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Cuando llegaron al inmenso hall de entrada del Voyager, Adriana comenzó a sentir en su estómago esa sensación vaga ligeramente opresiva que solía padecer ante circunstancias que la intimidaban.
Asió fuertemente la mano de Mario y sintió alivio al ser correspondida. Aquélla mano cálida y dura le transmitió la seguridad que a ella le estaba faltando en ese instante.
Los trámites fueron rápidos y precisos, y para ella, la primera vez que emprendía un viaje, un alivio para su ansioso estado de ánimo ya que la mantuvieron ocupada. Debido a eso es que la despedida de Mario resultó ser suave, con una intensidad menor que ella había supuesto en sus quimeras y fue casi con asombro y sin dolor que se dejo introducir por la azafata en los largos pasillos que conducían al inicio del viaje.
Adriana decidió viajar por consejo de su amiga Ana, si bien su anhelo estaba como latente fue postergado siempre por rutinas y compromisos, hasta que éstas al modo de insidiosos tentáculos, la atraparon. Cuando Adriana apercibió de ello fue a través de somatizaciones vagas, gástricas y alérgicas, adonde había desviado las frustraciones de su propia postergación.
Allí comenzó en parte un largo fluir por salas médicas. Tratamientos, algunos más llevaderos que otros, pero todos en general solo aliviantes en alguna forma transitoria e insípida para sus males.
Así la semilla del viaje cayo en terreno predispuesto, los tiempos habían actuado y hecho propicia la germinación.
Una vez tomada la decisión del viaje el resto fue rápido. Elegida la agencia, y en esto Adriana tuvo la necesaria cautela de no boicotearse con empresas frágiles o de escasa seriedad, fue literalmente inundada de proyectos y tests sensoreos-neuro-audiovisuales y que ella comprendió, eran imprescindibles para llevar a buen puerto la empresa como entendió asimismo que constituían una primera e importante etapa previa y que debía sumergirse en ella y gozarla como lo haría sin duda una vez en el viaje mismo. Así se desplegaron ante sus ojos lugares umbríos y soleados, desfiles de gentes ignotas y secretas como otras más tranquilizadoras y presentes, ciudades colmadas de mecanismos autosuficientes, aldeas solitarias frente a un mar espejado de cielos rojizos, paramos austeros, desiertos inhóspitos, verdes valles fructíferos y heladas cumbres solitarias. Frente a este tesauro de muestras y proyectos Adriana debió aunar, equilibrar realidades y sueños y elegir inconscientemente el destino, el cómo y donde depositar sueños, anhelos escondidos, extraer de su bagaje los delirios escondidos y sacarlos a la luz.
Respecto a Mario, fue una sorpresa sin paliativos encontrar, en vez de la oposición frontal o solapada, una casi total aceptación de su proyecto. Tal vez él estaría fatigado de sus propias fatigas o proyectaría en ella, como era su costumbre, ahora no solo impotencias y fracasos sino esperanzas de cambios. Lo cierto es que Adriana encontró en vez de un adversario un aliado.
Así de una manera suave como si se deslizara en un tobogán de agua, encontró que los días avanzaban en proyectos y se sometió de buen grado a las pruebas y testeos imprescindibles e interminables. Al fin Adriana comprendió que Voyager había decidido en base a datos sus destinos y los acepto de buen grado, con el talante de un jugador que decidió gozar de sus apuestas.
El destino del viaje tomó a Adriana por sorpresa. Si bien había soñado con ella. Si bien pensó en ello creía que sus sueños solo eran eso hasta que vio a lo lejos, dibujadas contra un mar de fondo azulado y transparente casi etéreo, palmeras cimbreantes mecidas por un cálido viento y una cabaña de troncos rústicos que por supuesto cobijaba bajo su alero la consabida hamaca de palmas.
El interior de la cabaña era fresco pese a la cálida brisa del exterior, el mobiliario de madera sin lustre y tal como esperaba escaso, suficiente para una persona sola, una pequeña cocina surtida de comestibles una mesa y una silla y más allá un cómodo sillón reclinable. Detrás de éste, un mueble ocupaba toda la pared del fondo que carecía de ventanas. Era una biblioteca, que Adriana supo apreciar, con libros usados casi todos, pero en perfecto estado. Adriana reconoció títulos y autores, algunos leídos y semi olvidados y otros en los que no recordaba con precisión, haber incursionado. Sobre una repisa encontró enseres de escribir y una vieja estilográfica de suave y gorda pluma, que la sintió cómoda de inmediato en su mano. A un costado, bajo una ventana entreabierta un lecho ancho, cubierto con una áspera colcha, señalaba su lugar de descanso, Adriana se sintió confortable inmediatamente en él.
Por lo tanto no se sorprendió en absoluto cuando sintió un rasgueo en la puerta y allí contra la luz nítida del mediodía que contrastaba con la penumbra del interior vio dibujada en el vano la silueta de un fox-terrier pequeño, inquieto, simpático y cariñoso, Adriana sintió casi de inmediato la devoción del perro y sintió de su parte un amor que la sorprendió por su intensidad. Le daba la sensación de un conocimiento anterior, que ese can representaba al prototipo de sus congéneres y resumía en su esencia sus representaciones idílicas y creencias sobre lo que debería ser su perro. Adriana lo bautizo de inmediato, Eureka.
