El valiant lll resopló dejando una nube de polvo junto a los corrales, que se mezcló con el vapor que escapaba por debajo del capot cubierto de greda del camino. El hombre bajó y miró en rededor tapándose la vista con una mano para protegerse del sol enceguecedor; el cartel de una vieja cantina pendía de uno de sus vértices, una cancha de fútbol abandonada con el piso tan compactado que no crecían ni yuyos, un viejo galpón se disputaba la sombra de un gualeguay con la parroquia en ruinas, unas gallinas deambulaban entre los patios de un caserío deshabitado.
Agua, nada hacía pensar que allí la hubiese y al viejo valiant le había dado por recalentar, cuando sacó la tapa del radiador un fuerte chorro de vapor se escapó bramando impulsado por la presión.
Un caballo resopló en algún lugar inquieto por la presencia del intruso. ¿Dónde?¿Dónde está ese animal? Tiene que haber alguien si hay un caballo, allí detrás de las retamas secas, bordeando los tamariscos; el viejo sulky lucía de un verde destartalado y a sus varas se ajustaba un mancarrón flaco y desflecado. ¿Y su dueño? Es imposible que no haya oído el ruido del motor en estas soledades, un perro salió al encuentro entre curioso y tímido gruñendo bajo ¿Y su dueño? Una andanada de cotorras rompió el silencio desde el campanario de la iglesia, allí… la puerta abierta del otro lado de la verja de hierro.
Los abrojos se prendieron a la bocamanga del intruso, intentando impedir que ingresara al que otrora fuera un jardín cuidado por manos delicadas según dejaban entrever los canteros de botellas cuidadosamente colocadas y las latas con bulbos que luchaban por sobrevivir y alegrar el antiguo vergel con alguna flor, una parra de uvas a modo de ramada daba paso al corredor de la casa, adentro estaba oscuro, apenas entraba luz por las rendijas, un olor a encierro húmedo y algo rancio aromaba el aire, el perro a modo de anfitrión se dirigió hacia un zaguán, los pasos resonaban en la pinotea del piso delatando la existencia de un sótano debajo de aquel ambiente, se oyó un suspiro, una figura humana tendida de costado se adivinaba en la penumbra, una mujer, si es una mujer, el perro la despertó y ella pegó un alarido levantándose y retrocediendo con las manos en el pecho, el hombre trató de calmarla, ella lo miró espantada, el retrocedió hasta el corredor y desde allí le habló, la mujer se asomó desconfiada, tenía el pelo rubio algo descuidado, un enjambre de pecas entre los pómulos y la nariz, vestía andrógina, sin tiempo, anciana, en sus manos curtidas llevaba un palo desafiante.
El hombre preguntó si había alguien mas en aquel pueblo, ella contestó que no, algo nerviosa, el dijo -cálmese señora no voy a hacerle daño, solo necesito agua- ella señaló hacia el monte, había una huellas de animales que se internaba en él.
No allí en el alambrado -musitó- el bebedero, hay agua de lluvia, poca, pero no la beba, trae dolores de panza.
La mujer bajó los tres escalones hasta el jardín y el sol le dio en la cara, no, no parecía tan vieja.
¿Y los demás, es que no hay nadie mas aquí?-preguntó el-
No el último habitante de la Colonia murió hace tiempo, vivía ahí -dijo- mientras golpeaba una lata sacándole la tierra y un bulbo seco.
-Tenga esto le va a servir para el agua.
-¿Y usted que hace aquí?¿vive en esta soledad?
-Vine a juntar los huevos de las gallinas y me agarró la siesta, ahí adentro estaba fresquito, usted sabe para volver con este sol-
¿Volver a donde? se preguntó el hombre, no había visto nada en kilómetros.
Salieron por la verja de hierro, la mujer delante con un paso alegre y rápido, si no le hubiese visto el rostro juraría que es una niña pensó él.
Llegaron hasta el bebedero y el hombre llenó la lata de un agua espesa y verdosa, caminaron en silencio hasta el valiant, el vertió el líquido en el radiador con rastros de óxido, éste lanzó una última bocanada de vapor; la mujer tocaba el guardabarros mirando el auto adentro, como si nunca hubiese visto uno.
¿Quiere subir? -dijo él- bajando el capot en un golpe certero que levantó polvo.
No gracias -dijo la mujer- escondiendo las manos en los bolsillos del overol sin mangas.
El abrió la puerta y se volvió hacia ella.
-Bueno muchas gracias y disculpe si la asusté-.
-No, no importa-
El hombre se sentó al volante y encendió el motor que volvió a rugir.
-Bueno adiós, mucho gusto-
-Chau- dijo la mujer.
El auto levantó polvareda y rodeó los corrales, ella levantó un brazo y corrió detrás.
-Oiga don- gritó
-Si señora que necesita- ahora el rostro de aquella mujer estaba encendido.
Ella se ruborizó y dejó escapar casi en un suspiro -¿usted no me daría un beso?
El hombre miró aquellos rasgos lastimados por el sol , el polvo y la soledad, los ojos verdes de la mujer habían cobrado vida, el no se había percatado que detrás de aquella expresión curtida había un rostro realmente muy bello y las pecas le daban un toque de candidez.
El hombre bajó en silencio tomo suavemente la cabellera de la mujer y la besó en los labios, suaves, distintos, totalmente distintos, no pudo despegar su boca por unos instantes, volvió a mirarla a los ojos y descubrió que aquella muchacha no tenía mucho mas de 20años, se quedó perplejo mirándola.
La niña se dio vuelta y salió a la carrera, el la vió desaparecer detrás de la capilla, la siguió, corrió, la buscó entre las ruinas de patios y corredores y muros sin revoques, gritó, gritó mas fuerte, nada, la muchacha no estaba, ni el caballo, ni el perro, solo las cotorras gritaron alarmadas desde el campanario.-