| Naranja
 
 
 I.
 
 Háblame con un vocablo intacto de raíces,
 con un sonido tempestuoso de secretos,
 con una espada transversal que rompa el sexo.
 
 Y descendamos como caen los pecados,
 desde las fábulas rosadas en los libros
 de una niña con vestidos de aguijones,
 que rompe nubes de carbón en los espejos.
 
 Y háblame, así, de cómo lloran las muñecas
 en la arena de los parques subterráneos.
 Y cómo braman las marmotas en la roca,
 y cómo mueren las gaviotas del cabello.
 
 Y déjalas caer, cuando tú quieras,
 sobre esta cueva en la pared
 que anuncia el fuego.
 
 
 
 II.
 
 ¿Ves?
 
 Cómo se ondea tu espalda sobre el  hielo,
 cómo se alivia tu tendón de litorales…
 cuando las vértebras te flotan en clavículas
 hacia el crepúsculo incendiario de una nota,
 que zurce pétalos de flor entre los senos.
 
 
 
 III.
 
 Detén con tu silencio el verbo de los pájaros.
 Y en tu memoria aquella danza en la cortina,
 o aquel aire entre la puerta con sus ojos,
 o aquel ojo que atraviesa los dedales.
 
 Y quédate, así, tan muerto, tan de-lirio,
 plantado suave en mis fronteras homicidas
 como un soldado trasgresor entre mis selvas,
 que enreda nardos en la vulva de mis días.
 
 Y deja al perro de mi infancia, junto al libro,
 y pon sus labios dibujando caracolas,
 que se enrosquen tan aéreas sobre el suelo
 cuando rasgues en mis venas y lloremos.
 
 
 
 IV.
 
 ¿Has visto cómo lloran los espejos?
 
 Yo he aprendido a dibujarlos con serpientes
 como esferas transversales e incorpóreas
 que se escapan de las traqueas de Afrodita,
 cuando marchan a las islas del reflejo.
 
 Y no es locura, aMor, no son fantasmas.
 Son tan sólo los estruendos de humedades
 que rebalsan las murallas atomistas
 del espasmo que contrae mi cordura,
 en la fiebre tan estrecha de una brisa.
 
 
 
 V.
 
 Y hoy, que es casi mediodía de la noche
 iluminada de tarántulas aéreas,
 que son ácaros de dalia en las pestañas
 de las lianas medulares y narcisas…
 
 nos sentamos tan fluviales en la copa,
 de aquel árbol de naranjas disfrazadas
 con crisálidas de nombres que nos frotan…
 
 bajo esas sombras de pared bajo las manos,
 que tienen tacto de epicentros planetarios,
 que tienen bocas de granito que resumen
 el color -ácido roce- de unos labios.
 
 
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