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El graduado

¡¡Perpetuo Poseidón Sendas!!......Llamó el rector con un título en su mano derecha parado en el tablón sobrio de la Universidad. Su voz no necesita micrófono. Es sorda y seca. De caverna. Ubicado en el centro del escenario, semeja estar en un rincón del Olimpo. La imagen del rector -lo más parecido a un Zeus- girando su cabeza cuadrada y barbada de nieve ante un auditorio silencioso blandiendo el diploma como si fuese la égida que acostumbraba elevar para señalar el águila.

La voz que siempre lucha por perpetuarse
Sabe de su condena
Nunca, regresa a la memoria.

Miró desconcertado las tres primeras filas donde sentaron a los egresados que recibían su diploma. Buscó tal vez un joven barbado con un tridente acompañado de un delfín -ocurrencia por su nombre-. No conoce al joven Perpetuo Poseidón, pero, por comentarios sabe que es uno de los mejores alumnos de la camada. La primera que egresa alumnos con el nuevo título Universitario:

Lic. Creador de fantasías

Las fantasías incorpóreas
Flotan audaces

Perpetuo Poseidón se levantó despreocupado. Se diría lento. Es su personalidad y costumbre. Es un joven de treinta años. Desprolijo en su vestimenta; el pelo desordenado acompaña su abandono. Hay en él una mirada profunda y fría que llama la atención. Una mirada de hielo. Alguien lo comparó a Hefesto, por ser cojo y desgarbado. Perpetuo Poseidón, avanzó desafinando su paso. Mirando el piso como si buscara una moneda de oro en un río, hasta llegar al rector. Tendió su mano. Capturó la del funcionario, y no la soltó. Sorprendido, el rector, con su otra mano libre le entregó el diploma. Perpetuo Poseidón clavó por primera vez sus ojos en la retina del funcionario universitario y sondeó la profundidad de su alma. Almacenó su memoria; vació su historia y luego agradeció en voz baja, como si una vergüenza muy extraña lo invadiera. Segundos después lo abrazó y acercándose al pabellón de la oreja derecha del rector, mordió el lóbulo carnoso hasta sentir el tibio fluido sanguíneo en sus labios. Retiró su colmillo diciéndole

-Hay que imprimir diplomas invisibles-

Soltó la mano de un rector estupefacto y dolorido. Dio media vuelta y ubicándose en el centro del escenario sobrio y formal, miró al público. Una luz brillante asomó desde el techo del recinto. Las luces laterales se apagaron. Un blanco haz luminoso casi incandescente atravesó el oscuro vacío atrapando la imagen desprolija de un Perpetuo Poseidón exultante y desafiante que lentamente tomó con sus dos manos delgadas y casi amarillas de tabaco el diploma. Un temblor de gozo se apoderó de su cuerpo y reconoció al auditorio como propio, mientras el rector con su pañuelo blanco secaba su desangre.

La sangre brota silenciosa
Humillando la soberbia

Elevó el título por encima de su cabeza; lo giró una y otra vez como si realizara el acto de triunfo y derrota juntos, y lo rompió en varios trozos ante la apnea colectiva de un publico subyugado por el acto y la magia lumínica. Segundos más tardes, fue colocando los trozos en su boca, triturando lentamente cada pedazo del diploma, al igual que cuando Cronos digería sus propios hijos por temor a ser traicionado. Mastica en silencio. Un auditorio maravillado y paralizado avaló el acto diplomofagia. Perpetuo Poseidón eructó y señalando el abdomen de su cuerpo, con las dos manos entrelazadas en su ombligo dijo:

-¡Por Hades…dios del mundo subterráneo! Ahora soy un licenciado de Fantasías- Su voz retumbó en el salón y flotó en rincones y superficies de yeso delicadamente trabajado en los bordes del techo.

Sonrió con naturalidad. La luz blanca desapareció. El ambiente oscuro, se iluminó de rojo intenso y Perpetuo Poseidón caminó con desparpajo hacia la escalera de diez escalones. Una sombra de perro de con tres cabezas y cola de dragón, lo acompañó cuando bajó con satisfacción cada peldaño, y con orgullo, señaló con su dedo índice derecho un estómago empapelado de honores sellados, para dirigirse nuevamente a su silla de egresado. Cuando se sentó, la luminosidad roja mutò a blanca y el salón cobró su dimensión original. La sombra del Cerbero desapareció.

