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Inicio / Cuenteros Locales / darkyharry / Cap. 12 - Un cigarrillo

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P. era de esas mujeres que aprovechaban de sus atributos y formas de hablar para convencer, persuadir y más aún enganchar a hombres débiles de mente, este es el caso de T. Al aparecérsele P., T no pudo reaccionar y ella con solo una palabra borró toda responsabilidad de la mente de T. con su familia.

- Ven – lo miró a los ojos dándose vuelta rápidamente por un pasillo en sentido contrario al de la sección de prenatal.

T. la miró, tragó saliva y cerró los ojos. Hace 4 años que no la veía y a pesar del tiempo y de su esposa, hermana de H., su corazón latió imparablemente. Pronto estuvieron fuera del hospital en una camioneta negra resguardada por Nightstalkers. P. le dijo unas cosas en código agregó unas señas y le pasó un papel a T., un papel que T. firmó sin vacilar. Se bajaron de la camioneta, P. se despidió con un beso en su mejilla como si nunca más fuera a verlo, lo abrazó y volvió a la cabina del vehículo, encendió el motor, los Nights subieron en la parte trasera y la camioneta se perdió en la calle principal.

T. miró el papel y lo releyó unas cuantas veces. Aún no entendía nada. Entró al hospital corriendo con la intención de recuperar el tiempo perdido pero era tarde. H, Q. y B. estaban en la sala con cara de tragedia.

- T., tu hija – dijo H. – Mi sobrina, está ahí – dijo H. apuntando con su dedo sobre una ventanilla

– Mi hermana, está bien, pero mi sobrina no, tu hija no está bien, T.
Algo de desesperación se oía en la voz de H. B. no podía abrir la boca y Q. miraba cabizbajo.

- ¿Qué sucedió, H.? – dijo T. con su pera tiritando – Dime ¡qué diablos pasó!

- Tu hija, T. Tu hija, vivió 8 segundos. – H. largó a llorar como nunca antes lo había hecho, sus hombros saltaban y su cara de había desfigurado a tal punto que sus labios se amorataron y su respiración era difícil de salir por su nariz llena de mocos.

Q. estupefacto no sabía qué hacer y B. atinó solamente a sacarle un cigarrillo de un bolsillo y prendérselo para que se tranquilizara. Una enfermera hizo señas de que no se podía fumar pero al verle la cara de destrozaos a T. y a H, no dijo nada. Pasaron minutos hasta que H. abrazando a T. soltaron las últimas lágrimas de lo que ya era la mañana del día siguiente. El estrés se podía palpar y los ánimos ya no daban abasto. H. miró a sus amigos, tomó su sombrero, secó sus ojos con la manga de su camisa blanca y salió en dirección al cuartel.

- Debemos ir al café, P. nos iba a esperar – dijo H. aún casi suspirando.

- Yo me quedaré con T. – dijo Q. haciendo una seña de tranquilidad.

- Está bien, estaremos comunicados – dijo B. mientras H. caminaba algo lento hacia la calle - ¿estás bien? – le preguntó a la espalda de H.

- Sólo quiero otro maldito cigarro y un café – contestaba al tiempo en que montaba su gabardina en su hombro derecho. El día sería caluroso.

Texto agregado el 28-03-2009, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
29-03-2009 El relato está muy interesante, aunque debo decirte que con tanta apocopación de nombres me he perdido, no sé quién es quién, y eso hace que no haya comprendido bien la historia tal vez... o tal vez sí. Saludos! IrisE
 
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