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Tokoro regresó caminando por el sendero bordeado de orquídeas, sólo acompañado por un susurro nocturno. Las emociones, lejos de abrumarlo, escaparon límpidas. Ahora que sabía la verdad, una parte de él estaba tranquila pero esta misma verdad lo llevaría a su muerte. No podría escapar, aceptó un desafío conociendo las reglas, que alguien las hubiera violado no era condición para obtener ventaja.
Pensar que tanto se alegró al saber de la competencia… “Su alteza Real, Semmurei Tenno(1)” desea alguien habilidoso e imaginativo para recrear el sonido de la eternidad. Quien se crea capaz, preséntese en Palacio”. Y él, un simple aldeano poseía ese sonido: el imperceptible murmullo del rocío sobre las hojas. Lo había encontrado por casualidad y guardado durante años. Tenía tal belleza ese murmullo que sólo podía compararse con la de una mujer. Sería el ganador, sin dudas.

En su habitación, el demonio de los condenados aguardaba sereno.


………………..


No imaginó que se presentaran tantos músicos, y, mucho menos, uno perteneciente al teatro Kabuki(2), Ashisuno, sus ropas finas evidenciaban esta profesión, sería un gran rival.
Los aspirantes fueron ubicados en varias habitaciones apartadas del palacio, donde el paisaje típico pudiera inspirarlos. Uno de ellos por noche debía presentar su creación ante el emperador. Nadie había escuchado los trabajos ajenos, el honor de pertenecer a la corte era tan grande como el recelo. Al principio, le resultó extraño que Iyami, primero en la lista, no regresara por sus pertenencias después de ser rechazado su sonido. Con el pasar de los días se percató del destino que corrían los músicos cuando no satisfacían al emperador. Nada de esto le extrañaba, eran sabidas la crueldad y locura con las que tenía sojuzgado a su pueblo. Pero los caprichos del Tenno no eran refutados, así lo exigían las costumbres.
Complacer al monarca era una tarea casi imposible. Tokoro estaba seguro de su sonido insuperable pero algo en las últimas jornadas lo había torturado. Los actores de Kabuki, huéspedes también en ese sitio de creación no contribuían a la tranquilidad necesaria, Ishu - cuarto en desaparecer - le comentó que hasta podrían ser informantes. Tokoro desestimó esa sospecha, ellos estaban en un rango muy superior para simples soplones, eran parte de la corte real.
Entre todos los músicos, Ashisuno fue quien acaparó su atención desde el primer día. Primero por lucir siempre una máscara con esa lágrima negra que parecía resbalar llevando con ella una infinita nostalgia. Luego lo impactaron sus modales delicados, la forma grácil de sus manos al moverse, la belleza que parecía fluir de su interior. Sintió una atracción imposible de dominar, seguida de miedo. Noche tras noche, un incorpóreo Ashisuno mortificaba las costumbres viriles de Tokoro, imposible que estuviera enamorándose de un hombre, ‘eso’ iba en contra de todos los principios morales, era castigado con la muerte.

Uno a uno los músicos fueron desechados por el emperador implacable. Sólo quedaban Tokoro -quien debía presentar esa noche- y Ashisuno.
Por la tarde, la angustia de él llegó al límite, decidió ir hasta el cuarto de Ashisuno y hablarle, tal vez ofrecer sus mejores deseos, con la idea de que esas sensaciones obscenas quizá se desvanecerían en una charla entre hombres.

Entonces, un segundo antes de tocar a la puerta escuchó el sonido de Ashisuno. Era sublime: los labios enamorados al roce primero. Decidió entrar aun sin permiso, lo hizo lentamente. Ashisuno estaba de espaldas, tarareando con la voz más dulce que se hubiera escuchado jamás y repasando su trabajo. Sobre el tatami(3) descansaba la máscara. Tokoro suspiró y ese suspiro fue determinante, los oídos prestos del rival no lo pasaron inadvertido y éste giró hasta ponerse de frente. Allí él descubrió que su propia vida –demasiado solitaria y simple, carente de más esperanzas que esperar buen tiempo para la cosecha- fue hasta ese momento una farsa sin maquillaje, como ahora el rostro perfecto y femenino de Ashisuno. Ella, desconcertada, desarmada, comenzó a llorar.
Las mujeres servían solamente para las tareas impuestas desde el principio de los tiempos, mucho antes de la primera dinastía. Ashisuno había violado esta ley, estaba en Palacio personificando a un músico del teatro y llevando en su poder el sonido inigualable.
Tokoro permaneció un instante paralizado, derrota, muerte y amor se mezclaban dentro suyo como las hojas de té cuando despiertan al agua caliente. Ella, sin esperar ser escuchada, comenzó a contar por qué semejante atrevimiento. Él entendió, trató de poner en orden su conmoción, inclinó la cabeza en señal de respeto, luego la miró a los ojos.
_Tu secreto no será divulgado por mí, no temas.
Nada más dijo, tomó el rostro de Ashisuno entre sus manos, lo acarició varias veces en tibia despedida, secó las lágrimas y salió de la habitación llevándose el peso de un amor inútil y una muerte segura. Fin del juego, tsumi(4).

