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Jesús Antonio Martínez se llamaba el señor que cuidaba la casa en la playa, pero mi torpe vocabulario infantil redujo su nombre a Tutoño, y con el tiempo todo el pueblo terminó llamándole así. Podría decirse que vino como parte de la casa, porque cuando Papá la compró, el dueño anterior le rogó que no lo despidiera. A cambio de vivir en un cuarto anexo se encargaba de mantenerla impecable: Reparaba cualquier desperfecto, recogía las hojas secas, arreglaba las cercas y regaba la tierra del patio para que el polvo no levantara con la brisa.

Para mi hermano y para mí, Tutoño era garantía de diversión. Por más ocupado que pareciera siempre encontraba la forma de pasar un par de horas jugando con nosotros. Sin duda alguna lo mejor de las vacaciones eran los días de aventura que compartíamos. Nos llevaba en su bote mar adentro para empujarnos al agua (era su manera de enseñarnos a nadar). Nos enseñó a armar los anzuelos y los plomos, y cuando picaba un pargo o una sardina, dejaba que usáramos el cuchillo para abrirle la panza y sacarle las vísceras. Llegábamos a casa bien entrada la noche, hediondos a pescado y con la boca atiborrada de historias que contar a Papá y a Mamá.

Cada viaje a la playa fue una enseñanza. Por él aprendimos a bucear, a correr las olas, a no luchar contra la marea. A los quince años nos dejó probar de su carterita de ron y cogimos la primera borrachera (Papá respetaba tanto a Tutoño que fue incapaz de reclamarle cuando nos vio llegar a casa tambaleando).

Pero el tiempo fue pasando, trayendo consigo cambios, algunos buenos y otros no tanto. Papá tuvo una mala racha que lo llevó a vender la casa de la playa. Después de eso, el mar dejó de ser para él un lugar de descanso y se convirtió en un mal recuerdo. Por más que le rogamos nunca más quiso regresar a la costa, y tuvieron que pasar muchos años para volver a ver a Tutoño.

Hace un par de años fui a buscarle, monté a los niños en la camioneta dispuesto a demostrarles que ese negro de mis historias sí existía. Después de horas de travesía llegué a la playa y pude encontrar su casa, un rancho viejo en el que vendía pescado a los turistas. Salvo por el pelo emblanquecido y la barriga tan abultada, era el mismo Tutoño de mi infancia. Nos reconocimos de inmediato y nos abrazamos con fuerza, desempolvando el afecto que permaneció guardado durante tantos años.

Esa tarde, jugó con mis hijos con el mismo entusiasmo con el que jugó conmigo hace veinte años atrás, y los niños lo disfrutaron tanto como en aquel entonces lo hicimos nosotros. Ya al anochecer, nos despedimos con un fuerte abrazo y con la promesa de vernos nuevamente en el próximo verano.

Pero no fue posible, anoche recibí la llamada de mi Hermano. Se comunicaron a la casa para informar que a Tutoño le había dado un ACV y estaba grave. Sin pensarlo empaqué y encendí mi camioneta para viajar hasta el hospital y acompañar a mi viejo amigo.

Conducía en plena medianoche cuando un golpe fuerte me avisó que algo malo sucedía. Me detuve para revisar el carro y descubrir que se había roto una correa. ¡Menos mal que guardaba una de repuesto entre las herramientas! Mientras cambiaba la pieza, me percaté de que había estacionado frente a una Pescadería.

Un mural enorme mostraba una bahía llena de pescadores descargando su mercancía. En medio del agua una lancha se alejaba, y sobre ella, un viejo canoso y barrigón saludaba sonriente mientras se adentraba en el mar…

Justo entonces sonó mi celular. Ni siquiera dejé hablar a mi hermano.

-Tutoño murió, ya lo sé, recién acaba de pasar a despedirse.

Texto agregado el 26-03-2009, y leído por 213 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-04-2009 coincido con inkaswork. De hecho, me ha quitado las palabras. Lo unico que debo añadir es que me encantó tu texto... un saludo y un aplauso. cchp
18-04-2009 Excelente relato, llenos de matices vividos, e inundado de una luz que lo hace bello. betsyhaab
28-03-2009 Una narrativa tan limpia como la brisa marina del mar en que tantas veces habrías de jugar con Tutoño. Estupendo,precioso y no sé que mas decir. Palmas fuertes para tan buen escritor. inkaswork
 
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