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«...Entonces el titiritero metió la mano bajo el vestido de la princesa...»
Después de todo ya ha pasado lo peor, el accidente, la terapia, las heridas sanas.
Lo más difícil es lo otro; la memoria y el tiempo...
Se conocieron en el teatro.>
Luego de una función, ella bajó a recoger sus cosas y. Allí estaba él con sus implementos de trabajo en los brazos, a punto de guardarlos en el viejo baúl.>
No pudo ser. Ella se lo llevó por delante, desparramándole todo y arrancándole un rezongo. -¡¿Qué mierda miras, quieres matarme...? ¿Quién sos vos...?
Ella se defendió - Pará loco, no lo hice a propósito! –y suavizando el tono le dijo- -Si me perdonas te digo mi nombre y te ayudo a juntar ¿Dale?

Le ayudó a guardar las cosas, y luego se sentó en un rincón, cabeza gacha, como en penitencia, esperando que él le hablara.
Y él le habló, muchas cosas le dijo. Durante mucho tiempo. Y vivieron muchas vidas, rieron juntos, y lloró ella por él, y él volvió a enojarse con ella y lloró por ella. Crearon mil historias, y las olvidaron...por años.
(...)
Una noche de tantas, al salir del teatro, fueron a cenar. Luego unas copas y a bailar, y otras copas.
El auto devora el asfalto , la noche comienza donde termina el haz de los faros. La noche se le instala definitivamente, mientras una extraña figura se aleja flotando entre la bruma.
-Ya es tiempo de que trates de salir vos mismo, sin terapia.
La voz del médico lo sorprende.
-Debes volver a trabajar, recomponer tu vida. Es lo mejor.
Cuando llegó a su casa, intentó por enésima vez recordar algo.
Abrió el baúl donde aún guardaba los muñecos, pero éstos no le dijeron nada, eran cabezas de goma con cuerpos de trapo.
...Porque el tiempo se le entreveraba, volviendo  a la época en que aún no hacía teatro, cuando no sabía de las infinitas vidas que podían vivirse y gozarse...
A veces caía en profunda melancolía, y extrañaba algo, pero no sabía que.

Nada venía a su mente, sólo le llamaba la atención una muñeca muy bonita, vestida de blanco, con el pelo castaño cayéndole en largos bucles.
Salió a caminar. En un bar se reencontró con el alcohol, y en un momento cualquiera, se vio caminando sobre el asfalto negro.
Hubo un chispazo en aquel bar, la camarera. Los ojos. Recordaba aquellos otros. La muñeca de blanco recuperó su razón de ser.
Esta vez, la luz de unos faros viene hacia él. Todo es una explosión luminosa.
Una figura emerge de la bruma. Un rostro sonriente y unos bucles lo llaman...
...»Entonces el titiritero metió la mano bajo el vestido de la princesa...»


Texto agregado el 12-04-2009, y leído por 85 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-04-2009 lo leí dos veces. Muy buena narración, fragmentaria en el lenguaje y entregando todo lo que se puede entregar. Vertiginosa historia, de una profundidad que ahonda hasta lo último del personaje. Felicidades! fafner
 
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