Al amparo de su futon(5), pensó: “Quizá si escapáramos… Imposible, fugarnos sería un fracaso, el emperador con seguridad mandará sus tropas en nuestra búsqueda, jamás permitirá el lujo de burlarse de él. Además, Ashisuno debe permanecer aquí”. Fantaseó toda la noche con ella, no le había dicho que la amaba y tampoco sabía si este sentimiento era correspondido, pero ya carecía de importancia.
Cuando amaneció los párpados le pesaban por el desvelo, no era así como había soñado su despedida de la tierra.

Durante el Kabuki que introducía cada presentación, vio por última vez a Ashisuno. Esperar se volvía insoportable, ese conjunto de emociones vivido poco antes lo destrozaba.
La función terminó y todos se retiraron para que Tokoro mostrara el sonido al emperador. Lo llevaba en una caja de cristal, al abrirla, con esmerada parquedad, el rocío sobre las hojas se expandió en Palacio. Pero no sintió euforia, aunque logró estremecer al emperador y éste se mostró por demás entusiasmado, en cuanto escuchara el sonido de Ashisuno él sufriría la misma suerte de los otros.
Pasó la mañana siguiente en soledad, caminado por los senderos de orquídeas, esperando que los cerezos en flor le compartieran una mínima calma. No quiso cruzarse con ella, no la buscó, sin embargo, deseaba encontrarla.

Pudo observar los preparativos para la ceremonia nocturna, actores portando los taikos(6) ingresaron a Palacio con la señoría de un dios. Ashisuno, escoltada por los guardias del emperador, cruzó silenciosa rumbo a la antesala. Su caja era roja, brillante como rubíes.

…………………………………..


Escucha el paso de los soldados y sonríe, ya no hay tiempo para escapes ni ideas románticas irrealizables, Tokoro espera resignado, además, su muerte salvará a Ashisuno.
Un soldado grita y patea la puerta. Ni siquiera hay luna esta noche, temerosa, no quiere presenciar tanta injusticia. A pesar de la oscuridad total, Tokoro cree ver a lo lejos, por el camino de orquídeas, una sombra, un kimono. En ese instante, la esperanza lo sobrecoge pero se escapa tan frágil como llegó. A sabiendas de lo que sucederá pide permiso para llevar su caja, quiere morir con ella. De pronto, el kimono está detrás de los guardias. Cae sin prisa sobre el primer escalón. Tokoro mira aterrorizado haciendo que el resto busque el origen del miedo. Y la ven. Ashisuno, completamente desnuda.

Hay confusión, quien comanda tiene órdenes para cumplir pero esta desfachatez de una mujer exhibiéndose, burlando todas las leyes del imperio, lo desorienta. Finalmente decide llevar a Ashisuno y Tokoro frente a su majestad, qué él decida cuál será ejecutado primero, sabe que ella también morirá.

El emperador observa cómo Ashisuno, aún desnuda y lejos de avergonzarse, lo mira desafiante. Tokoro permanece en silencio. No habrá misericordia para ninguno, la sentencia es conocida: serán ejecutados al alba, cuando la grulla levante su primer vuelo.
Una partida de guardias arrastra a ambos hasta los calabozos sucios, húmedos, fríos. Sólo una pared separa a Tokoro de Ashisuno, puede escuchar el llanto entrecortado de ella. “Por qué les mostraste la verdad?”, pregunta. Ella responde: “El amor es como una flor de cerezo. Primero sólo esbozo insignificante, luego se estira, ansiosa por ver ese mundo desconocido; no sabe qué encontrará pero esto no le produce temor, florece, se muestra, acepta las consecuencias. Tú eres el mundo para mi flor de cerezo, soy por ti. No importan ya las circunstancias que me trajeron a este lugar, tampoco si es efímera mi vida. Yo soy por ti…” Tokoro escucha, comprende lo frágil de esa dicha que llega junto a la muerte. El significado de tiempo es eternidad, felicidad es tiempo sin medida. Hablan durante toda la noche. Antes de que la grulla levante su primer vuelo abren sus cajas, los sonidos se cuelan más allá de los muros.


Años después, alguien escuchará el rocío sobre las hojas y los besos enamorados al roce primero. Notará que son el mismo sonido y les creará una palabra: Onna(7).






Glosario
(1) Tenno: hijo del cielo, emperador.
(2) Kabuki: teatro tradicional japonés, actuado exclusivamente por hombres.
(3) Tatami: capas de fibra natural que se colocan sobre el piso.
(4) Tsumi: en el juego de ajedrez japonés, jaque mate.
(5) Futon: cama
(6) Taiko: tambor
(7) Onna: mujer






Texto agregado el 19-05-2009, y leído por 491 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
12-07-2010 Era sublime: los labios enamorados al roce primero Muy bueno, debe ser el perruro tan bello que te inspira. Filiberto
29-06-2009 Esto es una belleza!! no tengo palabras, tanta delicadeza tiene este texto que uno se imagina ese amor y tanta crueldad del emperador, y esas hermosas palabras al final, la verdad que me alegro haber pasado por aqui y comenzar a leer, fue un gusto enorme***** silvimar
25-06-2009 el roce de los labios masculinos sobre la frágil seda de los pétalos de cualquier flor. cualquier hombre , cualquier mujer. abulorio
15-06-2009 El living con un tatami, que idea genial! Fuera de estos tips de decoración, el relato es por demás entretenido, permite conocer el extraño mundo "oriental" verdaera "otra cara de la luna", qué bueno haber leído! saludos marxtuein
25-05-2009 Para guardar y leerlo una y otra vez. Sencillamente genial. meyergs
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