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Carta de un moribundo, dirigida a sus seres queridos, compañeros de vivencias y amigos en general. El autor se tomó la licencia de traducir en palabras, los sentimientos póstumos del hombre que se fue.

A mi querida madre; a mis queridos hijos y nietos; a mis hermanas, que me brindaron su amor con generosidad y a todos los amigos que me acompañaron en mis buenos y malos momentos, amigos del barrio, de mi club, a todos ellos, tengo algo que decirles:

Estoy por emprender mi último viaje, el que me llevará por la eternidad, al lado del Padre Celestial, porque me parece que ese es mi destino final. Mientras tanto, estoy en una especie de sala de estar o de espera, pero ¡que sala! algo increíble y maravilloso, frondosos árboles milenarios, flores de colores y olores indescriptibles, prados que nunca terminan, en los cuales, uno puede caminar y caminar, en donde se cruzan, en todas direcciones, ángeles y querubines que reparten alegría y felicidad por doquier, fuentes de agua cristalina y luces de todos colores, que bañan todo el lugar, pareciendo todo un gran arco iris que uno no quiere dejar de mirar.

No vale la pena contar como llegué aquí, pero ahora comprendo que uno debe hacer siempre caso de lo que recomienda su médico y los consejos de parientes y amigos.

He observado a todos los que me han venido a ver, mi hijo, mis hermanas, amigos, a todos les digo, no lloren y sufran por mí, estoy realmente bien donde estoy y estaré mucho mejor si se realiza mi viaje.

Cuando llegué, me recibió un mentor, un maestro espiritual o guía, como quieran llamarlo, es un sabio, un ser que transmite su sabiduría a quien quiera aprender. Aquí, uno no aprende de la forma tradicional, solamente le pide a su mentor que quiere saber de este o aquel tema, o este libro y él, en forma inmediata, te lo transmite, de su mente a tu mente y lo aprendes de inmediato ¡Que cosa tan maravillosa! Lástima que ustedes no puedan acceder a esta maravilla, les cambiaría la vida.

Aunque no lo crean, acá tenemos también una canchita de fútbol, empastada y muy hermosa. Ayer, sin ir más lejos, se jugó un partido entre los buenos (de blanco) y los maldadosos (de rojo). Ganaron los buenos por 3 goles a 2 y adivinen que: dos goles del chico Jofré y gol de oro del Chaucha. Que lindo fue verlos de nuevo y ver también a esos dos paladines que son Huguito Cornejo, quitando pelotas y correteando a todo el mundo en el medio campo y el Loco Vidangossy, dándose un festín, pegándole patadas a todo lo que pasara o se moviera por su lado. Pensé sinceramente que estaba viendo un partido del club de mis amores de hace 25 años. No quiero dejar pasar esta oportunidad, sin decir unas palabras sobre las personas y familias emblemáticas del club: la familia Vásquez, que dio siempre su apoyo al club desde que este se inició, la familia Vicencio, que aportó grandes jugadores, la familia Cornejo, excelentes jugadores y mejores personas, familias que también crecieron en el seno del Julio Ruiz. También, una palabra para Genaro Tobar, siempre generoso y dispuesto a cooperar; Alberto Muñoz, inteligente, que sabe de fútbol; Carlos López, gran arquero y muchas veces Presidente de la Institución; Lucho Marín, actualmente en el extranjero; Luciano Cardone; Julio Marín; Julio Arancibia, Juan Gutiérrez, gran dirigente, a pesar de su genio; Remigio Avendaño; Humberto Soto; a todos ellos y a todos los que no he nombrado y que me perdonen por eso, que hicieron grande al club, les pido que lo mantengan, no lo abandonen, el Julio Ruiz fue siempre un club de gente buena, no dejen que se pierda, dejen de lado las odiosidades y los rencores y sepan ser todos amigos.

Se me olvidaba, Edmundo Herrera era el que dirigía el equipo de los buenos, siempre atinado en los consejos y duro en la crítica, ese equipo está en buenas manos. Me pareció también ver en la barra al Viejo Soto y al Viejo Artelio, siempre entusiastas.

Veo que viene mi maestro espiritual a buscarme, así que me tengo que ir. Quiero que sepan que de él depende que yo regrese o continúe mi viaje. De todas maneras, la decisión la toma él. Me dirá: “Hugo, regresa”o “Hugo, sigue tu viaje”. Las dos opciones son para mí, buenas. Si me toca regresar, será un feliz reencuentro con mi familia, mi madre, mis hijos, mis nietos, mis hermanas y mis amigos. Y si tengo que seguir viaje, voy a todo lo maravilloso de la vida eterna.

Poniendo en la balanza las penas y alegrías, creo, sinceramente, que estas últimas, sobrepasan a las primeras. He sido un hombre afortunado.

Adiós

Texto agregado el 13-03-2009, y leído por 389 visitantes. (0 votos)


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