Una imagen de sombra gris
Un espectro
Un fantasma

La sala, sorprendida en su comienzo y conmocionada después, estalló en aplauso al unísono. Egresados y familiares impactados gratamente por el mensaje sincero y progresista, reaccionaron. Minutos después, compañeros de Perpetuo Poseidón, se pusieron de pié elevando sus diplomas flamantes por sobre sus cabezas imitando el gesto altivo de Perpetuo y comenzaron a partir y repartir trozos de diplomas y comerlos como si fuesen parte de un aperitivo previsto. Una verdadera y auténtica comunión académica. Casi; una orgía de diplomas.

El festín de una velada
Huyendo de la realidad


Perpetuo Poseidón demostró una vez más su capacidad. En menos de cinco minutos, había generado dos ideas claves: Títulos invisibles. Cuerpos diplomados.

-¡Este joven tiene un futuro extraordinario!- Comentó el rector incómodo y emocionado, aún cuando su oreja sangraba, mientras recibía un pedazo de diploma que un estudiante le alcanzó. Lo comió paladeando tinta fresca.

Perpetuo Poseidón Sendas, no tenía certeza de lo que le esperaba en vida. Su permanente generación de fantasías muchas veces lo atormentaba. Cuando aparecía una, la documenta en cualquier papel. Sin querer, el mundo había encontrado un genio que revolucionaría el planeta. Perpetuo se mantuvo sereno durante todo el acto académico y feliz de comprobar que la idea de comer diplomas, haya cundido tan rápidamente. Durante esa hora y media, escribió en su libreta de bolsillo cuatro ideas que luego desarrollaría.

La genialidad del artesano creador
Contagió al auditorio

Perpetuo se levantó acompañando al resto de asistentes y aplaudió la culminación del acto. Guardó su libreta y caminó por los pasillos alfombrados hasta el hall de entrada donde graduados y familiares se felicitaban mutuamente. Todos mastican diplomas. Su familia no estaba por razones obvias: huérfano. Caminó como si estuviese rodeado de flores, como en los jardines de las azaleas de Kew. Pero regresó al lugar cuando una astilla atravesó su gastada zapatilla como si fuese la del cactùs de Lanzarote que lleva en su pié derecho hace años. Luego, abrazó sus compañeros que acudieron a saludarlo al darse cuenta de su soledad. A su mejor amigo Tránsito Sintempo le dijo con orgullo.

-Hemos logrado finalmente nuestro objetivo: Digerir títulos. Es nuestra oportunidad de vida y libertad. Un diploma en el papel envejece, mientras que en estómago, durará toda una vida. Sabemos que el conocimiento logrado ya es parte de nuestro ser y de nuestra memoria- Con voz serena recordó

-Los hombres necesitan a menudo la compasión en el pecho y las lágrimas en los ojos… decía Martì…nosotros Tránsito, lo hemos logrado-

Visiblemente emocionado. Orgulloso de su proeza, Perpetuo Poseidón miró el salón concurrido engalanado de adornos elaborados por los propios egresados. Sintió lástima. Pensó que el éxito destruye al hombre, lo corrompe. No hay éxito sin fotos. Cientos de estas invadieron grupos. Los flashes enceguecieron a más de uno. Perpetuo se excluyó de ellas.

-Así es Perpetuo. De ahora en adelante, seremos más que la nada- Sostuvo serio Tránsito.


Se abrazaron como si el triunfo de esa batalla intelectual de cinco años, hubiese sido ganado en forma contundente. Un nuevo camino académico iniciaba esa Universidad. Las fotografías de rectores centenarios colgadas en los pasillos, tomaron vida. Los ojos de ellos convergieron al escandaloso recinto que había rechazado la colación tradicional en señal de reprobación.

-Somos… todo lo que irá a la nada amigo- respondió Perpetuo

Perpetuo y Tránsito se retiraron con cierto disimulo. Al ganar la calle dieron rienda suelta un estado muy particular de felicidad. Enfilaron saltando por los cordones de la vereda al Bar El descanso, al que siempre concurrían en momentos de ocio. El bar tenía un letrero torcido en la parte superior producto de las últimas ráfagas de viento de otoño. El interior estaba forrado de un machimbre viejo mantenido con aceite de auto usado, lo que le daba un aire antiguo y de abandono. Los cuadros colgados con paisajes caribeños y de animales salvajes nada tenían que ver con el lugar, pero sí con su dueño. Trabajó largos años en un circo. Esa tarde consumieron bebida como nunca. Incluso, los clientes habituales pagaron varios tragos en homenaje a esa graduación y al preguntarles si podían mostrar el título, ambos refregaron sus manos en el estómago produciendo una estrenduosa carcajada.

