El mundo del señor Cotlar era diferente; esa tarde mientras que su estricto reloj le autorizaba un descanso, aprovecho para ver una simulación de atardecer de uno de los sitios especializados, el cielo se contemplaba con un límpido color rojizo, proveniente de el anciano sol que iniciaba su reposo, las pocas nubes que se divisaban descomponían la luz en tonos naranjas, mientras que en el horizonte solo se veían las lejanas y oscurecidas siluetas de las montañas; el espectáculo era bastante realista, pero a veces pecaba de cierta artificialidad, alguna brisa inoportuna, algún sonido demás en la copa de los árboles, algún dejo de vanidad del diseñador, revelaban que era una creación humana la que se veía es esos momentos. El señor Cotlar recordaba así los atardeceres reales que ahora sucedían muy lejos de su mundo.

Sin embargo, el reloj antes benévolo, mostró su severidad y anuncio a Cotlar que era necesario retomar el trabajo, inmediatamente el tibio atardecer fue sustituido por la mesa de trabajo, donde varios planos de diseño se diseminaban sobre la superficie; habiendo detalles técnicos por superar, Cotlar emprendió su labor. Pasaron varias horas mientras Cotlar solucionaba con minuciosidad los problemas que se albergaban en la creación de esa nueva unidad de extracción, el sistema eléctrico era el que mayor demanda de ingenio requería, este no debía fallar ya que la unidad iba ser operada a control remoto; afortunadamente los pormenores de la transmisión y del sistema de locomoción ya habían sido superados. Cotlar esperaba terminar pronto con ese trabajo, pues este debía estar concluido antes del próximo cambio de maquinaria.

Ya era tarde, cuando un mensaje se filtró en el escritorio de Cotlar; el mensaje, proveniente del hospital donde descansaba su antiguo cuerpo, era una especie de citación, por diversos motivos su cuerpo iba a ser desconectado de la red, y el debía recorrer el camino para volver a ese mundo real. La reacción del señor Cotlar en esos momentos fue una mezcla entre sorpresa y enojo, pero ciertamente él estaba intimidado, había pasado tanto tiempo desde la última vez, recordaba lo desagradable que era sentirse tan limitado y necesitado de ayuda, retomar ese deteriorado cuerpo que ya no se podía ni mover; no dejó de pensar que iba a ser realmente patético habitar de nuevo en esa miserable capsula con la que nació.

Luego él recorrió el infinito corredor que lo conducía de nuevo al mundo real, y cada vez que cruzaba una nueva puerta, aumentaba en gran medida su ansiedad y vacilación, cuando finalmente llego al ultimo corredor, algo en su mente se activo, observo que en la perilla de la ultima puerta había colgado un pedazo de papel doblado, él tomo el papel como si lo hubiera tomado otras decenas de veces, leyó la nota escrita ahí; la frase escrita era “Fin del programa”, y examinó el reverso de la hoja, en la que solo se leía “¿Reiniciar?” ; fue entonces que el señor Cotlar comprendió que la puerta que daba a su verdadero cuerpo, hacia tiempo había sido cerrada; luego ajusto su reloj a las cero horas, y se dispuso a abrir esa última puerta con un único pensamiento en su cabeza: terminar los pormenores del sistema eléctrico de la unidad de extracción, antes del próximo cambio de maquinaria.