de caudales como el himno de nuestra patria, que te recuerda magistral, desvergonzada.
 
 
 “Magestuosa es la blanca montaña, que te dio por baluarte el Señor”
 
 Como brazo levantado en medio del desierto
 te presentas erguida valiente, esforzada, protectora.
 
 Y los bosques allanados que te pretenden
 ¡Como son despreciados los espinos fuertes! me enorgulleces.
 
 Hay un país bajo de tu alero, Chile siempre pequeño
 pero engrandecido... como ninguno.
 
 El país de los poetas, los sueños, los acantilados mágicos
 de la estación bucólica de los amantes.
 
 Estructura delgada como el flaco de los lagos y el largo de los ríos
 como el pesar de los ojos que abren cierran los degollados,
 
 Como la maicena sobre la mesa, los huevos frescos del campo
 los claveles del camposanto, los amaneceres de mi tierra,
 
 Que recoge y riega sueños dormidos de los infantes, los fenecidos
 manos encallecidas de la sabiduría de los tiempos
 cuyos ancianos la poseen y sobresalen del letargo.
 
 
 Mi tierra, nuestra tierra, no es más que muchas tierras, pero emblemática como ella sola, aquí nacen los girasoles,
 Aquí se ama la vida a pesar del pasado sangrío, renace el día y brilla la vida.
 
 Aquí estamos tú y yo, nosotros rodeando sueños
 quimeras que nacen de nuestras almas,
 
 Nuestras almas, que sintiéndonos muchas veces diferentes, se unen con algo en común;
 
 El sueño de nuestras manos, el canto de los pájaros
 la letra de nuestras plumas ¡que bendición!
 y para terminar con esta canción, les digo a todos
 ¡¡Bendito sea Dios por nuestra cordillera!!
 
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