Una puerta vieja se abrió en la oscuridad, era muy pétrea y de ornamentación jeroglífica, por así decirlo, verdosa, todo alrededor estaba inmerso en la oscuridad. Una luz tenue y amarillenta iluminaba el camino que era de un verdor alucinante, en el interior del cuarto se apreciaba que la oscuridad era infinita, un infierno negro, se oían lamentos que salían envueltos en sombras y pasaban veloces por los aires, se oía el crujido del suelo de madera vetusta y ornamentada como un eco de ultratumba y los latidos del corazón como golpes que ensordecían su alma.
Él se aproximaba, la puerta se abría del todo con un mecanismo autónomo, en ese momento una sensación soberana de pavor invadió lo mas profundo de su alma, pero instintivamente seguía avanzando como hipnotizado y embelesado, súbitamente se oyó un grito ensordecedor y desgarrador proveniente del cuarto oscuro, se oyeron pasos fuertes y pesadísimos, ¡alguien corría hacia él desde el interior de la habitación...!


Abrió los ojos y milagrosamente pudo esquivar un Daimler, limusina lujosísima que pasaba como un rayo por su respectivo carril. Producto de su sueño invadió el carril contrario y casi se mata, fue un verdadero alivio no morir chocado y que aquel sueño que aún lo tenia erizado y espantado no fuera real aquella extrañísima noche.

Era la Lima de los 60s, llena de haciendas y riachuelos, él vivía en Surco y de Lima a Surco había mucho camino desierto lleno de chacras y cosechas oscuras que recorrer en el nuevo Alfa Romeo negro adquirido recientemente.
Al llegar a casa, un hermoso huerto apartado de la ciudad y del bullicio de esta y al bajar vió inmediatamente la luna llena increíble que había esa noche, estaba como ensangrentada, rojísima, más inmensa que nunca y muy expresiva, sus ojos apreciaron con incredulidad un mensaje escrito en su superficie, un mensaje marcado en letra ininteligible como los puntazos de un cuchillo, no había tiempo para ver con detenimiento, solo para sentirse extrañado y mil veces intrigado por aquella expresión de la naturaleza, además un sueño y cansancio avasallante lo llamaba a casa.

Esa noche, como muchas otras, no había fluido eléctrico, era cuestión de tomar una vela en la cocina y subir las majestuosas escaleras monárquicas que seguramente mando a construir algún exquisito ex presidente o algún acaudalado empresario, en su camino tropezó con algunos objetos de casa y derribo una fina mesita de marfil y en ella una botella de vino 1820, obsequio del embajador español, esto le causó una gran molestia y el pensar que Lucio y Jacinto, los mayordomos del huerto dormían placidamente en sus cuartuchos corrientes cruzando el jardín, peor aun, mientras él, el patrón, aquí tropezándose y rompiendo cosas en esta maldita oscuridad.

Al llegar al segundo piso la luz de la vela empezó a atenuarse en la fuerte oscuridad, soportaba ahora un viento que entraba súbitamente por quien sabe donde, se oían sus silbidos, pero la luz de la ahora velita soportaba estoicamente a la oscuridad mas oscura y al viento mas voraz disparando su luz inquietísima en esa senda del inmenso pasillo que daba a la alcoba que, dicho sea de paso, era una especie de suite presidencial.
Inexplicablemente un temor le heló el alma al recordar el sueño anterior, repentinamente se quedo pasmado en esas imágenes mentales que eran distorsionadas y tenebrosas, un frío sudor lo invadió, sus latidos empezaron a oírse como golpes furibundos de tambor que lo enloquecían y le oprimían el alma y en su caminar y en cada pisada el crujir del suelo de fina madera se escuchaba como a madera podrida y a eco espectral, pensó en no abrir esa puerta nunca porque un presentimiento siniestro le oprimía el pecho, pensó en buscar un hotel por allí, pero en ese instante la puerta se abrió violentamente y él pudo ver la oscuridad infinita a la que tanto temía y oyó repentinamente lamentos en esa oscuridad, lamentos que salían como espantados y estridentes, pero él como poseído e hipnotizado otra ves, se introdujo en la habitación, a pesar del aire voraz que acompaño el abrirse de la puerta la velita nunca se le apago; de pronto un rugido gutural similar al de un león furioso estremeció los cimientos y la puerta se cerro brutalmente a sus espaldas, una fuerza sobrehumana lo despojo de la velita y vociferando desgarradoramente algo ininteligible la aplasto en las paredes sumergiendo todo en tinieblas, era enorme, él intento vanamente abrir esa puerta maldita pero la presencia allí adentro se lo impidió, se oían sus pasos, su correr como las patas de un ungulado, golpeaba y vociferaba estridentemente frases sin sentido, en alguna lengua desconocida y todo se volvió un infierno negro.

Solo este distinguido político limeño vió y escuchó a esta criatura esa noche, nadie más, a pesar de los rugidos estentóreos que remecían los cimientos, pero la vida lo abandono, el corazón le dio un hincón mortal, dejo de latir, el alma se le escapo del cuerpo a la otra vida, allí en su suite presidencial llena de lujos que una noche de luna mensajera se transformo en un verdadero infierno negro.

Este huerto símbolo del pasado aristocrático limeño aun existe, pero nadie se acerca mucho a el pues se dice que su antiguos residentes, desaparecidos todos misteriosamente, lo habitan cuidando celosamente cada paso que se da en el y horrorizando hasta matar en complicidad de la luna embelesante.