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Es largo, lo siento. Cualquier parecido con cualquier tipo de relacion virtual que cualquiera de uds haya tenido nunca es pura coincidencia !JA!

Sin rostros ni tiempos

Él caminaba por la playa, enfrentando al viento, hacia ese mismo recorrido casi a diario, hasta ese lugar donde se quedaba descansando, sentado en las rocas. Asi estaba, mirando el mar, pensando, sintiendo su soledad cuando una ola rompió cerca de él, salpicándolo. Se levantó y al mirar hacia abajo, vio algo brillante enterrado entre la arena y las rocas.
Como era muy curioso, demasiado para un adulto, no dudó en desenterrarlo y cuando lo logró, tenía entre sus manos una botella azul, cuadrada y antigua como las usadas en las herboristerías de los años ‘20. La limpió y vio que contenía un papel enrollado. Sonrió pensando en la clásica broma del mensaje en la botella, de todas formas sacó el corcho y un delicioso aroma aflores le inundó la nariz.
Leyó la fecha de la carta, solo se distinguía el año: 1918. Con delicado trazo, una mujer dirigía la carta quién la encontrase, se sentía terriblemente sola, atrapada en algún lugar y en su angustia, buscaba alguien que fuera su amigo y alegrara su existencia. La última frase decía:
“Gracias, querido y desconocido amigo, con solo posar tus ojos en mis letras has hecho feliz a mi alma. Si quisieras responderme, déjame unas líneas, aquí mismo, mañana. Espero ser tu nueva amiga: Nácar.”
Cuando terminó de leer, Alejandro no sabía que pensar. Aquella desconocida, con apenas unas palabras escritas 90 años atrás los había conmovido. Pensó que podía ser una broma de adolescentes, pero algo le dijo que no. Las palabras, la letra, eran demasiado sentidas para ser una broma. Cuando llegó a su casa, sin pensarlo, se sentó a escribir, le contó algo de su vida, le preguntó cosas sobre ella y también le dijo que habían pasado 90 años desde que escribió la carta hasta ese día en que él la encontró, pero que estaría feliz de recibir una respuesta. Puso la carta en la botella y antes de ir al trabajo, la dejo en las rocas. En todo el día no pudo dejar de pensar en ella, se reía de sí mismo, aunque era posible que Nácar fuera una anciana de cien años, quizás estaría viva. Para él, también era posible que cosas como el afecto, la soledad y el amor fueran más fuertes que el tiempo y la muerte.
Al día siguiente se levantó ansioso, casi no durmió y corrió por la playa hasta las rocas. El alma se le arrugó cuando vió la botella tal cuál la había dejado. Nácar nunca había llegado y sintiéndose el mas tonto de los hombres, triste, se fue a trabajar.
Nácar se sentía feliz cada vez que debía ir a buscar sales marinas, hierbas y flores para el perfumista y el boticario. Ellos confiaban en que no escaparía, no después de lo que el hicieron la ultima vez que lo intentó y le quebraron las piernas para que no escape pero siguiera machacando flores.
Llego a su lugar en las rocas y se le detuvo la respiración. Su botella había sido removida. La sacó de la arena y sus ojos brillaban, saboreando cada palabra hasta que leyó la fecha. 90 años después. ¿Cómo era posible? Entonces entendió que las historias que su abuela indígena le contaba, sobre los espíritus que se aman y son capaces de encontrarse una y otra vez, aunque mueran y renazcan en otro tiempo y otro cuerpo eran ciertas. No le importó donde estaba, era su amigo, un ser sensible dispuesto a hacerle compañía. Corriendo volvió a la herboristería, le escribió y llevo la botella de nuevo a la playa, con un regalo: un fragante pétalo de jazmín. Su carta terminaba:
“Aquí te espero, donde sea que estés, sin espacio ni tiempo, para estar contigo”
Alejandro volvió a la playa, murmurando insultos dirigidos a sí mismo y con más ilusión que bronca, miró las rocas. ¡ Ahí estaba ! Ayer no, pero hoy sí. Leyó la carta miles de veces, puso el pétalo de jazmín cerca de su corazón y se entregó a aquella loca relación. No había palabras para describirla. Nácar era un ser mágico, que lo alegraba y entristecía a la vez y las cartas en la botella comenzaron ir y venir como sueños de tinta y papel que solo ellos sabían soñar.
Nácar estaba cada día mas feliz, con cada carta, Alejandro recibía pequeños regalos, como hierbas o botellitas con raras esencias. Le contó que era sirviente de la herboristería y de su ilusión de ser perfumista, pero por pudor no le dijo que los abusos que sufría, le enseñó las canciones de su pueblo y accedió a su deseo de contarle como era físicamente.
Alejandro le hablaba de todas las cosas que ahora existen, de las guerras que vendrían y se maravillaba ante la cantidad de cosas que tenían en común. Intentaba imaginarla y con una de sus cartas, le dejó su propia foto.
Nácar el dijo que no había podido ver nada en el papel donde se suponía que estaba su retrato y le dejó un guardapelo con un mechón de su cabello y retrato suyo.
Ninguno de los dos podía negar que estaban enamorados como no podían negar que no había nadie en las fotos. Hasta que Alejandro recibió una carta con instrucciones precisas y hierbas.
Hizo la fogata en la playa y a la hora indicada por Nácar, arrojó al fuego las hierbas y esperó, hasta que en el humo, comenzó a tomar cuerpo una figura de mujer. Nácar estaba allí, con él, aunque seguía sin poder ver su cara. Ella le explicó por qué.
“En el rostro están los ojos, que son el reflejo del alma, y como mi alma no está aquí, solo mi esencia y mi cuerpo, por eso nos podemos vernos el rostro. Nuestras almas, seguramente están juntas, en algún otro sitio donde no necesitamos nuestro físico. “
Y asi estuvieron juntos, muchas noches, hablando y haciendo el amor, como solo los que aman verdaderamente pueden hacerlo. Con el cuerpo y los sentidos, pero también, la esencia, y el espíritu, disfrutando olores, sabores, gemidos y silencios.
Explorando la piel, gozando las manos, las caricias, más allá de la tierra o la imaginación, con el mar por único testigo.
Pasaron 40 años de cartas y conjuros, ninguno de los dos se casó nunca.
Ella llegó a ser una gran perfumista (luego de envenenar discretamente a sus patrones con un plan tramado por Alejandro), que se volvió un hombre famoso y temido a la vez, por que sabía mucho de historia de los años 20, 30 y 40. Demasiado.
Para todos los que los conocieron siempre fue un misterio, como sin tener pareja los dos habían podido ser tan felices en sus vidas, tan claros en sus ideas y tan generosos con los demás.
Claro está, nadie supo nunca que ellos eran, amantes sin rostro.
Sofi (Mayo de 2009)

Texto agregado el 03-06-2009, y leído por 130 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-06-2009 Como si fueran gotas dejas caer tus sentimientos , realmente pintatste un sueño , que si se parece al de todos los seres sensibles , pero es original es todo tuyo , porque has logrado plasmarlo con tu propia piel , te felicito dulce , eres muy dulce polodislates
03-06-2009 ¡¡¡Muy hermoso texto!!!Una maravillosa historia de amor!!! Es que el Amor es así, sin tiempos sin rostros.********* almalen2005
 
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