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PRÓLOGO



2349 d.C.

Ese dolor en su alma era superior a todo lo anterior en su vida. Sufrimiento en el pecho, ahogo en sus ojos… consternación en su mente. Desde las penumbras del pasillo recordaba los últimos momentos del casi-androide: su abuelo, que estaba atado a una soga, colgando por el cuello, afuera por la ventana de ese mismo edificio a 500 metros de altura.

Su hermana de once años dormía en sus brazos, luego de 2 días sin descanso, de terror absoluto. Él lloraba en silencio, en esa oscuridad solo interrumpida por los destellos provenientes del desastre exterior. Sabía que en cualquier momento todo terminaría, el edificio caería…

Sus padres estaban en la sección de emergencia, tres pisos más arriba. Asesinados por sus vecinos al haber encontrado la última nave de escape… arrebatando la esperanza del espíritu de ambos niños y del abuelo. “Papá, sálvalos y críalos como lo hiciste conmigo…” fue lo último que oyó decir a su padre agonizante. Su abuelo solo atinó a bajar por las escaleras, sin embargo tres niveles más abajo todo terminó. El pasillo estaba derrumbado, bloqueado por la destrucción.

Siempre creyó que su abuelo faltó a su juramento, pero años después lo dudó. Las palabras del viejo mitad humano, mitad robot fueron: “No me imites jamás si sobrevives, olvídame y sólo toma como lección el sufrimiento que te entrego para que nunca te rindas”.




2359 d.C.

—Al fin hemos llegado al sistema Klauren —comentó el teniente Olivari, entrando a la vacía sala de proyecciones.

Hubo un corto silencio, hasta que las luces se encendieron.
—La escuadra de exploración ya ha iniciado sus trabajos. Explorará primero al planeta que más se parece a la Tierra. A simple vista, dicen, parece apto para la especie —contestó la teniente Dora.
—¿Cuál es su posición en las órbitas?
—Es el tercer planeta, Olivari. Lo han bautizado como 309-D.
—Qué nombre más absurdo, preferiría algo como... Paraíso o Edén.
—El nombre actual es adecuado tomando en cuenta el número de sistemas descubiertos en el cuadrante, y su posición en éste.

“Al fin”, se volvía a repetir Olivari. Estaba lleno de alegría y optimismo, sentimientos que no experimentaba desde hacía muchos años... se sentía por momentos una persona completamente diferente a su manera habitual de ser. Lo que más anhelaba era pisar tierra denuevo.

—Por favor, Dora, ubica alguna imagen del planeta y colócala en la pantalla —pasaron unos segundos hasta que recibió respuesta.
—Aquí tiene Olivari.

La gran pantalla que cubría por completo la pared frontal de la sala de proyecciones, se oscureció por unas milésimas de segundo para dejar a la vista una inmensa esfera azul. El teniente sonrió. Se encontraba solo en el salón (no contando a la computadora, obviamente), así no le importaba soltar sus emociones. De inmediato percató la similitud con la Tierra. 309-D poseía densas nubes cubriéndola de forma aleatoria, dejando a la vista, en ciertos sectores, pedazos de continentes y de océanos.

—¿Qué crees que opinen Las Dos Autoridades, Dora?
—El presidente de la ONU y el Almirante decidirán según los reportes que les envíe la escuadra de exploración. Aun así, he escuchado decir al Almirante que no queda más opción que quedarse, aun si el planeta es demasiado peligroso.
—Si 309-D resulta peligroso, El presidente de la ONU podrá calmar al Almirante, me imagino. Es alguien muy riguroso respecto a la seguridad.
—Es lo de esperar. Para eso fueron nombradas Las Dos Autoridades, Olivari. Para mantener cierto control —la teniente Dora había sido diseñada para mantener siempre un tono de enseñanza en sus conversaciones, algo que irritaba a Olivari por momentos—. La “Apocalipsis” no hubiese llegado tan lejos si alguna de Las Dos Autoridades no existiese.

Y era verdad. La “Apocalipsis”, la más gigantesca nave interestelar nunca antes construida por el hombre, había recorrido el espacio escapando de la Tierra durante 10 largos años. En su interior sobrevivía la humanidad, dirigida por la Armada Espacial de las Naciones Unidas (A.E.N.U.). Era casi increíble que los humanos aún no estuviesen extintos. Pero Olivari estaba sintiendo que todo lo negativo estaba quedando atrás. "Al fin resurgiremos", se repetía inconcientemente.

—Dora, vamos, juguemos un solitario —dijo sarcásticamente, sonriendo. De inmediato en la pantalla aparecieron las cartas virtuales, mientras Dora reclamaba otra vez por recibir esa falsa invitación.
—Que disfrute el juego —gruñó.

Texto agregado el 24-05-2009, y leído por 231 visitantes. (0 votos)


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