-Ellos -señalando sus estómagos- son nuestros diplomas-.
-La mejor sabiduría es la ignorancia- Afirmó Perpetuo seriamente arriba de una de mesa de madera. Todos festejaron la ocurrencia. La madrugada no se hizo esperar. Agotados y absolutamente ebrios quedaron solos en el salón. La cabeza apoyada en la mesa. Las sillas sostienen cuerpos fláccidos y decrépitos.

Como rebaños vencidos yacen
Decenas de cuerpos alcoholizados

A las seis de la mañana entraron abruptamente dos jóvenes armados para consumar un asalto o una agresión. No ignoraban la permanencia de los graduados. Era tal el nerviosismo de ambos, que al encontrarlos gritaron logrando despertarlos. Perpetuo y Tránsito con resabios del alcohol, tardaron en darse cuenta y su primera reacción fue oponerse a los invasores. Acto fallido. Tránsito se ocupó de uno de ellos que luego de corta lucha se dio a la fuga. Perpetuo con menos suerte, encontró el segundo asaltante más resistencia y al tratar de eludir un golpe de puño, dio media vuelta dejando la nuca expuesta al certero disparo del delincuente que luego de balearlo se dio a la fuga.

Y la bala, que atravesó el cuerpo
Manchó de púrpura su alma

Perpetuo quedó tendido boca abajo, instantáneamente muerto de una bala en la nuca. Un cuerpo. Una bala. Un cerebro en blanco, sin memoria. Sin presente o futuro. Un cerebro vacío. Después: la nada. Tránsito se quedó acompañando su amigo inerte hasta que llegó la policía y después una ambulancia. Siempre llegan después. Nunca antes. Lo llevaron adentro de un sobre negro de plástico con un gran cierre. Parecía una encomienda. Un paquete de exportación. Una cosa sin nombre. Tránsito acompañó el cadáver envuelto hasta la morgue. Más tarde se sumó a familiares que lo retiraron en silencio y pasó al velorio.

Nada se puede después que la luna se opaca
Una brisa invisible barre su historia


Concurrió después de las seis de la tarde. Encontró parte de sus amigos, maestros universitarios y amigos del barrio y se preguntó mirando el féretro, especialmente a José Saltón, su amigo de infancia.

-¿Que estaría pensando Perpetuo Poseidón Sendas en estos momentos si estuviese en ese lugar- preguntó a José, y se retiró lentamente saludando con tibieza a desconocidos. Regresó por el mismo camino que habían hecho la noche anterior junto a su amigo. Cuando entró en el Bar El descanso. El dueño, Bartolomé, sirvió una bebida gratis y le dijo a modo de consuelo:

-No hay que afligirse por la muerte Tránsito. El problema es la vida. Fíjate que si no hay vida, nadie podría haberlo matado. Perpetuo era nuestro amigo y siempre sostuvo que si él moría antes que nosotros tendríamos que recordarlo con alegría- Sirvió dos copas de vino tinto y levantándola la chocó contra la de Tránsito con un “Salud”. Ambos bebieron la copa de un solo trago y luego secaron sus labios con la mano. Comprendió que tenía razón y acompaño el brindis mas aliviado.

La tristeza del adiós sucumbe
Ante la voluntad de vida


-¡No comprendo como pudo matarlo Bartolomé!- dijo compungido Tránsito mientras estiraba su copa pidiendo otra vuelta. Bartolomé sirvió ambas copas con gusto. Era media mañana y el calor se sentía aún cuando su bar tenía los ventiladores funcionando en el techo. Las mesas repartidas en el salón estaban ocupadas por parroquianos ajenos a su tragedia y dolor. Dos grandes ventanales daban a la calle -era una gran esquina- mostrando un tránsito pesado por la hora y transeúntes aislados que pasaban mirando con la curiosidad no disimulada del ambiente.

-¡Quién sabe!- respondió Bartolomé
-Cualquiera sea la hipótesis que se sostenga, a él lo mató un profesional del gatillo. Perpetuo no tenía enemigos visibles. Se me ocurre que hay otra cosa.- afirmó el dueño del bar, un hombre de mediana edad, desaliñado, obeso y rubicundo.

Conocía a Perpetuo y a José desde la juventud en que ellos pasaban a escondidas de sus padres a tomar una copa y fumar. Perpetuo era joven, inteligente, sagaz, irónico y se podría decir mal parecido, a tal punto que las mujeres de la localidad lo tenían como un fuerte exponente de la rareza, lejos de lo que ellas quisieran tener a su lado. Bautista abrió un pequeño cajón del mostrador, con un repasador envolvió el pequeño revólver calibre 32 y se lo dio a Tránsito.

