ASESINO DE ESTRELLAS
Un día, cansado de amarla, le habló el hombre a su estrella: "Te he adorado cada día de mi existencia, he buscado en tu luz la respuesta a todos mis interrogantes, a ti he entonado mis mejores cánticos, te he dedicado mis más sentidos poemas, has sido testiga muda de todos mis logros y desaciertos; de mis lágrimas y mis sonrisas, a ti he venido a contarte mi tristeza al no encontrar tu resplandor en seres de mi mundo...Pero, de ti que he recibido? Ahí estás, con tu lánguido destellar, en los confines del universo, haciéndome sentir lo pequeño que soy, lo idiota que he sido por entregar amor a una estrella que jamás me ha dado nada a cambio".
Lentamente, la estrella fue desvaneciéndose hasta desaparecer por completo en el firmamento, para siempre.
De nada sirvieron los gritos, los ruegos, las súplicas para volver a ver a su estrella; aquel hombre descubrió, demasiado tarde, que la luz de las estrellas depende del amor incondicional que les profesan los pequeños seres del planeta tierra.
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