Tendido en la cama
sin fuerzas,
desganado,
soñando que vivo,
fuerzas no tengo,
bostezo y respiro,
bostezo y bostezo,
tendido en la cama,
sudoroso,
exánime,
las horas se pasan,
pasan sobre mí,
permanezco informe,
como una sábana,
como una sombra,
adormecido,
se me va la vida,
quejumbroso
me levanto,
estiro mi mano,
enciendo el hervidor,
burbujea el agua,
dormito sobre la mesa,
golpe seco,
el agua se encabrita,
sumerjo la cuchara
en el tarro de café,
el agua cae sobre la taza,
el café la oscurece,
empino la poción,
me la bebo a sorbos,
despierto,
respiro, me despejo,
el café dormita
dentro del tarro de lata,
yo, regreso al mundo
de los vivos…

A menudo, cada vez más a menudo, siento que la realidad formal, ésta de piel y contacto, se mezcla con mis sueños. O bien, son estos los que se inmiscuyen en mi realidad. Desde siempre, mis sueños han sido tenebrosos, poco coloridos, como si pertenecieran a inframundos que se asemejan lejanamente a mis escenarios cotidianos. Pero, ahora he notado que esa realidad palpable se me decolora, pierde brillo e intensidad, tal si una nube repentina, cargada de humores agoreros, oscureciera mis escenarios y los transfigurase en lugares inciertos.

Temo a la madrugada, cuando los trinos de las aves se truecan en espeluznantes graznidos, temo abrir mis ojos y percatarme que ese techo al cual le conozco cada mancha y cada imperfección, pasa a ser un telón difuso, sobre el cual se dibujan escenas apocalípticas. Son simples relumbrones, pantallazos, luego todo regresa a la realidad de cada día.

¿Qué sucederá? ¿Serán mis sueños, tenebrosos y fúnebres los que se aposentarán en mis vivencias, perderé mi piso, mis pasos y mis estrellas? O por el contrario, ¿vencerán las luces del mediodía por sobre sombras y sargazos, será la instancia de la piel y el conocimiento la que apague todo estertor de esas pesadillas macilentas?

Temo cerrar mis ojos. Temo a esta realidad que se me deforma a cada instante…