-Ahora seguirán ustedes el mismo camino y mostró un papel arrugado donde figuraban los nombres de ellos y el de Perpetuo tachado-.
-Toma esta arma y trata de conseguir otra para José, porque están en peligro de muerte. –Respiró hondo y preocupado continuó.
-El que mató a Perpetuo, tuvo que ser por algo más que una casualidad-Bautista se retiró y comenzó a cerrar el negocio luego que la policía abandonó el bar. Tránsito miraba con cierto resquemor, porque fue una sorpresa hallar ese papel con los tres nombres incluido el de él. Salió por la puerta metálica de servicio y llevó en su cinto, el revólver calibre 32 que él nunca usó. Tampoco sabía de su arte. Su mente estaba vacía y confusa, una serie de interrogantes le habitaban pero caducas de lógica y vida. Lo que había sido un triunfo y festejo, en pocas horas se había convertido en una gran tragedia. Pero también, en una gran incógnita.

Implacables tempestades
Se desprenden del mármol funerario

Se retiró a su hospedaje no muy lejos del velorio de su amigo. Necesitaba descansar un poco y luego regresó para acompañar los restos de su compañero. No tardó en dormirse, y el alcohol o el cansancio, lo llevaron al vertiginoso sueño de sus memorias. De sus orificios nasales nacieron extraños insectos que rápidamente desaparecieron al llegar a la comisura de su boca. De los pabellones de sus orejas, colgaban raíces de árboles cuyas ramas solo florecían en su cerebro. Las manos adquirieron una consistencia pastosa y dúctil, pero eran incapaces de responder a su propia voluntad por lo cual se movían en forma independiente semejando alas de murciélagos como queriendo levantar un vuelo imposible. Un orificio circular y perfecto en medio de su pecho, dejaba caer balas de plomo en seguidilla perfecta que al tocar el suelo desaparecían o regresaban por otros caminos repitiendo esa imagen extraña. El incesante y progresivo ruido a metralla terminó por despertarlo asustado, semisentado en la cama, sudando un frío ajeno. Miró en el espejo que estaba en la pared lateral y se tranquilizó al ver su imagen absolutamente libre de agregados. Se duchó y regresó al velorio.

Los sueños
Son presagios de futuro

Perpetuo està solo. Se ve a pesar de esa oscuridad artificial cubierto por una mortaja mohosa. Semeja un sudario suave y resbaloso. Nunca le gustaron las mortajas. Le impresionan. Son géneros para holgazanes o inmóviles como él. ¿Por qué deben cubrir un cuerpo muerto si ya no necesita calor, elegancia y menos aún pudor? La necesidad es de ellos. Lo presentan lo mejor que pueden. Es como una despedida elegante cuando tuvo el último hálito de vida. Perpetuo se sabe ausente de vida, pero sigue allí, acompañando su propio cuerpo tan quieto. Tieso. Frío. Sereno. Tan ajeno a este mundo que abandonó hace pocas horas. No pasaron doce. Su número de suerte. Que ironía. Su número de suerte. Parece una efigie abandonado en un páramo extraño. Todos le rodean. Algunos rezan por su alma. ¡Si supieran!...pero no puede decirles nada. No habla, no respira.

Hasta las estatuas
Permanecen en silencio

En las sillas laterales están sus deudos. No sus deudas. Sus deudos. Están tristes. Golpeados y agotados. No entienden el por qué. ¡Pobres! Todos van a pasar por lo mismo a la larga. La muerte asusta más a unos que a otros. Siempre està allí. Latente, expectante, incansable. Y esta vez, le tocó a él. Le alcanzó. ¡Ojo!… no se queja. Fue gentil. Nada de dolor. Ese fantasma comprende perfectamente que fue el balazo traicionero en la nuca el que lo causó. Él no disparó. ¡Es más! Sabe quién le mató. Donde vive, donde se esconde y quién robó esas monedas. ¡No sabía que valía tan poco! ¡Ya! Siempre creemos ser más importantes de lo que somos.

Llegó al vacío eterno
Sin conocer el camino

¡Y esas coronas!....No huelen a nada con sus colores mortecinos. Siempre le parecieron marmóreas. Neutras. A su derecha las hojas blancas de gardenias. A su izquierda, nardos. En la cabecera, una maceta de àsaros. No pueden pertenecer al finado porque no puede gozarlas. Tampoco a sus familiares. Lo que menos ven son las flores, hasta que alguien compungido, comenta en una tarjeta que acompaña, como lo estimaba. Todos entienden el dolor de la familia. No sabía que le querían tanto. Eso es bueno. Deja una buena imagen, a pesar de todo.

