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ALLE

De repente sonó el teléfono, lo dejé sonar.....Ya no corría a atender, ni estaba cerca como antes. Recuerdo que me sentaba a deleitarme con las dos pequeñas luces verdes del aparato, que me hacían una fiel compañía, y me cantaban la misma tonada, un zumbido de un transformador viejo, que creo haberle dado letra más de una vez. Sin cuestionar, sin burlas a la espera de aquel llamado. Pero ya no era el mismo que esperaba.....
Al atender escuché una voz que me resultaba familiar, aunque un poco lejana. Sólo cuando mencionó mi nombre sentí quien era, se me resecó la boca, y cerrando los ojos me imaginé de nuevo lo que alguna vez pensé en decirle pero.... Luego de un par de palabras vacías y chistes sin sentido me vi envuelto en una cita, con el pasado. Ese pasado que dolió, que parecía haberse curado... volvía a sangrar.
Paso mucho tiempo, casi no la reconocí, su cabello cambió, esta vez era más corto, su tono de voz, esta vez entrecortado, su indecición, su duda, sólo sus ojos eran los mismos... aunque un poco mas tristes, o quizás los quería ver asi. En cuanto me saludó, su perfume trajo a mí el recuerdo, que para mi estaba borrado, se mezcló mucho, mi sonrisa de repente era mueca y de pensativo pasaba al “me encantó verte”. Alle, estaba igual de bella.
Cómo no me iba a dar la oportunidad de enfrentarla, si ella fue un hito, en la estela de mis años. Estaba olvidando cómo resultan a veces las cosas, lo gracioso de lo real, lo fantástico de lo absurdo. El lugar era amistoso, con poca gente, el olor a comida barata nada decía de las mesas de madera y la decoración excesiva del ambiente, la mala atención de los mozos y la poca gente parecía decir que era un lugar distinguido. Sin decir nada ambos buscamos un rincón, como para escapar de los que viven de los demás, o como para poder decirnos lo que no nos dijimos, tal vez.
Ella que mientras hablaba como si el tiempo no existiera, buscaba profundizar mi pasado, pretendía nadar en lo vago de mis tiempos, esos de los cuáles se llevaron sonrisas y alegrías. Sin embrago a mi se me mezclaban los otros, aquellos en que por cada te amo elevé una copa de whisky, aquellos en los que mi mirada se humedeció, esos en que me resultaba fácil llorar, esos de los cuales me queria olvidar.
Pasaban las horas en conversaciones, risitas y cigarrillos. Creo que ninguno de los dos quería tomar la iniciativa, para que arruinar ese momento en el que la pasabamos bien pues el tiempo se quebró en un paréntesis. Habíamos hecho como una especie de pacto, la verdad no queríamos hablar en ese momento. Cuando comenzaron a barrer y levantar las sillas nos dimos cuenta que era tarde, fue la primera vez que miré el reloj.
Salimos en pasos de aquí para allá, en un caminar de péndulo... como hacen los enamorados buscando el abrazo de perdón luego de una riña. Porque no? La abracé y ella hizo lo mismo cruzando su brazo en mi cintura. Creo que ambos no queríamos dejar de caminar así, pero era corto el trayecto a la separación, no podía durar mucho y la escusa fue el auto.
Sin más, la dejé en su casa.
Alle era una mujer fuera de lo común, con apenas 19 años era motivo de mi admiración, tal vez creada, como para justificar el haberla perdido, odiarla me era inexplicablemente dificil. Alle era una “salvaje”, de esas almas libres que no nacieron para lo cotidiano y la rutina, que apreciaba lo simple de un beso sin buscar un porque, y veía más allá de sus días. Era una luchadora, todo era un desafío para Alle, y creaba un clima de inseguridad que obligaba a tratar cada día de enamorarla más, de buscarla y a la vez de insólita dependencia.
La amé por lo que era, nunca la cuestioné, ni le pregunte porqué, nunca esperé de ella... me gustaba esa sensación de vértigo, me gustaba saber que un día más a mi lado era porque me había elegido, no por lo monótono de la costumbre. Ya lo había demostrado en los comienzos de nuestra relación, al sacrificar amigas por estar a mi lado. Recuerdo su cara triste trasformarse en sonrisa al verme, más de una vez secarse una lágrima, tomar aire y saludarme con el más cálido de los abrazos, aferrandose fuerte a mi, como se amarran los barcos al muelle, previo a la tormenta. La pasó mal en sus ratos libres, por decidir estar conmigo. Yo no le tocaba el tema, tal vez por cobarde o tal vez por sólo entenderla y no querer verla mal delante mio, hay cosas que sólo son, y deben ser así para uno crecer. Nunca se quejó de eso y ella tampoco me decía lo que le dolía, sabía que yo sentía lo que le pasaba. Ahora que recuerdo hablabamos poco, y la pasabamos mejor. Muchas veces las palabras no estan hechas para reflejar algunos momentos, en esos casos, la mirada aparece para reflejar lo indescriptible del sentir y lo absurdo de las palabras y frases que rompen el silencio de lo simple que es amar. A veces me daba miedo esto.
Cada día era distinto, cada día me obligaba a hacer algo, cada día ella hacía algo distinto por mi, lo cotidiano era impredecible y lo monónto era el asombro. Vivir a la par de ella, era un delicioso sufrir de inseguridad gratificado por besos y caricias que compensaban el haber esperado por ellas. Me acuerdo que a verces cuando estaba solo y nadie me veia me reía, pensando en lo loco de la noche anterior y más se pronunciaba mi sonrisa imaginando lo que sería un día más.
Nuestra relación empezó tan abrupta, como terminó... Recuerdo ese día que fui a buscarla y ya no estaba, el filo se volvió contra mi y me cortó en pedazos la ilusión de futuro. El nombre mío había cambiado en sus sueños, ya no me miró a los ojos, sólo me dijo adiós y dándole la mano a otro hombre se alejó, sin mirar atrás.... con paso seguro partió dejando sin un final ese cuento que esribíamos día a día. Aprete el puño, y baje la cabeza, se me escapó el aire en un soplo de esto acabó, mordí mi labio y caminé en dirección opuesta, para hacer más grande la distancia. Nada podía hacer, si ella eligió otra persona para seguir escribiendo el libro de su vida, después de lo que sufrió y luchó por haberme elegido antes, sólo quedaba hacer un paso al costado a quien ella me hizo pensar que era mejor. Cómo decirle que tal vez no le convenía, que yo podía...... Alle me conocía, para que gastar saliva.
Al otro día sonó el teléfono, esta vez no lo dejé sonar... y mientras me apresuraba hacía el teléfono me preguntaba porque lo hacía. Creo que hay cosas que no me las explico, acaso estaba siendo estúpido, o tal vez la noche en vela y ese insomnio casi deseado me había acelerado um poco.
Un par de palabras necias ocultaban las ganas que teníamos de volver a vernos....
Y me acabas de preguntar porqué salgo con alle de nuevo?

Texto agregado el 27-08-2002, y leído por 525 visitantes. (0 votos)


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