SU RAZÓN Y LA MÍA

Acabo de cumplir sesenta años, ella, apenas está largando la adolescencia. Mis ojos ya están cargados de mundo. Los de ella apenas empiezan a aflorar. Mi cuerpo ya entró en el otoño. El suyo, apenas entra en la primavera. Mis sueños ya empiezan a desvanecerse. Los de ella, apenas se empiezan a formar.

Ahora la veo contenta, yo en cambio estoy preocupado, sufriendo por su felicidad desbordada. Esto me atormenta, pero al tiempo ese suplicio, que me dilata el alma, me alimenta de vida. Esa vida, que antes de conocerla, me decía adiós con sarcasmo, y que ahora disfruto con los segundos que antes me torturaban. Los segundos que estoy a su lado, aunque sea mirándola, como estoy ahora.

Las luces titilantes de este lugar, pretenden distraer mi atención, pero ni si el sol baja a ocupar el lugar de mis ojos, yo dejo de mirarla. El ruido infernal de esa máquina de sonido que está encerrada en este claustro, tiene la intención de no dejarme escuchar mi pensamiento, pero ningún ruido posible va lograr que yo deje de hablar conmigo mismo de lo que más me gusta; ella.

La veo bailar con un joven de su edad un ritmo nuevo que enloquece a los muchachos de su tiempo. Una cadencia que serpentear su cuerpo de forma sensual, la invade por completo. La veo bajar y subir sinuosamente su figura, al compás de la melodía, o más bien del ruido. Siento rabia y envidia del muchacho que baila con ella, pero no puedo hacer nada al respecto. Yo me busqué esta situación. En realidad, por más que quisiera imitar los movimientos de su acompañante, no podría.

Ella me mira con unos ojos tiernos e ingenuos, mientras pone su mano izquierda en la parte trasera de su cabeza y su diestra la resbala suave y delicadamente por su cadera. Todos en el lugar me miran con respeto, aunque yo creo en realidad que es con extrañeza. Un joven delgado, como de la misma edad de ella, se acerca a la barra desde donde tomo una cerveza y la contemplo. Me dice con acento burlón oscilando su mirada entre la integridad de ella y la mía:
- No cabe duda que ella está con usted es por el billete

Yo distraigo por un instante mi atención y lo miro con una mezcla de pena y lástima y le respondo:
- pero yo estoy con ella por placer.