Y siempre habrá un traidor
Taciturno en espera

Y està el autor intelectual de su muerte. Cerca de sus amigos. Lo ve compungido. Dolido. Da muestra de mucho pesar…. ¡El muy bandido! Es invisible para todos los presentes. Pero Perpetuo lo ve y él también. A veces, con su propio pañuelo frota la placa de bronce del féretro… ¿Y que dice la placa?.....

Su nombre: Perpetuo Poseidón… Lic Creador de Fantasías QDP por siempre y la fecha; día, mes y año de muerte. Como si tuviese necesidad de recordarlo. Frota la placa con su pañuelo. Los muertos no llevan memoria. Dejan memoria. ¡Que curioso!...el vertiginoso laberinto de su vida terminó en esa placa tan simple. Hoy es una fecha más.
La noche anterior recordó con Tránsito a Pessoa, cuando sostuvo “el cuerpo vive porque se desintegra sin desintegrarse demasiado. Si no se desintegrara segundo a segundo, seriamos mineral….” Tiene parte de razón, porque será en pocas horas más: ceniza. Un polvo gris. El féretro es lustroso, brillante e impecable. Todo por fuera, porque en poco tiempo cuando entre al horno crematorio, ese cajón albergará otro muerto. Lo sabe porque aún en esta etapa final lo desarman para hacer negocios tras las lápidas. Las coronas de flores se reciclan. Los dientes de oro se extraen. El cajón se esconde y entra en uno muy modesto al fuego que seguramente hiere su vanidad. Es su vehículo final.


Y que dirían los bosques verdes
Si supieran que después rodean silencio

¡Que oscura es la madera! ¡Y esas velas tintineantes al costado del féretro languideciendo. Sin embargo la enorme cruz de plata falsa brilla, persiste en custodiar la cabecera. Los velorios son ceremonias muy antiguas. No deberían permitirlos. Lo hacen porque piensan que si no los velan, podrían enterrar a uno vivo. ¡Ah!..Catalepsia. Una especie de muerte transitoria donde el muerto en medio de la oración fúnebre resucita. No al tercer día, sino a las pocas horas de ser colocado en el cajón. Por eso de velarlo con cara expuesta, para que si regresa tenga aire sufriente. No hay peor vivo que un muerto resucitado. Detalles.

Y se levantó buscando la luz
Y el olor de azaleas

¡Ah! También lo han maquillado, porque la bala que entró por la nuca rompió parte del maxilar superior. En fin. Menudeces. Lo cierto es que acompaña su propio velorio al lado de dos policías de civil del departamento de criminología. No solo anotan. Toman fotos de concurrentes. Los dos, a pesar de ser distintos físicamente, resaltan por sus hábitos inquisidores. Miran todo con una voracidad insaciable y sin disimulo. Trabajan mientras el muerto descansa. Una gloria por ausencia.

Cuando descubrió que el mundo
Es igual de orgulloso

Y llegó el momento de cerrar la tapa del féretro. Està hinchado. De sus narices sale un extraño líquido incoloro que limpian rápidamente. Es lo último vivo que le queda, una especie de suero sobrante. El cajón tiene seis manijas a los costados. Cada una es tomada con displicencia y mucha seriedad por familiares o amigos. Es el instante donde las sonrisas se desvanecen y algo de intuitiva inocencia se apodera de los presentes. Resignación, alivio o apuro. Lo trasladan a un auto negro, lustroso con una parte abierta donde acomodan coronas que llevan todas cintas con letras doradas de leyendas muy particulares.

Un camino de una sola mano
Un incierto desvarío

Y arribaron al campo sagrado del silencio. Una alfombra de verde intenso de césped bien cortado. Los árboles solitarios asombran al visitante con sus tallos desnudos. Unos pájaros destacan su presencia y algunos teros caminan manifestando su voz de alerta a extraños. Lo dejan en ceremonia fría. Pero se despiden compungidos. Es difícil separarse después de años. Pero la vida es así. Le espera la hoguera y la ceniza. Y ve a su amigo Tránsito muy afectado bajo la sombra del árbol.

Mientras tanto los dos jóvenes que acompañan a al asesino intelectual demuestran un dolor fingido. Él, se toca con los dedos de la mano izquierda el lóbulo de la oreja herida por dientes, mientras les dice en voz alta y serena

-Todo tiene un límite…hasta la fantasía-


***








Texto agregado el 31-05-2009, y leído por 118 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-05-2009 Excelente historia y buena narrativa. susana-del-rosal
 
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