Las horas y días subsiguientes fueron para Adriana como un largo fluir onírico. Dormía pesada y profundamente y al despertar lo primero que veía era a Eureka, su lengua rosada y vibrante asomada del hocico levantado hacia ella como un dardo y sus ojos cargados de amor que la incitaban en un silencio elocuente a que saliera del lecho aun cargada de sueños redondos y allí iban en una aleación de emociones y sentimientos a deambular por playas de arenas finas y doradas, a jugar en el mar siempre cambiante y correr como dos chiquillos por la superficie firme de las playas lamidas por las aguas.
En las tardes que a veces era tamizadas por ligeros y bruscos chaparrones que aparecían y desaparecían como duendes sin ni siquiera perturbar al sol, Adriana solía sentarse en la galería que circuncidaba la cabaña y leía o escribía sin orden, sin una programación lógica. Pudo haber tomado Hemingway o Platón o un viejo libro de cuentos infantiles o interpretar desde la distancia en que la sumergía su estado semi-onírico, a Maquiavelo de la misma manera su pluma a veces se deslizaba fluida y poemas y esbozos de cuentos surgían de su pluma, personas y personajes emergían como desde una bruma y aun cuando muchas veces Adriana creía reconocerlos eran como si tomaran su propia vida y se libertaban algunos con muecas de fastidio, y otros ,los menos, agradecidos y felices.
En todo ese tiempo, y salvo los que emanaban de sus libros y escritos Adriana no tuvo ningún tipo de contacto humano. Nunca supo por que mecanismos o medios su cabaña estaba ordenada y limpia a su regreso, ni una mota de polvo ni un enser fuera de lugar y una vez en que rompió adrede una vasija, ésta fue reemplazada por otro idéntica al día siguiente. Le daba la impresión que el aseo y mantenimiento de la cabaña, ( y esto un poco la sobrecogía) era como un soplo indiferente, obra de duendes o espíritus y nunca percibió rastros o señales que estas tareas fueran efectuadas por hombres o mujeres.
Asimismo sus alimentos estaban dispuestos ordenados y pulcros sobre la mesa y siempre eran variados, constantemente suficientes y con una rara mezcla de cocina casera y de hotel cinco estrellas. No presentaciones lujosas ni sofisticadas, no asimismo la exageración gustosa de guisos campesinos y en los casos que tentada por poner a prueba hasta que punto podía exigir de estos fantasmas, solicitaba en una nota una comida exótica, ( una vez se le ocurrió pedir y por supuesto no los probo escargot a la pomarolla) la solicitud era cumplimentada de tal manera que no le dejaba duda alguna que por ese lado no iba a lograr nada.
De alguna forma sutil y reptante el clima fue cambiando. A veces era solo una brisa más oscura y fresca que la hacia estremecer, otras algunas nubes que la sorprendían por sus formas y tonos sombríos o en oportunidades, el mar le disgustaba con olas pesadas y cargadas de aromas iodados y parduscos. Otras veces era el calor más denso y fatigante y que le ofrecía un panorama de dejadez que la asustaba.
También su humor fue variando. De los días placenteros y con una sensación rayana en una suave euforia fue transitando cada vez con mas frecuencia hacia el desagrado el hastio y el malhumor. Incluso una vez se sorprendió echando a Eureka con enérgica ira de la cabaña.
Sus noches se poblaron de insomnio y de recuerdos, su dormir profundo y reparador del comienzo, fue paulatinamente desalojado por kafkianos pensamientos torturantes, ambiguos, cargados de soledades y miedos.
Sus notas a los fantasmas se hicieron mas frecuentes, varias al día, y sus pedidos cada vez más desopilantes, desde una mini.pc. barriletes chinos, rompecabezas, crucigramas y solitarios, hasta la vez que solicitó con enérgica autoridad y enojo, que se hicieran ver, que ya no aguantaba la soledad que la compañía de un perro por mas que representaba sus sueños infantiles y que fue tal vez la frustración mas fuerte de su infancia de hija única no bastaba no la satisfacía que ya estaba bien se había dado cuenta que leer y pasear en playas y tomar sol hasta el cansancio y hasta que su piel se resienta, que el tener sus necesidades cubiertas estaban muy bien pero eso si con seres humanos. Rostros gestos caricias que incluso prefería aguantar lo insulso si incluso las rutinas de una pareja que la descalificaran o intentaran hacerlo pero que por favor la saquen de allí.
La ultima nota de Adriana fue un grito.

Texto agregado el 23-08-2002, y leído por 1092 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-08-2002 Ha sido un placer. Cuando seas famosa mostraré ésto. Averastudis
29-08-2002 Sugerencia y correción aceptada. Gracias por ayudar Averastudis marxxiana
27-08-2002 "Aleteos de mariposas" lugar común que debes evitar. Invalida el relato ya desde el comienzo. averastudis
 
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