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Inicio / Cuenteros Locales / La_Columna / Dignidad, para La_Columna de los sábados, por albertoccarles

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“Dignidad es saber en cada momento lo que uno es, y no necesitar nunca demostrarlo”, decía en un relato breve el escritor argentino Roberto Wernicke.

Podríamos agregar que dignidad es también saber lo que uno “no es”, y tenerlo también presente. Que dignidad también es optar por el silencio cuando las palabras sobran. O por las palabras cuando el silencio es cómplice. Que dignidad es escoger por rutina la periferia al centro de la escena. Dignidad también constituiría parte del condimento necesario para no exponerse brutalmente, o para no esquivar el bulto cuando la situación lo requiere. Dignidad también tendría su parte cuando uno decide mostrarse como es, y como no es, a pesar de ver venir el portazo en las narices consiguiente.

Y en este oficio, ¿hay alguna circunstancia en que la dignidad surge como necesaria, o se esconde como la gran ausente?

Vaya uno a alguna editorial con un manuscrito bajo el brazo, pida hablar con alguien responsable, espere lo necesario, que siempre va más allá de lo prudente (no, no creo que lo pueda atender hoy, no sé, vuelva mañana o pasado, está bien, déjelo, veré de alcanzárselo...) y luego, con la frente alta y respirando hondo, salga del edificio como quien dice, con el “deber cumplido”. O retírese arrastrándose, reptando casi, haciendo acto de compunción ante las fuerzas celestes o infernales...” si seré b..., si sabía de antemano que me dirían exactamente lo que me dijeron, y esperé tres horas sentado en ese sillón desvencijado...” Y luego, escarbando en el saco de los juguetes rotos de la infancia: “Bueno, ¡por lo menos esperé sentado!”- cubra una mínima cuota de esa tan mentada como esquiva condición.

Vaya a rendir un examen al colegio, o a la facultad, y ante una pregunta de la cual ignora absolutamente la respuesta, opte por contestar un digno: “No lo sé”, y salga con un aplazo y la frente bien alta, o hurgue en el rincón de las respuestas evasivas, hable cuarenta y cinco minutos sobre la diferencia entre la inmortalidad del grillo y la del cangrejo de mar, y salga sudoroso y resoplando, sonriendo por lo bajo con el cuatro bajo el brazo que logró por cansancio o aburrimiento de la mesa examinadora.

Y para terminar con el sermón sabatino:
“Varios amigos han estado discutiendo largo y tendido en la mesa de un bar, sobre lo mismo que nos convoca hoy aquí, han bebido un café cada uno, y cuando se retiran dejan unas monedas de propina sobre la mesa. Al levantar las tazas, y encontrarse con retribución tan magra , el mozo, que algo de la conversación ha escuchado, les dirige una mirada entre despechada y burlona: “Dignidad, es lo que les falta a ustedes, manga de tacaños...”, gruñe por lo bajo antes de guardar, tintineando en un bolsillo, las pequeñas y por cierto escasas monedas. Pero inmediatamente se reprocha: “Y a vos, por molestarte en recogerlas...”


Texto agregado el 22-05-2004, y leído por 1818 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
06-06-2004 Me alegro de haberte conocido. Es lo primero que leo de Vos, y eso porque entré a La Columna, que desconocía, por filósofo despitado que soy nomás. Excelente reflexión! Me gustó el cierre que has hecho al texto. Pero no vengo9 a la Columna para alabar, cosa que es buena, muy buena, sino para dialogar en este espacio. "Dignidad", vaya palabra! Creo que tiene sus secretos escondidos que no es fácil develar...me parece, digo. "Digno", "indigno", ¿de qué fuente procede esa cualidad, digamos, porque cantidad no es? Nos has dado muchas pistas, por eso vale la pena el dia´logo con tu texto. Y con respecto a la cita inicial "lo que uno es", vale lo que dice el autor. Pero vaya misterio. Me pregunto: ¿alguien conoce su propio nombre? Los grandes mitos, filósofos, poetas etc. etc. han girado sobre ella. Y parecierra que no hay respuesta. ¿Me permites firmar tu texto? Soy un atrevido. Mas vale mis cinco estrellas. islero
25-05-2004 Dignidad es semana tras semana hacernos llegar estas columnas; me parecen casi disciplinantes y desde luego didácticas; el claro ejemplo es el que precede. Saludos. Nomecreona
25-05-2004 Nos queda la dignidad de saber que vivimos en un mundo que nos obliga a la indignidad. Evidentemente, el camarero es tan indigno como sus clientes, sino más, pero ¿quién no se siente a menudo como el camarero de tu cuento? Nos han convencido de lo de "no muerdas la mano que te da de comer", y así nos va. No sólo habría que morderla sino hacerle saber: "Ojo, si la retiras, no van a confiar en ti". Pero nos voltearon la tortilla. Nos queda combatir con las palabras y el pensamiento. Mis estrellas. Al-Duende
23-05-2004 Estupenda columna para pensar. margarita-zamudio
23-05-2004 ..."Dignidad es también optar por el silencio cuando las palabras sobran", y la dignidad, por definición, no se mendiga. albertoccarles
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