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En el reino de la desdicha, el hombrecito que arregla los carruajes bebe cada día hasta caer dormido bajo la mesa de la cocina. Cada mañana, tocan a su puerta con golpes que podrían echarla abajo. El despierta de mala gana y con un dolor de cabeza que siente como un clavo en la mitad de la frente. Atiende a los llamados sin lavarse la cara y limpiándose los ojos con las mangas de la camisa. Entrega los carruajes impecables… es lo mínimo que merecen la realeza y nobleza.
El ha soñado desde siempre en bajar de uno de esos carruajes y ser escoltado por decenas de guardias reales que se inclinan frente a él. En cambio, ellos le reprochan por la tardanza del trabajo, por su inmundo aspecto y se limitan a dejarle un par de monedas de plata sobre el mesón de su taller. De todas formas, nunca han criticado su trabajo. Sonríen satisfechos al observar las nuevas ruedas, el retoque de pintura o los detalles del interior. Siempre se han preguntado como logra que huela tan bien por dentro y porque los caballos se rehúsan a salir desde su aparcamiento.
Por las tardes, cuando no hay trabajo o ya lo ha terminado, se acerca hasta la barra de la taberna y pide un whisky sin hielo. Mira el fondo del vaso luego del primer y único sorbo y siente cómo cae una pequeña lágrima por su único ojo sano. Abre su pequeño reloj de bolsillo y observa la foto de ella por un par de segundos- te amo- le dice al retrato amarillento. Guarda el reloj dentro de la chaqueta y levanta un dedo en señal de necesitar un nuevo trago. Se acerca su viejo y silente amigo de la barra y le invita uno doble. - La mitad va por mi cuenta- le dice en tono amable, pero sin compromiso y se aleja tras un montón de botellas apiladas.
Cuando despierta apoyado sobre el mesón de la barra y siente como pasan la escoba entre sus piernas, se levanta con esfuerzo. Levanta un brazo al salir y dice algo que seguramente es un: – ¡adiós, hasta mañana!-.
Camino a casa le molestan los perros, pero el no se molesta siquiera en mirarlos; estos se aburren y le dejan. Camina de lado a lado de la calle, cierra los ojos cada tanto y repite sin cesar: - te amo, te amo, te amo…-.
Una vez dentro de su montón de tablas apiladas se sienta a la mesa y abre una botella de vino. Se sirve un gran vaso y dice:- ¿Estarás conmigo mañana?-. Desde el fondo de la habitación la mujer en el retrato le responde- Nunca te he dejado, y esta noche esta demasiado fría para que una mujer de un cuadro pretenda una aventura fuera de él. Además, yo también te amo-.

Texto agregado el 30-05-2009, y leído por 246 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
13-06-2009 Un buen trabajo. Lamento no haberlo leído antes. Saludos. Cox
01-06-2009 ¿No has pensado en continuar este escrito? Me gustarìa seguir leyendo... Un abrazo y un beso que acaricie su mejilla, nos vemos. ***** + * CrepuscularizadA
01-06-2009 Muy interesante, llegue por curiosidad y me ha gustado bastante... Saludos englishrose
31-05-2009 es hermoso lo que has escrito te hae sentir que no solo escribes sino que dibujas ahi van mis***** monisara
31-05-2009 Bastante bueno. Gracias por invitarme a leerlo. uleiru
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