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LAS RADIO-NOVELAS

¿ Quién no lleva grabado, en el fondo de sí mismo, un recuerdo imperecedero ? ¿Un recuerdo que data de los tiempos lejanos de la infancia ? Hasta podríamos decir, que data de "aquel país" o de "aquel otro continente" que fue la infancia, por parecernos tan extraños los acontecimientos que fraguaron nuestro inconsciente.
Para mí, el recuerdo más marcante ha sido la época en la que escuchaba las radio-novelas.
Nuestro puerto de Valparaíso, la capital y el país entero de norte a sur, esperaban anhelantes las cuatro de la tarde, la hora de la Radio-Novela, para apegar el oído al receptor. Me acuerdo que se transmitía una que se llamaba "La Quintrala". Y en cada hogar, las abuelas, las madres, las tías y vecinas, y a veces las amigas de éstas que por ahí andaban de visita, paralizaban sus actividades. Y en el silencio de espera que reinaba, de repente la voz del locutor anunciaba : "El Gran Teatro de la Historia presenta...", y la voz dramática de la comediante que interpretaba a la heroína, agregaba a continuación : "La Quintrala...."
Entonces los pechos que habían cesado de respirar se relajaban, las manos que habían quedado en el aire se posaban en el regazo, y los tejidos y bordados sacados para ser mostrados y comentados, volvían a desaparecer en los cajones o en las bolsas.
Cuando la Quintrala penetraba en las casas de los cerros, en los barrios elegantes o populares, el mundo paraba de dar vueltas y pasaba a depender de los personajes que ese mueblecito hablador, a veces de apariencia modesta, y otras de pomposa prestancia, restituía por medio de las voces del elenco teatral.
La Quintrala, personaje histórico, si se quiere, que vivió en tiempos de la colonia, y que se supone por lo tanto que fue una criolla de linaje, se transformó en un ser mítico y legendario. Era la representación del mal, de la lujuria y de la soberbia confundidos con la belleza demoníaca de las brujas; y la voz de la actriz que le daba vida en la radio la hacía aún más hechicera.
Llegaba un momento cúspide en el relato, en el que el país entero tenía que afiliarse a uno u otro de los bandos que se formaban en la trama.
Don Carlos era amado por la Quintrala; ésta que, como sabíamos era muy bella, claro, no tenía problemas para atraerlo. Pero el macho soberbio y orgulloso (también del mismo linaje que ella) y después de una aventura, ya no quería tener más lazos porque lo aterrorizaba y fascinaba a la vez.
Entonces, la nana negra de nuestra protagonista, que sabía hechizos traídos del Africa, organizaba brujerías con un brasero para atrapar al pobre Don Carlos y tirarlo, con pies y manos atadas, en la cama de nuestra Quintrala nacional.
Y después de "tomar onces", los niños corrían por las calles de los cerros repitiendo : " que corra, que corra, que nadie lo socorra, que venga, que venga, que nadie lo detenga..." A veces uno más sagaz e inventibo agregaba, "que si está comiendo ají, que le pique le nariz, que si está comiendo "ulpito", que le piquen los "coquitos". Y es así como la Quintrala regía hasta los juegos callejeros de los barrios populares.

La otra radio-novela que terminó por darme insomnios, lo que decidió a mi madre a ordenar que me fuera a la cama a las ocho y media de la noche "y sobre todo duérmete enseguida", porque se transmitía a las nueve en punto, se llamaba "Adiós al Séptimo de Línea" y contaba un episodio de nuestra guerra de independencia. El Séptimo de Línea era el nombre de un regimiento que fue masacrado durante esa guerra, pero lo que mantenía expectantes a los auditores era el héroe central, Manuel Rodríguez. Y el público invisible, pero presente, acompañaba a Don Manuel a través de las líneas enemigas para matar al español, el malo de la película, disfrazándose de fraile, de huaso, de alcalde, de contrabandista y de un montón de cosas más. Hasta tal punto llegaba el arrobo de los ciudadanos que, por aquellos tiempos, Pablo Neruda aceptó que pusieran música a uno de sus poemas del canto general, "Las Tonadas a Manuel Rodríguez".
El redoble de tambores que acompañaba la introducción del Gran Teatro de la Historia, hacía que tenía que atragantarme con la sopa, o llevarme los cuadernos de repaso a la cama. A veces trataba yo de hacerle gracias a la empleada de entonces, para que dejara la puerta entreabierta "por descuido". Y cuando las gracias no resultaron más, llegué hasta el chantaje : "si no dejas la puerta abierta, le voy a decir a mi mami que te vi "pololeando" con el "cabro" de la carnicería..."
Don Manuel se paseaba en mis sueños, vestido de monje, bendiciendo a los soldados que yacían muertos y descalabrados, remojándose en charcos de sangre ; al igual que la bella Quintrala con Don Carlos galopando en su caballo sin que nadie pudiera detenerlos.
En aquel tiempo no existían las imágenes televisivas, sólo el lenguaje daba vida a los seres y a las cosas. Nuestra imaginación se hallaba solicitada de tal manera que solíamos observar y escucharlo todo, deteniéndonos en detalles, manchas, ruidos y colores. Y aquello pasaba a formar parte del gran conjunto que era nuestra vida diaria en donde, ahora lo sé, se hallaba la verdadera magia, la magia de la infancia.


Texto agregado el 25-05-2004, y leído por 3620 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
26-05-2004 Vaya!!! que lindo recuerdos, como me dice mi abuelita..."Mi'jita el tiempo pasado fué mejor..." Tal vez... Gracias Menita por estos lindos recuerdos.... Felicidades... Abrazos y besos.... La_Pachamama
 
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